Capítulo 10 : Cumpleaños

En la actualidad, acabo de salir del hospital donde trabaja el señor Huang. Odio los hospitales, especialmente por las inyectadoras, pero el doctor tuvo paciencia conmigo. Me tenían que poner un relajante porque toda la noche no paré de llorar, las manos me temblaban y, según el doctor, caí en una crisis nerviosa.

Me levanté a medianoche y recordé lo que había hablado con mi madre y lo que el señor Jacob me había dicho. Empecé a llorar y a recordar a mi mamá, pero sentí a alguien durmiendo conmigo. Pensé que era ella, así que me monté encima, la abracé y empecé a besarla. Yo pensé que había vuelto por mí, pero no fue así. Era Mei, que estaba a mi lado cuidando de mí.

Así que empecé a llorar y a llorar toda la noche. No dormí más, Mei tampoco lo hizo.

Pero ahora me siento con una tranquilidad. Creo que fue ese tranquilizante que me pusieron en la nalga. ¡Cómo me dolió! Todavía siento la pierna como si hubiera hormigas por dentro.

Llegamos a la casa del señor Jacob, que es muy grande, mejor dicho, gigante. En ella caben como mil personas. Quedé observando todo a mi alrededor. Al salir del hospital, no vi en detalle lo hermosa que es. Tiene grandes palmeras y muchas flores rosadas, amarillas y anaranjadas.

Cuando entramos a la casa, encontramos a dos niños más grandes que yo, con ojos azules y cabellos castaños. También está una señora de cabello amarillo y ojos azules. Es flaca y muy bonita. Y con ellos está el señor Jacob.

—Hola, Dana, ¿cómo te fue con el hospital? —me pregunta Jacob con una sonrisa contagiosa.

—Bien —respondo con calma y tan solo se escucha un simple susurro.

—Ella es mi esposa, su nombre es Emma —dice Jacob cariñosamente. Yo me acerco a la señora y le doy mi mano. Y ella enseguida me da un abrazo tan fuerte que hace que mis huesos crujan. Me separo de ella rápidamente. ¡Qué confianzuda es esta señora!, pienso.

—Y ellos son mis hijos, el mayor se llama Mason y el menor se llama Michael. Ellos son tus hermanos —habla tocando los hombros de sus hijos—. Dana, quiero que te lleves bien con ellos. Quiero que nos veas a todos nosotros como tu familia.

—Perfecto —susurré. En eso noté que la señora bonita le decía algo a él, pero yo no entendía qué era lo que decía.

—Mi esposa dice que eres bienvenida, que nunca olvides que este es tu hogar.

Tenía tanto sueño que puse cara seria, sin ningún gesto ni emoción. Me sentía vacía, seca, sin nada por dentro.

Mei dijo algo en ese idioma que no entendía, hizo una leve inclinación y tomó mi mano. Nos retiramos de ese lugar, subimos las escaleras y llegamos al cuarto.

—Dana, ve a bañarte, por favor. —Ordenó Mei. Yo la observé y me senté en la cama.

—Sí —respondí desanimada. No tenía fuerzas ni ganas de hablar. Ella salió del cuarto y yo aproveché para acomodar mi pequeño cuerpo en la inmensa cama. Cerré mis ojos y a dormir, se ha dicho.

Han pasado días, semanas y meses. Todavía no sé nada de mi mamá. Todos los días, desde que me levanto hasta que me acuesto, estoy practicando ese idioma. Se llama inglés. He llorado tanto que ya no tengo lágrimas por derramar. Estoy tomando una pastilla todos los días que me ayuda a estar tranquila.

A la señora Emma y a sus hijos casi no los veo porque vivo encerrada en esta habitación. No me gusta salir. Únicamente lo hago a la hora del desayuno, el almuerzo y la cena. En esos momentos es que logro medio compartir con ellos, pero me miran tan feo que me siento como si yo fuera una cucaracha o algún tipo de bicho raro asqueroso. Muchas veces han dicho palabras que no entiendo. En las noches siempre salen discutiendo. Yo solamente saludo en inglés y me despido en inglés, como la señora Mei me está enseñando.

