—Dana, por favor, ¡tome mi brazo! —exclama la señora Mei.
La señorita Mei me ayuda a ponerme de pie. Ya me siento un poco mejor. Gracias a Dios, se me pasó el mareo. Entramos a un baño que está en la habitación. Es muy grande, parece otro cuarto. Ella me ayuda a quitarme el pijama de mariposas. Me quedo solo con el panti.
—Señorita Mei, me siento mucho mejor. No quiero ser grosera con usted, pero me gustaría bañarme sin que usted me vea. ¿Se puede retirar, por favor? —expreso en voz alta.
—Dana, el señor Jacob me ordenó no dejarla sola y ayudarla en todo lo que usted necesite. Usted está muy débil. No me puedo ir —informa ella, preocupada por lo que pueda pasar si Jacob se entera.
—Señorita, de verdad le agradezco su preocupación por mí, pero estoy mucho mejor. Mi mamá me enseñó desde los 4 años a bañarme y vestirme sola. Ella siempre se la ha pasado trabajando, todo para que a mí nunca me falté nada y por eso me enseñó a ser independiente.
Así que no necesito la ayuda de nadie y discúlpeme por ser tan sincera —concluyo, haciendo seña con mi mano hacia la puerta para que se retire.
—Ok, señorita Dana, como usted diga. Yo la voy a esperar en su cuarto. Si necesita algo, no dude en pedirlo —insiste con el tono de su voz un poco triste.
Ella sale del baño. Inmediatamente cierro la puerta. No quería lastimar los sentimientos de la señorita Mei, pero no puedo permitir que ella me bañe o me vista. ¿Acaso soy una bebé? Por supuesto que no, ya estoy grande. Siempre hago todo por mi cuenta.
A mi mamá le encanta bañarme, vestirme y arreglar mi cabello, pero no puede hacerlo muy a menudo, ya que trabaja todo el día y muchas veces no tiene ni descanso. Por eso es que me ha enseñado a hacer todo por mi cuenta y ser así me hace sentir bien. Pues veo que no soy una carga ni un dolor de cabeza. Soy una ayuda para mi mamá y para cualquier persona a mi alrededor.
Yo no quiero ser una carga para nadie, así que es mejor ser sincera y decirle a la señorita Mei lo que me gusta y lo que no. Ella tendrá que comprender igual que el señor Jacob. De todos modos, esto será por poco tiempo.
Mi mamá seguramente está buscando la manera de sacarme de aquí. Ella vendrá por mí y ya no tendré que seguir en esta casa ni hacer lo que estas personas quieren. Pero mientras esté aquí, seguiré haciendo lo que mi mamá me ha enseñado.
Mejor me baño y dejo de pensar tanto. Tengo muchísima hambre. Debo apurarme.
Abro la llave del baño y me meto en la regadera. El agua está calientita. Después de varios minutos, termino de bañarme y salgo, seco mi cuerpo y mi cabello, y me pongo un pantalón blanco y una blusa fucsia que están en unos ganchos pegados en la pared del mismo baño. Peino mi cabello de color castaño, es fácil de hacerlo, ya que es corto y liso, me llega un poco más abajo de los hombros.
La señora Mei abre la puerta sin tocar.
—¿Qué hace? —pregunto con enfado—. No debió haber entrado sin avisar.
—Disculpe, señorita Dana, puesto que se tardó demasiado en salir, tomé el atrevimiento de abrir la puerta. Creí que se había desmayado, me alegra que esté bien. Veo que estás casi lista, tienes que cepillar tus dientes y no olvides secar tus pies antes de ponerte las zapatillas que están aquí. —Señala la mesita donde estaba la ropa—.
—Ok, no se preocupe, ya estaba por hacer eso. Muchas gracias.
