Tras una larga travesía por el desierto, los héroes hallaron un oasis en medio de aquel páramo desolado, conocido como "El valle de los lamentos". Allí se refugiaron del sol abrasador bajo las palmeras y se refrescaron con el agua cristalina. A Edward le llamo la atención el nombre de dicho desierto y le pegunto a Celadon.
-¿Porque este lugar se llama el valle de los lamentos?
Celadon suspiró y respondió -Este oasis solía ser un lugar de paz y tranquilidad, pero hace muchos años, una gran batalla tuvo lugar aquí. Fue una de las más sangrientas de la historia, y muchos guerreros perdieron la vida en este lugar. Se dice que los lamentos de los caídos todavía se pueden escuchar en las noches más oscuras.
Edward frunció el ceño, impresionado por la historia. Drakarus, por su parte, se acercó a ellos y dijo:
-Debemos tener cuidado en este lugar, los espíritus de los caídos pueden estar enojados y buscar venganza.
Los héroes continuaron descansando y reponiendo fuerzas, pero siempre alerta ante cualquier peligro que pudiera aparecer.
De repente, un fuerte viento comenzó a soplar y la arena del desierto comenzó a levantarse en remolinos. Los héroes se cubrieron los ojos y las bocas para protegerse de la arena. Los caballos comenzaron a inquietarse y se percataron de que no era un viento común.
La arena comenzó a moverse como si tuviera vida propia. Los héroes se pusieron en guardia, listos para enfrentar cualquier peligro que pudiera aparecer.
De repente, la arena tomó forma de varios guerreros esqueléticos, armados con espadas y escudos. Eran los espíritus de los guerreros caídos en la batalla del "Valle de los lamentos".
Los héroes se enfrentaron valientemente a los espíritus que los acechaban en la oscuridad, pero sus armas y hechizos no parecían hacerles mella. Los espíritus se movían con una velocidad sobrenatural y los esqueletos desataban una furia devastadora sobre ellos. Los héroes se sentían impotentes y desesperados ante aquellos enemigos inmortales.
De pronto, Edward recordó algo que había visto en una de las páginas más antiguas y polvorientas de un libro de hechizos que había encontrado en la biblioteca de su maestro. Era una fórmula para disipar a los espíritus malignos con la luz de la verdad.
Sin perder tiempo, Edward juntó sus manos y pronunció las palabras mágicas con voz firme y clara. Al instante, una luz cegadora brotó de sus palmas y se expandió por todo el lugar, envolviendo a los héroes y a los espíritus. Los espíritus soltaron unos alaridos agónicos y se desintegraron en el aire. Los héroes se cubrieron los ojos con los brazos y sintieron un calor reconfortante en sus cuerpos. Cuando la luz se apagó, los héroes abrieron los ojos y contemplaron el escenario. No quedaba ni rastro de los espíritus. Habían sido liberados de su tormento.
Drakarus se acercó a Edward con una expresión de asombro y admiración. Le dio una palmada en el hombro y le dijo. -Ese fue un hechizo impresionante, Edward. Nunca había visto nada igual. ¿Dónde aprendiste a hacer eso?
Edward sonrió con modestia y respondió. -Lo encontré en un viejo libro de hechizos que pertenecía a mi maestro Ulfrick en el fuerte. Era un gran mago y me enseñó todo lo que sé. Este hechizo era uno de sus secretos mejor guardados. Nunca pensé que tendría la oportunidad de usarlo, pero me alegro de haberlo recordado a tiempo.
Edward había madurado mucho desde que se unió a los héroes. Sus aventuras y su entrenamiento le habían dado confianza y habilidad.
Después de tal evento continuaron el viaje. Los tres se encontraban en una noche oscura en el desierto, buscando un lugar para descansar. Mientras caminaban, de repente escucharon un sonido extraño que venía de la oscuridad.
Drakarus se detuvo y olfateó el aire.
-Es un basilisco -dijo con voz grave-. Debemos tener cuidado.
-¿Un basilisco? -preguntó Edward con temor-. ¿No son esas bestias que pueden petrificar con la mirada?
