Era temprano en la nevada mañana, y el vigía del fuerte mantenía la seguridad mientras Edward y Celadon se preparaban en el patio para partir. Tenían que ir a una misión peligrosa. Edward estaba nervioso y emocionado a la vez. Celadon estaba tranquilo y confiado. En ese momento se acerco Arón a ellos con ganas de acompañarlos. Era el fiel lobo gris de Celadon, que siempre lo seguía a todas partes. Pero Celadon acariciando su cabeza con ambas manos le dijo que esta vez debía quedarse.
-Lo siento, amigo. Esta vez no puedes venir con nosotros. Es demasiado peligroso - le dijo Celadon con cariño.
-¿Qué? ¿Por qué no? Arón es fuerte y valiente. Puede ayudarnos a luchar - protestó Edward, que se había encariñado con el lobo.
-Lo sé, Edward. Pero esta misión requiere un toque más humano. No podemos llevar a Arón con nosotros - explicó Celadon con paciencia.
-Pero... pero... - balbuceó Edward, sin convencerse.
-No te preocupes, Edward. Arón estará bien aquí. Y con suerte nosotros volveremos pronto, sanos y salvos - le aseguró Celadon con una sonrisa.
-¿De verdad? - preguntó Edward con duda.
-De verdad - afirmó Celadon con firmeza.
-Bueno, está bien. - Dijo Edward convencido.
-Tranquilo volveremos sanos y salvos- dijo Celadon con sinceridad.
El gran lobo gris se entristeció pero entendió la orden de su amo. Se echó en el suelo y los miró con sus ojos dorados. Les dio un último lametazo y un gruñido afectuoso. Edward y Celadon le devolvieron el gesto y se despidieron de él. Luego se montaron en sus caballos y salieron del fuerte, dispuestos cara a cara con el peligro.
Entonces las puertas del fuerte se abrieron, era hora de irse, Edward y su maestro Celadon avanzaron al exterior, el frío golpeaba sus rostros mientras descendían por la helada cordillera. Mientras avanzaban, podían ver la nieve cubriendo todo el paisaje, extendiéndose hasta donde alcanzaba la vista.
A medida que avanzaban, Celadon le impartía el plan a Edward y le hacía preguntas sobre las habilidades que había obtenido. Era una especie de prueba para verificar el conocimiento que había adquirido en su entrenamiento y, al mismo tiempo, permitir que Edward asumiera un papel más activo en la tarea de tomar decisiones.
Mientras andaban por el paisaje de la montaña nevada, Edward se sentía un poco nervioso en algunas partes del camino escarpado, pero Celadon le daba orientación tranquilizadora y le recordaba que debía confiar en sus instintos.
Finalmente, llegaron al fondo de la cordillera donde se extendía un hermoso valle. Allí, el frío era un poco menos estable, y las criaturas del campo se movían libremente, incluyendo un pequeño grupo de ciervos que corrían a través de la nieve.
Celadon le pidió a Edward que utilizara sus habilidades para rastrear a los ciervos, y así lo hizo. Después de una breve persecución, Edward fue capaz de acercarse silenciosamente a uno de los ciervos y tenerlo en su mira para cazarlo. Acamparon esa noche en un refugio improvisado degustando de una sabrosa carne de siervo.
En la mañana siguiente continuaron su camino, Edward se encontraba practicando sus habilidades mágicas cuando escucharon sonidos de lucha y gritos de ayuda, en poco tiempo llegaron a un herrero que estaba siendo perseguido por un grupo de duendes.
Los duendes, que eran conocidos por ser seres traviesos y peligrosos, rodeaban al herrero con espadas y dagas, listos para atacar.
-¡Agamos esto! Ordeno Celadon, no podían permitir que algo así sucediera delante de sus ojos y se enfrentaron a los duendes.
Al principio, los duendes parecían estar ganando, pero a medida que la pelea continuaba, Edward y Celadon mostraron sus habilidades de lucha y comenzaron a dominar a los duendes. El herrero estaba impresionado y agradecido, y se unió a la pelea para defender su vida y su hogar.