Enfrente de mí hay un espejo y el lavamanos, pero no veo el cepillo dental, Mei se fija en lo que estoy buscando, así que abre una gaveta y saca un cepillo dental nuevo y me lo entrega. Me cepillo los dientes, como mi mamá me enseñó. Luego seco mis pies y me pongo las zapatillas.
Salimos del baño, ella me pone crema en mis manos y cuello, luego me pone colonia en la blusa que llevo puesta.
—Muchas gracias, señorita Mei, lamento mucho lo que sucedió hace rato, no debí haber sido tan grosera con usted, es que me gusta que respeten mi espacio —le comento—. Pero por favor, cuando mi mamá venga por mí, no le diga nada, porque si usted le dice a ella lo que hice me va a castigar y no me dejará ver televisión por una semana. —Suplico, haciendo pucheros—. Yo entiendo que este es su trabajo y lo respeto, pero por favor no me trate como una niña, ya soy grande.
—No se preocupe, señorita Dana, la entiendo muy bien, pero por favor, delante del señor Jacob, no vaya a desobedecerme, y siempre haga lo que yo le pida por favor, es para evitar problemas con el señor Jacob. —Propone ella, casi rogando a que sea un poco más tranquila y sé que tiene razón, ya que mi mamá siempre dice que parezco, que como papel por lo rápido que me prendo, o mejor dicho me molesto.
—Claro que sí, ¡trato hecho! Yo no pienso desobedecerla, pero tampoco voy a hacer todo lo que ese señor quiere que yo haga. Yo muy pronto me voy a ir de aquí, mamá debe estar que llega por mí. Así que no me importa lo que él diga —le digo, cruzando mis brazos—. Y otra cosa que quería pedirle, ¿mientras estoy en esta casa me puede llamar solo Dana?
—Está bien, señorita —responde ella, tomando mi mano—. También me gustaría que, mientras estemos las dos solas, tú me puedas llamar solo Mei. Me gustaría ser tu amiga.
—Muchas gracias. Mientras estoy aquí, podemos ser amigas —le digo a Mei y le doy un abrazo—. Pero seremos amigas por muy poco tiempo, ya que estoy esperando que mi mamá venga a buscarme.
En eso tocan, Mei abre la puerta. Seguido entra una señora de piel blanca, con cabello rubio y un vestido blanco con azul. Se ve que come bastante. Ella le dice algo a Mei que no entiendo.
—Disculpe, Mei, pero no entiendo lo que dice esta señora. ¿Por qué habla de esa manera?
—Ay, mi niña, ella habla en otro idioma. Lo que dice es que el señor Jacob nos está esperando en el comedor para cenar —responde Mei.
—Pero no entiendo, ¿cómo así que otro idioma? —pregunto, ya que no sé qué significa eso.
—Dana, estamos en otro país y aquí se habla en otro idioma. No te preocupes, más tarde te explico —responde Mei.
Luego, Mei le responde algo a la señora que no entiendo para nada.
—¡Huy! ¡Qué feo hablan! —opino en voz alta—.
Mei se ríe. Salimos del cuarto. La señora de cabello rubio cierra la puerta del cuarto. Vamos por un pasillo. La casa es muy bonita. Hay muchos jarrones con flores artificiales de distintos colores y cuadros con paisajes llenos de montañas y árboles. Bajamos las escaleras.
Yo estoy agarrada de Mei, ya que me siento muy débil. Las piernas no paran de temblar. Rápidamente llegamos al comedor. El señor Jacob ya está sentado esperando por nosotros. Hay mucha comida en la mesa. Es larga y hay muchas sillas.
—Hola, Dana, te ves muy bonita vestida así. Muy diferente. Siéntate a mi lado, por favor —dice Jacob—. Y usted, señora Mei, por hoy puede comer con nosotros, siéntese al lado de Dana —comunica Jacob.
—¡Donde sea! Me da igual —murmuro con fastidio.
—Muchas gracias, señor Jacob —dice Mei.
