—Tiempo que no te portabas tan grosera. ¿Qué te pasa? ¿Quieres que llame a Huang? —preguntó el señor Jacob.
—¿Y para qué lo vas a llamar? Para drogarme como siempre lo hacen, ¿verdad? Ese tranquilizante es una droga —Digo con malhumor.
—No pienses así, todos nosotros queremos lo mejor para ti y no nos gusta verte sufrir —comenta, bajando su mirada al suelo.
—Sí, está bien pues, te creo —dije, volteando los ojos.
El señor Jacob salió de la habitación, dejó la puerta abierta y regresó en un instante con un regalo en sus manos.
—Princesa, mira lo que te traje. Es una computadora. En ella se te va a hacer más fácil aprender nuestro idioma.
—No quiero tu regalo. Simplemente quiero que se vayan de mi habitación —pedí, ya que estaba cansada de discutir.
—Ay, no, Dana, contigo no se puede. ¿Sabes? Tener una computadora también te puede ayudar a comunicarte con personas de fuera —Dice insistiendo Jacob, pero la última parte de lo que dijo me gustó. Tal vez con ese aparato logre saber de mi mamá.
—Jajajaja, ¿es en serio? ¿O me estás jugando una broma? —pregunté, levantando mi ceja.
—Sí, mi niña. En ella puedes contactar con personas en cualquier parte del mundo —dijo Mei con una sonrisa, moviendo la cabeza para que yo aceptara el regalo.
—¿De verdad? —me levanté de la cama de un salto y le quité el regalo de sus manos.
—Bueno, si es así, sí lo recibo. Muchas gracias, señor Jacob —dije, sacando la computadora y colocándola en la mesa de noche.
Jacob estaba muy feliz porque tomé el regalo con tanto entusiasmo.
—Dana, un momento. Primero debes desayunar —expresó Mei, tomándome por mis hombros.
Le hice caso y desayuné, pero muy poco, ya que últimamente no me está gustando mucho la comida. El mismo sabor siempre. De verdad que extraño la comida de mi país, en especial la de mi mamá.
Al terminar de comer, ella prendió la computadora y nos conectamos al internet de la casa y me abrió un correo.
Ese día no estudiamos inglés. La pasamos todo el día metidas en la computadora. Le he agarrado tanto cariño a Mei. Ella siempre está para mí y nunca me ha abandonado. Pero bueno, ese es su trabajo. Ojalá no fuera solo por eso, sino porque realmente me quiere.
Después de varios días, recibo un mensaje en el correo. Todo en la computadora está en inglés, lo cual me gusta, ya que logro practicar más el idioma. Estamos en mi habitación viendo el correo y resulta ser de un colegio.
Estoy muy feliz porque he aprendido mucho de ese idioma. Ya no me siento tan perdida y puedo entender casi todo lo que conversan conmigo. Sé cómo saludar, también sé los números, los colores, los días de la semana y los meses del año. La mayoría de las cosas me las sé, únicamente me cuesta pronunciar algunas palabras. Veo muchas películas de niños en inglés, en especial las de Disney, las cuales me encantan y me están ayudando mucho.
Tocan la puerta, pero pasan sin esperar que yo les dé mi autorización. Es la señora Emma y Jacob. ¿Ahora qué querrán?
—Hola, ¿cómo estás mi niña? —dice Emma con una sonrisa.
—Hola —respondo sin expresión.
—Mei, puedes retirarte. Necesitamos hablar algo con Dana a solas —exige Jacob.
—Sí, claro. Me voy con permiso —Mei se retira y estas personas se sientan en los muebles con toda la confianza del mundo.
—Mi niña, te tenemos una sorpresa. A partir de enero vas a empezar a estudiar. ¿Qué te parece? —dice la barbie, es igualita a una de las que sale en las películas.
—Bien —digo sin expresión alguna. Ya había leído la carta que me llegó al correo, en ella me hacen la invitación para el nuevo año y me van a hacer una prueba para ver en qué grado me colocan.
—Solo bien, al menos regálame un abrazo —dice Emma.
Me acerco a ella y la abrazo. Algo dentro de mí hace que me sienta feliz. Sus abrazos me recuerdan a mi mamá.
—¿Te gustaría tener un día conmigo, un día de mujeres? ¿Te parece? Tú y yo, a solas.
—Sí, me encantaría. Muchas gracias —le digo.
—¿Hacia dónde te gustaría ir?
—Hacia la playa. Me encantaría volver a verla —respondo tímidamente.
—Me alegro. Entonces vamos a ir a la playa mañana —dice Emma con una gran sonrisa.
—Gracias — le digo. Me pongo muy feliz y la abrazo nuevamente.
Mi padre está al lado de ella y se echa a reír. Yo todavía no lo paso ni con agua, así que apenas él se ríe, me pongo rígida y seria. Él lo nota y se pone triste y se retira del cuarto sin decir ni una palabra. Está loco si cree que con tan solo un año lo voy a perdonar. Nunca en mi vida voy a perdonar que él me haya separado de mi mamá.
Aunque también ella puede ser que tenga la culpa, porque nunca ha venido por mí. Lo más probable es que nunca me amó. Si lo hubiera hecho, estaría haciendo todo por estar aquí conmigo.
Pero la señora Emma no tiene la culpa de lo que ha hecho Jacob, así que a ella sí le daré una oportunidad. Con sus hijos no me llevo, ya que siempre me dicen "bastarda". Busqué por internet y una bastarda es una hija fuera del matrimonio, fruto del engaño y la traición.
