El viaje hacia el gran sabio no fue fácil. Edward y Elena tuvieron que enfrentarse a muchos peligros y obstáculos en su camino. Uno de los más temibles fueron los gigantes de hielo, unos seres enormes y feroces que vivían en las montañas y que atacaban a cualquier intruso que se acercara a su territorio.
El carro avanzaba por un estrecho sendero entre las montañas, cuando de repente se escuchó un estruendo que hizo temblar el suelo. Edward, Elena y Dwalin se asomaron y vieron a dos enormes figuras de hielo que bloqueaban el paso. Eran dos gigantes de hielo, una raza de seres hostiles que habitaban en las zonas más frías y remotas del mundo. Tenían la piel azulada y los ojos blancos, y llevaban armas rudimentarias hechas de piedra y hielo.
-¡Por los dioses! ¡Son gigantes de hielo! ¡Rápido, hay que dar la vuelta! Gritó Dwalin, tomando las riendas del carro.
-No podemos, nos han visto. Tenemos que luchar. Dijo Edward, sacando su espada.
-¿Luchar? ¿Contra esos monstruos? ¿Estás loco? Dijo Elena, asustada.
-No tenemos otra opción. Confía en mí. Dijo Edward, con determinación.
Edward saltó del carro y se dirigió hacia los gigantes, que rugieron al verlo acercarse. Elena y Dwalin lo siguieron, aunque con menos entusiasmo. Los gigantes les lanzaron pedruscos y trozos de hielo, que Edward esquivó con agilidad. Luego se acercó al más pequeño de los dos, que medía unos diez metros de altura, y le asestó un tajo en la pierna. El gigante aulló de dolor y trató de aplastar a Edward con su pie, pero este se apartó a tiempo.
Edward sabía que su espada no era suficiente para derrotar a los gigantes. Necesitaba usar su habilidad especial: el control del mana. El mana era la energía vital que fluía por todo lo creado, y Edward lo podía manipular para realizar proezas extraordinarias.
Edward concentró su mana en su mano derecha, y creó una bola de fuego que lanzó contra el gigante. La bola impactó en el pecho del gigante, quemando su piel y haciéndolo retroceder. El otro gigante vio lo que pasaba y se enfureció. Cogió una enorme lanza de hielo y se la arrojó a Edward con fuerza. Edward vio venir la lanza y usó su mana para crear un escudo invisible que la detuvo. Luego usó su mana para levantar la lanza del suelo y devolvérsela al gigante con más fuerza. La lanza atravesó el brazo del gigante, que soltó un grito de agonía.
Edward aprovechó la oportunidad para acercarse al primer gigante, que estaba debilitado por el fuego. Usó su mana para aumentar su velocidad y saltó sobre el cuello del gigante. Con un rápido movimiento, le cortó la garganta con su espada. El gigante cayó al suelo sin vida, provocando una gran nube de polvo.
El segundo gigante vio caer a su compañero y se llenó de rabia. Se abalanzó sobre Edward con intención de aplastarlo con sus manos. Edward usó su mana para crear una ilusión de sí mismo que distrajo al gigante por un momento. Luego usó su mana para crear una espada de fuego más grande y poderosa que la suya. Con ella le cortó la pierna al gigante, haciéndolo caer al suelo con un estruendo. Edward se acercó al gigante y le clavó la espada de fuego en el corazón, acabando con su vida.
Edward respiró aliviado y se limpió el sudor de la frente. Había logrado vencer a los gigantes de hielo, unos seres que según la mitología nórdica eran enemigos de los dioses y causantes del fin del mundo. Se sintió orgulloso de su habilidad con el mana, que le había permitido crear fuego, ilusiones y escudos. Era un poder muy útil, pero también muy peligroso si se usaba mal.