Finalmente, los duendes fueron vencidos y huyeron del lugar en todas las direcciones. El herrero agradeció a Edward y Celadon por salvar su vida y ofreció su hogar como refugio durante la noche en su pueblo.
Después de una cálida cena, Edward y Celadon fueron llamados por el anciano del pueblo. Se reunieron en privado en una pequeña cabaña y este les explicó que había estado sufriendo constantes ataques de duendes. Habían intentado lidiar con ellos por años, pero se encontraban en una situación complicada.
-Los duendes son unas criaturas malvadas y astutas. Viven en una cueva al otro lado del bosque. Cada noche salen de su escondite y nos atormentan. Nos roban la comida, el ganado, las herramientas y todo lo que encuentran. Incluso en ocasiones raptan a nuestros niños y a nuestras jóvenes doncellas. No sabemos qué les hacen, pero tememos lo peor - les dijo el anciano con angustia.
-¿Y no han intentado defenderse? ¿No tienen armas o guardias? - preguntó Celadon con curiosidad.
-Claro que hemos intentado defendernos. Hemos usado espadas, arcos, trampas, antorchas y todo lo que se nos ha ocurrido. Pero los duendes parecen inmunes a cualquier método defensivo que hemos intentado. Son rápidos, ágiles y escurridizos. Se mueven entre las sombras y nos atacan por sorpresa. No podemos hacerles frente - les dijo el anciano con frustración.
-Ya veo. Es una situación difícil - dijo Celadon con comprensión.
-Por eso estamos tan agradecidos de que hayan venido. Cuando los vimos llegar al pueblo, pensamos que eran nuestra salvación. Ustedes son aventureros experimentados, ¿verdad? Han viajado por muchos lugares y han enfrentado a muchos peligros. Seguro que saben cómo lidiar con los duendes - les dijo el anciano con esperanza.
-Bueno, eso depende - dijo Celadon con cautela.
-¿Depende de qué? - preguntó el anciano con confusión.
-Depende de la recompensa - dijo Celadon con firmeza.
Entonces uno de los presentes del pueblo, un hombre joven y corpulento que parecía ser el hijo del anciano, se levantó ofendido y molesto. Sintió que era vergonzoso pedir algo así en su actual situación.
-¿Recompensa? ¿Qué recompensa? ¿Acaso no es suficiente con que les ofrezcamos nuestra hospitalidad y nuestra gratitud? ¿Acaso no tienen corazón ni honor? ¿Cómo se atreven a pedirnos algo a cambio de ayudarnos? ¡Somos un pueblo pobre y desesperado! ¡No tenemos nada que darles! ¡Deberían ayudarnos por simple bondad! - exclamó el hombre con ira.
-Cálmate, hijo. No seas tan impulsivo - le dijo el anciano con calma.
-No me calmo, padre. Estos hombres son unos mercenarios sin escrúpulos. Solo les importa el dinero y no la gente. No merecen nuestra confianza ni nuestro respeto - dijo el hombre con desprecio.
-Basta ya, hijo. Siéntate y déjame hablar - le ordenó el anciano con autoridad.
El hombre se sentó a regañadientes y se cruzó de brazos. El anciano se dirigió a Celadon y Edward con una expresión apenada.
-Perdonen a mi hijo. Está muy alterado por todo lo que ha pasado. No quiso ofenderlos ni faltarles al respeto - les dijo el anciano con disculpa.
-No hay problema, señor. Entendemos su situación y su frustración - dijo Edward con diplomacia.
-Gracias por su comprensión. Verán, nosotros somos un pueblo humilde y trabajador. No tenemos mucho que ofrecerles como recompensa. Pero estamos dispuestos a darles lo que podamos. Tenemos algunas monedas de oro, algunas joyas antiguas, algunas pieles de animales y algunas hierbas medicinales. Tal vez no sea mucho, pero es lo mejor que podemos hacer - les dijo el anciano con sinceridad.