-No exactamente -respondió Celadon. Eso es sólo un mito. Lo que sí pueden hacer es lanzar ácido venenoso con su cola, también es un paralizante, por eso él mito. Y tienen una piel muy dura que resiste la mayoría de las armas.
-Entonces, ¿cómo vamos a derrotarlo? -inquirió Edward con determinación-. No podemos huir, tenemos que enfrentarlo.
-Tenemos que ser rápidos y astutos -dijo Drakarus-. Y usar nuestras habilidades al máximo. Yo tengo algunas bombas de humo que podemos usar para distraerlo. Celadon, tú tienes esa daga legendaria que encontramos.
-Sí, la tengo -confirmó Celadon-. Pero no sé si será suficiente para atravesar su corazón.
-Tendrás que intentarlo -dijo Drakarus-. Y Edward, tú tienes tu espada y tu mágia. Tal vez puedas saltar sobre su espalda y atacar su cabeza.
-No me lo digas dos veces -dijo Edward con una sonrisa-. Vamos a acabar con ese monstruo.
Los héroes continuaron avanzando en medio de la noche, hasta que el momento que más temían ocurrió. Un enorme basilisco apareció frente a ellos, con sus ojos viciosos brillando en la oscuridad. El basilisco era una bestia temible, con una piel escamosa y una cola larga y afilada como látigo, capaz de lanzar ácido venenoso. Los héroes sabían que debían ser rápidos y astutos si querían sobrevivir al peligro inminente.
En medio de la desenfrenada batalla Edward corrió hacia el basilisco con su espada en alto, pero el monstruo lo esquivó con facilidad y lo golpeó con su cola. Edward cayó al suelo, herido y aturdido. Celadon rápidamente acudió a socorrer a Edward administrandole el antídoto, y Drakarus lanzó una bomba de humo para distraer al basilisco.
-¡Edward! ¿Estás bien? -preguntó Celadon con preocupación.
-Sí, estoy bien -respondió Edward con dificultad-. Sólo fue un rasguño. No te preocupes por mí, preocúpate por ese bicho.
-Celadon ¿qué hacemos ahora? -preguntó Drakarus a su compañero.
-¡Tenemos que aprovechar el humo!- Gritó Celadon. -¡Es nuestra oportunidad de atacar! -Tomó a Edward por los hombros y le dijo. -Prepárate para tomar la daga cuando la lance después que te acerques al basilisco - luego giro hacia Drakarus diciendo. -¡Tú intenta inmovilizar al monstruo con una de tus redes! -Tomo una posicion firme diciendo. -Espero que funcione.
Cuando el humo comenzó a disiparse, Edward se recuperó, se puso en pie y se preparó para atacar de nuevo, lanzándose hacia el basilisco una vez más, esta vez con una estrategia diferente. En lugar de intentar golpearlo con su espada, saltó sobre su espalda y comenzó a trepar hacia su cabeza. El basilisco intentó sacudirlo de encima, pero Edward se aferró con fuerza a su cuello.
-¡Bien hecho, Edward! -exclamó Celadon. ¡Ahora es tu momento!
Mientras tanto, Drakarus se preparaba para inmovilizar al monstruo y con un movimiento rápido, lanzó una red sobre el basilisco, dejándolo incapaz de moverse.
Celadon tomó la daga legendaria que yacía en la arena y se la lanzó a Edward. Este sacó su mano a través de la red y la atrapó, aprovechando la oportunidad, apuñaló con fuerza el corazón del monstruo, e inmediatamente el basilisco emitió un ruido agonizante y cayó muerto.
-¡Lo logramos! -gritó Endward con alegría-. ¡Hemos vencido al basilisco!
-¡Sí! -celebró Drakarus. ¡Eso fue difícil!
-¡Buen trabajo, chicos! -felicitó Celadon-. ¡Han demostrado ser unos verdaderos héroes!