Edward volvió al carro, donde le esperaban Elena y Dwalin. Elena lo abrazó y le besó en la mejilla, agradecida por haberla salvado. Dwalin lo felicitó por su valentía y le dijo que era un gran guerrero. Edward sonrió y les dijo que no había sido nada, que solo había hecho lo que tenía que hacer.
Los tres subieron al carro y reanudaron su viaje hacia el gran sabio, esperando no encontrarse con más gigantes de hielo en el camino.
Después de varios días de viaje, Edward, Elena y Dwalin llegaron a la cueva de las ilusiones, el hogar del gran sabio. Según les habían contado, el gran sabio era un anciano que poseía un gran conocimiento sobre los secretos del mundo. Era el único que podía ayudarlos a encontrar la manera de detener al malvado Maestro de armas, que quería conquistar el mundo con su ejército de sombras.
La cueva era una enorme abertura en la roca, rodeada de vegetación y flores de invierno. Parecía un lugar tranquilo y acogedor, pero los tres sabían que no debían confiarse. Dwalin les dijo que para llegar al gran sabio había que pasar por una matriz de ilusiones, una prueba que consistía en atravesar una serie de salas donde se proyectaban imágenes falsas que podían engañar los sentidos y la mente. Solo los que fueran capaces de distinguir la realidad de la ilusión podrían llegar al final.
Edward se armó de valor y entró en la cueva, seguido por Elena y Dwalin. Al principio todo parecía normal, solo había oscuridad y silencio. Pero pronto empezaron a ver luces y sombras que se movían por las paredes. Luego escucharon voces y sonidos que les resultaban familiares. Era como si la cueva les mostrara sus recuerdos más íntimos y emotivos.
Edward vio a Alonso, que había muerto en el asedio a ciudad capital. Le sonreía malvadamente y le decía que era incompetente y débil. Elena vio a su padre, que había sido mutilado en la guerra. Le pedía que le salvara. Dwalin vio a su hermano, que había desaparecido en una expedición. Le contaba sus aventuras y le invitaba a unirse a él.
Los tres se sintieron tentados de acercarse a sus seres queridos, pero se dieron cuenta de que era una trampa. Sabían que esas personas no estaban allí, que solo eran ilusiones creadas por la cueva para distraerlos y confundirlos. Se recordaron a sí mismos su objetivo y se resistieron a caer en el engaño.
Continuaron avanzando por la cueva, ignorando las ilusiones que se les presentaban. Pero cada vez eran más intensas y difíciles de distinguir. Ahora veían escenas de su pasado donde habían cometido errores o sufrido pérdidas. La cueva les hacía sentir culpa y remordimiento por lo que habían hecho o dejado de hacer.
Edward vio el momento en que el séptimo general apareció frente a el. Vio como mataba a sus amigos, mientras él huía del peligro . Elena vio el momento en que su ciudad cayo y se unió a las sombras. Vio cómo su padre le clavaba un puñal en el pecho, mientras le decía que nunca la había amado. Dwalin vio el momento en que su hermano se marchó sin él. Vio cómo él le rogaba que se quedara, mientras él le decía que era un cobarde y un inútil.
Los tres se sintieron abrumados por el dolor y la vergüenza que les provocaban esas ilusiones. Se preguntaron si habrían podido hacer algo diferente para evitar esos acontecimientos. Se cuestionaron si merecían seguir viviendo después de lo que habían pasado.
Pero entonces recordaron que esas ilusiones también eran falsas, que solo eran una forma de manipular sus emociones y hacerlos dudar de sí mismos. Se recordaron que tenían una misión importante, que debían llegar al gran sabio para salvar Faunia. Se recordaron que no estaban solos, que se tenían el uno al otro para apoyarse y animarse.
Se tomaron de las manos y siguieron caminando por la cueva, rechazando las ilusiones aunque les doliera. Hasta llegar a una sala iluminada por luces de colores, con un ambiente acogedor y agradable.
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❊Andy Munf
/NosePick//NosePick//NosePick/
2023-10-15
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