Celadon y Edward se miraron entre sí y evaluaron la oferta del anciano. Celadon era un hombre serio, realista, pero a veces se pasaba de la raya. Edward era un joven idealista y generoso, que siempre buscaba ayudar a los demás. Tenían opiniones diferentes sobre lo que debían hacer.
-Bueno, señor. Agradecemos su oferta, pero nos parece insuficiente. Nosotros somos profesionales y arriesgamos nuestra vida en cada misión. Creemos que merecemos una recompensa mayor - dijo Celadon con firmeza.
-¿Qué? ¿Estás loco, Celadon? ¿No ves que esta gente necesita nuestra ayuda? ¿No te importa nada más que el dinero? ¿No tienes compasión ni sentido de la justicia? Debemos ayudarlos sin pedir nada a cambio - dijo Edward con indignación enfrentando a su maestro.
-No seas ingenuo, Edward. Esto es un negocio, no una obra de caridad. No podemos trabajar gratis ni regalar nuestro tiempo y nuestro esfuerzo. Si queremos seguir viviendo y viajando por el mundo, necesitamos dinero y recursos. No podemos conformarnos con lo que nos den - dijo Celadon con pragmatismo.
-No seas egoísta, Celadon. Esto es una cuestión de principios y de valores. No podemos ignorar el sufrimiento y la necesidad de los demás. Si podemos hacer algo para mejorar su situación, debemos hacerlo. No podemos aprovecharnos de su desgracia - dijo Edward con idealismo.
Celadon y Edward empezaron a discutir acaloradamente, sin ponerse de acuerdo. El anciano y su hijo los observaban con asombro y preocupación.
-Por favor, señores. No discutan entre ustedes. Traten de llegar a un acuerdo - les pidió el anciano con apuro.
-Sí, por favor. No nos hagan perder el tiempo. Necesitamos su ayuda cuanto antes - les pidió el hijo con urgencia.
Celadon y Edward se dieron cuenta de que estaban causando una mala impresión y decidieron calmarse.
-Está bien, está bien. Dejemos de discutir - dijo Celadon con resignación.
-Sí, sí. Hagamos las paces - dijo Edward con conciliación.
Celadon y Edward se estrecharon la mano y se disculparon por su comportamiento.
-Lo siento, maestro. No quise ofenderte ni faltarte al respeto - dijo Edward con sinceridad.
- Tranquilo, puedo ver que as crecido en caracter, Edward. No quise ser grosero ni insensible - expresó Celadon despeinando a Edward.
Luego se dirigieron al anciano y a su hijo con una sonrisa.
-Bueno, señores. Hemos llegado a un acuerdo - dijo Celadon con amabilidad.
-Sí, señores. Hemos decidido aceptar su oferta - dijo Edward con amabilidad.
El anciano y su hijo se alegraron y les agradecieron.
-Gracias, gracias. Son muy generosos y bondadosos - les dijo el anciano con gratitud.
-Sí, sí. Son muy valientes y nobles - les dijo el hijo con admiración.
Luego les entregaron la recompensa prometida y les indicaron la ubicación de la cueva de los duendes.
-La cueva está al otro lado del bosque, cerca de un río. Tengan cuidado, los duendes son muy peligrosos y astutos - les dijo el anciano con precaución.
Celadon y Edward tomaron la recompensa y se prepararon para salir.
-No se preocupen, señores. Volveremos pronto con buenas noticias - les dijo Celadon con confianza.
-Sí, sí. Y no teman por nosotros, sabremos cómo lidiar con los duendes - les dijo Edward con confianza.
Celadon y Edward salieron de la cabaña y se dirigieron al bosque, dispuestos.
Esta no era una tarea fácil, ya que se sabía que los duendes eran expertos en esconderse y su guarida estaba escondida en una caverna en las profundidades del bosque.
Con la información proporcionada por el pueblo, Edward y Celadon planearon su ataque y se prepararon para enfrentarse a los duendes. Viajaron juntos hacia la guarida de los duendes, que estaba escondida en lo profundo del bosque.