Los tres se abrazaron y se felicitaron mutuamente por su victoria. Luego, se acercaron al cadáver del basilisco y lo examinaron. La daga absorbió la energía malvada del basilisco, influenciado por la maldad del Maestro de armas. Luego examinaron al monstruo.
-Este es un gran trofeo -dijo Drakarus. Podríamos vender su piel y su cola por una buena suma.
-O podríamos quedarnos con ellos como recuerdo -sugirió Edward. Tal vez podamos hacer algo útil con ellos.
-Sea lo que sea que hagamos, tenemos que hacerlo rápido -dijo Celadon. No sabemos si hay más basiliscos por aquí. Sería mejor encontrar un lugar seguro donde pasar la noche.
-Tienes razón -dijo Edward-. Vamos a recoger lo que podamos y seguir nuestro camino.
Los héroes cortaron algunas escamas y la cola del basilisco, y las guardaron en sus mochilas. Luego, reanudaron su viaje por el desierto, buscando un sitio para descansar.
A pesar del cansancio y las heridas, se sentían orgullosos y satisfechos por haber superado un gran desafío. Sabían que aún les quedaban muchas aventuras por vivir, pero también sabían que podían contar con su valor, su ingenio y su amistad para enfrentarlas.
Luego de varias horas, al amanecer, llegaron a un bosque antiguo el cual parecía tener vida, abecés daba la sensación de que los árboles se movían o susurraban, como si hablaran entre ellos.
Atravesaron varios peligros hasta llegar a una cabaña donde una anciana con ojos penetrantes, se mecia en un balance viejo y gastado, los miro y saludo diciendo:
-Los estaba esperando, sabía que vendrían.
Los recién llegados se sorprendieron, entonces Celadon salió representándolos:
-Supongo que ya sabe por qué estamos aquí, necesitamos su ayuda para saber como vencer al "Maestro de armas".
La anciana asintió con la cabeza y les hizo pasar a su cabaña. Pasaron a una pequeña sala y los héroes se sentaron alrededor de una mesa, entocnes la anciana comenzó a hablar:
-El "Maestro de armas" es un enemigo poderoso y astuto - comenzó a decir la anciana, él intentará arrebatarles la daga de los Kale-mi-noe para su perverso plan de controlar el tiempo y el espacio, pero tiene una debilidad. Él es arrogante y confía demasiado en su habilidad y fuerza. Si lográis desestabilizarlo, podréis vencerlo. Pero para eso deben...
Escuchaban atentamente cuando de repente un estruendo golpeó la cabaña, haciendo que las paredes y el techo se derrumbaran sobre ellos.
Edward y los demás estaban muy conmocionados, y apenas pudieron salir de entre los escombros. Cuando el joven Edward pudo enfocar su vista, vio una escena que le heló la sangre.
Una figura se alzaba a contraluz entre la desmoronada cabaña, sosteniendo el cuerpo sin vida de la anciana que les había dado refugio. Era un guerrero corpulento y musculoso, con ojos de fuego que emitían un aura atroz. Su armadura estaba manchada de sangre y su espada relucía con un brillo siniestro. Definitivamente no era un aliado.
Edward sintió una oleada de rabia y miedo al ver al asesino de la anciana. Quiso gritarle, atacarle, hacerle pagar por su crimen. Pero se quedó paralizado cuando el guerrero se giró hacia él y le clavó la mirada. Era una mirada que no mostraba piedad ni remordimiento, sólo una sed insaciable de matar. Edward sintió que el guerrero podía atravesarle el alma con su mirada, y supo que estaba ante un enemigo muy superior a él.
El guerrero soltó el cuerpo de la anciana y se acercó lentamente hacia Edward y los demás, arrastrando su espada por el suelo. Edward miró a sus compañeros, buscando alguna señal de esperanza. Pero vio en sus rostros el mismo terror que sentía él. Nadie se atrevía a moverse ni a hablar.
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Comments
❊Andy Munf
Típica frase de cajón para ancianas hechiceras y videntes. Que mal que no vio su propia muerte.
2023-08-23
42
☆●○Burbujaslayer●○★
XD sigan viendo
2023-08-21
2