Muchas veces pienso si mi mamá sabía que él estaba casado, ¿por qué no se alejó de él? No podía buscar otro hombre. Si lo hubiera hecho, todavía estaríamos juntas. Mei siempre me recuerda que no puedo guardar rencor contra ella, ya que algún día le voy a poder preguntar todo lo que yo quiera.
—Bueno, mi niña hermosa, nos vemos mañana. Después de que desayunes, nos vamos. —dice la señora Emma, que es tan dulce y tan bonita.
—Perfecto, muchas gracias —respondo con una sonrisa.
Ella se retira del cuarto y Mei entra.
—¿Qué te dijo la señora Emma? ¿Por qué se quedó a solas contigo? —pregunta Mei.
—Me invitó a pasear por la playa mañana.
—¿Y piensas ir con ella? ¿Estás segura?
—Sí, claro que voy a ir. A mí me encanta la playa y de esa manera voy a poder conocerla.
—Dana, por favor, no vayas. Pon alguna excusa, pero no vayas.
—¿Pero por qué?
—Hazme caso, mi niña. —me dice tomándome la cara.
—No, Mei. Es una decisión tomada. Ella me cae muy bien. Quiero conocerla.
—¿Por qué siempre eres tan terca? Si vas con ella, al menos abrígate bien. Afuera está haciendo mucho frío. No quiero que agarres algún resfriado. —comenta ella alborotando mis cabellos.
El día pasó sin contratiempos, no hubo sorpresas y para mí fue un alivio. Esa noche no pude dormir de la emoción, voy a volver a ver el mar. Me encanta, para mí es como una manera de viajar por diferentes lugares simplemente con verlo.
Estamos desayunando y en eso viene la señora Emma a buscarme.
—Estamos listas —responde Mei levantándose de la mesa—. Dana, vamos a cepillarnos los dientes, ya venimos señora Emma.
—Solo vamos Dana y yo —responde Emma con las manos cruzadas y un tono de voz serio.
—Pero… —comenta Mei, anda muy preocupada, no entiendo el porqué.
—Pero nada, ¿no entiendes que tú no vas? Solo vamos yo y Dana, ¿entendiste?
—Sí señora —responde Mei triste.
Subimos las escaleras, avanzamos por el pasillo y llegamos a la habitación. Entro al baño y me cepillo los dientes, salgo y veo a Mei sentada en la cama, comiéndose las uñas.
—¿Qué tienes? Es la primera vez que te veo así.
—Esa señora me da muy mala espina. Para ellos, tú únicamente eres una bastarda…
—Y lo soy, ¿no?
Salgo corriendo ya que no me gustó que ella también piense eso de mí, bajo las escaleras y me encuentro con la señora.
—Vámonos, Dana. —Dice ella.
Me coloco la chaqueta gruesa de color rojo que Mei me regaló, me visto con pantalón y suéter negro, guantes, bufanda y gorro rojos.
La señorita Emma se va hacia el carro. Yo estoy en la puerta de la casa cuando llega Mei.
—Mi niña, en este bolso te preparé algunos sándwiches como a ti te gustan y un jugo de naranja. También van algunas manzanas. Cuídate mucho y portate bien. Te quiero muchísimo. —Dice Mei. Está muy triste. No sé en qué momento bajé las escaleras, pero me alegro mucho que me quiera.
Me despido de Mei con un fuerte abrazo. Ella nunca me había dado uno. También me besa la frente.
Al salir de la casa siento mucho frío. Me monto en el vehículo de la señora Emma y salimos directo a la playa.
En media hora ya estábamos llegando. Eran casi las 11:00 AM.
Al ver el mar a lo lejos, siento una emoción tan grande. Huele a fresco y a sal, pero me encanta.
Entramos a una tienda donde todo está calentito. La mayoría de las personas están tomando chocolate caliente y también huele a canela, lo cual me encanta. Nosotras también compramos chocolate caliente y unas galletas de vainilla.
Luego de comer, salimos de la tienda y nos dirigimos directo al mar. Caminar por la arena y ver el paisaje tan hermoso, respirar el aire fresco me ayuda a no pensar en nada. Solo siento paz y tranquilidad.
Caminamos y caminamos. Emma no dice ni una palabra. Llegamos a unas rocas y, por fin, después de casi una hora, ella se digna a hablarme.
*Emma*
—Ven, siéntate en esta roca. Está seca. Vamos a descansar.
— ¿Por qué no me has dicho nada en el camino? ¿Te sucede algo? —Le pregunto, pero ella se queda viendo el mar como hipnotizada. Después de varios minutos, responde. La veo tan extraña. No parece la misma que estaba en la casa.
— Ay, princesa, es que tengo mucha hambre.
— ¿Y por qué no comemos? Mei, en mi bolso, guardó algo de comida.
—¡Ah, sí, ella me comentó! Bueno, ¿qué te parece mi idea? Tú te quedas aquí un momento y yo voy y busco tu bolso. —Comenta ella, tocando un mechón de su hermoso cabello.
— ¿Me quedo yo sola aquí? ¿No es peligroso? —Pregunto con algo de miedo.
—¡No! ¡No es peligroso! Tranquila, cuenta hasta 100 y cuando hayas terminado, ya yo habré llegado.
—¿Seguro? ¿Me lo prometes?
—Te lo prometo. Tranquila, confía en mí.
En eso, ella se agacha y me da un beso en la frente. Me sentí tan rara y tan extraña con ese beso.
La veo irse. Estamos tan lejos de donde ella dejó el auto que, de verdad, yo no me acuerdo dónde estamos.
Caminamos y caminamos viendo el mar y nunca miré hacia atrás. Ahora, yo no sé dónde estoy, pero voy a confiar en ella. Seguro busca el almuerzo, comemos y nos regresamos a la casa.
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