A medida que se acercaban a la guarida de los duendes, Edward y Celadon comenzaron a notar el terreno cambiando. El bosque se oscurecía y las profundidades de la guarida parecían estar rodeadas por un misteriosa y oscura aura.
Finalmente, llegaron a la entrada de la guarida de los duendes, y estaban preparados para entrar. Sin embargo los duendes se encontraban más preparados de lo esperado. Tenían guardias en la entrada.
-Tengo un método para entrar sin ser detectados maestro.
En susurros, Edward uso un increíble hechizo para dormir y se abrieron paso dentro de la caverna, con un magia de luz en la oscura caverna y teniendo el efecto sorpresa de su parte lucharon contra los duendes en su camino a través de los oscuros túneles. No fue una lucha fácil, los duendes eran astutos en su forma de atacar, y ellos aprovechaban su conocimiento del terreno.
Pero Edward y Celadon habían pasado por situaciones difíciles antes, fue entonces que Edward utilizó su gran habilidad como arquero y Celadon sus habilidades de lucha que había adquirido en su larga vida como guerrero.
Juntos, hicieron una gran matanza de duendes, llegando finalmente a la cámara principal donde el líder de los duendes estaba esperando. El líder de los duendes hizo una amplia sonrisa al verlos entrar y les ofreció una propuesta:
Les dio la opción de abandonar el pueblo y olvidar todo sobre los ataques de los duendes, o quedarse y enfrentar un ataque coordinado de todos los duendes del bosque.
Edward y su compañero se miraron fijamente. El maestro Celadon no se dejo disuadir por el líder de los duendes y riendo le dio una respuesta determinante:
-Los siento amigo, pero tu cabeza ya tiene precio.
Con eso dicho, la lucha comenzó. La guarida de los duendes se convirtió en un verdadero campo de batalla, donde Edward usando su magia y su espada lucho codo con codo junto a Celadon, contra sus enemigos.
Los duendes no eran enemigos fáciles de enfrentar y se defendían vehemente, pero Edward y Celadon habían adquirido un gran control sobre la lucha y derrotaron a la mayor cantidad posible de duendes.
A través de la intensa lucha, el líder de los duendes cayó en combate. Con la derrota de su líder, los duendes fueron paralizados momentáneamente. Edward aprovechó este tiempo y habló al grupo de duendes que quedaban y les ofreció una oportunidad de paz.
-Márchense y dejen el pueblo en paz si no quieren ser erradicados para siempre.
Finalmente, los duendes aceptaron la oferta de Edward y de Celadon y prometieron dejar el pueblo en paz. Tomaron a los rehenes y les devolvieron su libertad. La victoria, aunque costosa, fue muy gratificante para todos los habitantes del pueblo, que agradecieron a Edward y Celadon por restaurar la paz en su hogar. Y como lo prometido es deuda fueron recompensados con equipo, comida y una bolsa de oro.
Edward y Celadon partieron del pueblo, dejando la victoria a sus espaldas. La experiencia había sido valiosa para Edward, dándose cuenta de como y cuando valorar cuando vale la pena correr el riesgo y el valioso papel que jugaban al ayudar a aquellos en necesidad.
De camino a su destino, Edward reflexionaba sobre las habilidades que había usado para combatir a los duendes y cómo había sido capaz de utilizarlas para ayudar al pueblo.
Celadon notó los pensamientos de Edward y lo felicitó por sus habilidades, y le recordó la importancia de seguir mejorando sus habilidades de lucha en caso de enfrentar próximos peligros. Edward asintió con la cabeza, sabiendo que el viaje apenas empezaba y que él todavía tenía mucho que aprender de su asombroso maestro y la vida.
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Comments
☆●○Burbujaslayer●○★
jajaja Decidase de que lado esta?
2023-08-19
2
❊Andy Munf
Pobres duendes.
2023-08-17
42
☆●○Burbujaslayer●○★
De eso se trata, que imbuya tu corazón de emoción.
2023-04-23
4