Mei y yo nos sentamos, luego otra señora muy alta con cabello negro nos sirve la comida que está en la mesa, a todos nos da sopa. Todos comemos en silencio.
Luego sirven el pan con jamón y queso y jugo de naranja. Mi barriga ruge como si hubiera un león dentro. Tengo mucha hambre, me como toda la sopa de pollo, el pan y el jugo.
—Dana, ¡tenías hambre! ¿Quieres más? —pregunta Jacob, asombrado por verme comer tan rápido.
Este señor está buscando la manera de conversar conmigo, pero no le voy a responder.
—Niña, no seas grosera, debes responder cuando te hablo, ¡¡entendiste!! —exclama Jacob—. A esta niña no le han enseñado educación —agrega él.
—Señorita Dana, por favor respóndele al señor Jacob —dice Mei.
—No entienden que no quiero responder —Dios mío, ayúdame a hablar con este hombre, tengo que responderle al señor Jacob para que Mei no se meta en problemas por mi culpa. Volteo hacia donde el señor Jacob y sin miedo lo miro a los ojos y le digo.
—Gracias por la comida, tenía mucha hambre, pero todo es culpa suya, o se le olvidó, usted me ha mantenido dormida por una semana, así que tengo mucha hambre y me siento muy débil por su culpa —respondo.
—¡¡Niña!! No seas insolente, respeta a tus mayores —dice Jacob.
—No he terminado —le digo levantándome de la silla—. Yo no tengo por qué respetar a una persona que lo que ha hecho es hacerme daño, usted me secuestró y me separó de mi mamá. Usted debe decirme ¿dónde estoy? ¿Quién es usted? Y ¿por qué mi mamá no está aquí?
—Escucha bien, niña malcriada, yo no voy a permitir que me hables así. Tú tienes y debes respetar a tus mayores, ¿quieres saber quién soy yo? Con gusto te lo digo. Soy tu padre, cómo has escuchado mi nombre es Jacob Miller, ¿tu madre nunca te habló de mí?
—Hola, entonces tú eres el hombre que abandonó a mi mamá cuando ella estaba embarazada.
—Sí, Dana, soy yo. Pero lo hice por el bien de ustedes.
—¿Y por qué después de 8 años vienes y me alejas de mi mamá? Nosotras estábamos muy felices sin ti. Usted no tiene ningún derecho de alejarme de ella. ¡Nunca serás mi padre! Así que le agradezco que me lleve donde mi mamá, porque yo con usted, no quiero vivir. ¿Entendió?
*Jacob*
—Dana, yo te puedo dar un futuro mejor. Conmigo puedes tener todo lo que quieras. Tu mamá no puede darte un hogar, una familia, pero yo sí puedo.
—¿Quién le dijo a usted que yo quiero una familia? Mi mamá es todo para mí. Es lo único que me importa. No me interesa su cochino dinero ni lo que usted quiera o pueda darme. Yo solo quiero una cosa, y es estar con mi mamá.
—Dana, tu mamá está de acuerdo en que vivas conmigo.
—¡Mentira! —grito—. Mi mamá debe estar buscándome. Usted me secuestró. Ella nunca estaría de acuerdo con esto.
—¿No me crees? Yo te puedo demostrar que ella no quiere estar contigo.
—¡Mentiroso! Eres un mentiroso. –Le grito.
Él piensa que yo voy a confiar en él. Está muy equivocado. ¡Mi mamá jamás estaría de acuerdo en separarse de mí!
—Ven, Dana, siéntate, escucha a tu padre. Al parecer, él tiene razón. Él te lo va a demostrar. —Dice Mei.
—¿Qué vas a saber tú si él dice la verdad? ¿Acaso eres su cómplice? —le contesto a Mei, le volteo los ojos y vuelvo mi mirada a Jacob—. Y bueno, dígame, ¿cómo me va a demostrar usted que es cierto lo que dice? —le pregunto a Jacob muy molesta, pero con temor a lo que vaya a hacer o decir.
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