*****

Ya ha pasado un año desde que vi por última vez a mi mamá. Hoy estoy de cumpleaños, pero odio este día. No quiero que me hagan nada. Si lo llegan a hacer, voy a tirar todo al suelo, lo prometo. Ya aprendí a hablar inglés y también a escribir. Pocas cosas me faltan. Pronunciar las palabras me ha costado mucho.

Gracias a mi comportamiento, ya no me dan más sedantes. Así que trato de estar callada y tranquila. Algunas noches recuerdo a mi madre. A veces escucho su voz y otras veces veo la cadena que me regaló de corazón. Veo su foto y me siento muy triste por no saber nada de ella. No entiendo ¿Por qué se olvidó de mí? ¿Es que acaso nunca me quiso?

Estoy en la cama acostada, con la sábana hasta la nariz. No me quiero levantar el día de hoy, hoy es el peor día. Tengo malestares en mi estómago y me siento con un dolor en mi corazón. De paso, está haciendo mucho frío.

Tocan la puerta y entra Mei con una sonrisa de oreja a oreja. Ya no usa ese uniforme feo, cada día se viste mejor. Hoy está con un vestido naranja con flores blancas.

—Hola, mi niña, ¿cómo amaneces? Feliz cum…—No logra terminar de hablar porque la interrumpo.

—Mei, te dije que no quiero que me recuerdes que hoy es mi cumpleaños. Este es el peor día de mi vida, ¿no lo comprendes? —Le gritó molesta.

—Huy, qué mal. Hoy amaneciste con el pie izquierdo. Discúlpame, no volverá a suceder.

—Eso espero. —Digo con fastidio.

—Tu padre te espera en el despacho, ¿puedes ir por favor? —Pregunta con tranquilidad.

—No, no quiero ir. Que venga él, él es el interesado y la misma distancia de aquí para allá, es la misma que hay del despacho hacia acá. ¿No crees?

—Dana, te entiendo, sé lo que sientes. No debe ser fácil para ti, hoy es un día lleno de recuerdos, pero por favor no seas tan arrogante, ¡sí!, trata de controlar tu genio, respira, relájate.

—No quiero, ni me da la gana. Retírate sí, ¡es tan fácil para ti decirme que me controle! ¿Tú has pasado por lo mismo que yo? —Pregunto, viendo su rostro, esperando su respuesta—. Eso creí, así que es imposible que tú me entiendas. ¡Retírate! —Digo con rabia e ira por dentro.

Sé que cualquier persona que me vea puede decir que soy mala leche, pero pocas personas han pasado por lo que yo estoy viviendo, así que nadie tiene derecho de juzgarme menos Mei y Jacob. Hoy estoy con el genio alborotado, así que ¡no quiero sorpresas! Porque si lo hacen van a conocerme. He tratado de estar controlada por un año, pero hasta hoy.

Mei se retira y como a los 15 minutos, viene otra vez. Trae el desayuno, un vaso de leche tibia, con sándwich de queso y jamón y una taza de frutas.

—No tengo hambre. Dile a Ana que muchas gracias, pero no voy a desayunar. Únicamente quiero dormir.

—Por favor, mi niña, cómete toda la comida.

—Permiso, ¿se puede? —tocan la puerta y él pasa sin esperar respuestas.

—Si ya pasaste, ¿para qué preguntas si se puede?

—Ay, Dana, te voy a decir dos cosas, nada más. Si no te comes el desayuno, hoy en la noche tendré que hacerte la fiesta de cumpleaños. Yo sé que tú no quieres eso, pero como castigo lo hago y vas a estar obligada a ir ¿entendiste? —dice Jacob con el ceño fruncido.

—Eso se llama chantaje, y disculpa, se me había olvidado que aquí en esta casa, el que manda eres tú. Como usted diga, su alteza. Ya me como todo, tranquilo. —expreso con la voz un poco alta y haciendo una reverencia con mi mano y la cabeza.

—Qué bueno que lo tengas claro. —responde él un poco irritado.

—Si terminaste de sermonearme, te puedes retirar, ¿o su alteza tiene algo más que decir?

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Comments

Sam

Sam

Muy buen capítulo.

2023-05-09

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