CAPÍTULO 20

Me despierto con un dolor de cabeza insoportable, miro a mi alrededor y no reconozco el lugar. Aprieto los ojos para asegurarme de que no estoy soñando, los abro de nuevo y sigo en el mismo lugar. Es una habitación enorme decorada en tonos de negro y gris que le da un aspecto melancólico. Miro hacia una mesa que hay allí y veo una bandeja con algunas frutas, pan, pastel, jugo y café, y en el sillón al lado hay ropa, ropa interior y productos de higiene. Encuentro eso muy extraño, pero no me detengo a pensar demasiado, estoy hambrienta y toda esa comida me causa aún más apetito, así que sin pensarlo me siento y como. Cuando estoy completamente satisfecha, decido investigar mejor la habitación, entro por una puerta y me encuentro con un baño enorme, casi del mismo tamaño que la habitación, la bañera es redonda con detalles dorados, muy lujosa, veo una ducha gigantesca y muy acogedora, doy unos pasos más y llego a otra puerta, al abrirla descubro un vestidor enorme lleno de ropa masculina. Al ver eso, me asusto, indica que estoy en la habitación de un hombre. Hasta ahora, estaba tranquila porque pensé que todo había sido preparado por Sara, pero Sara no me dejaría sola en la habitación de un hombre. Corro hacia la habitación, cojo mi bolso con la intención de coger mi celular y llamar a Sara, pero mi celular no está allí. Ahora entro en pánico, me dirijo hacia la puerta, giro la manija y la puerta está cerrada con llave. Comienzo a golpear y gritar, pero en vano, me apoyo contra la puerta y lloro copiosamente. Pierdo la noción del tiempo allí llorando, de repente escucho pasos acercándose a la puerta, me levanto rápidamente, la puerta se abre y veo a una mujer que aparenta tener unos 50 años, delgada, aproximadamente 1,70 de altura, con cabello levemente grisáceo, ella me mira de arriba abajo, mira la bandeja sobre la mesa y dice:

Señora: Veo que te has alimentado, me alegra eso, mi nombre es Solange y soy la ama de llaves de esta casa.

Andréa: Mucho gusto, señora Solange, mi nombre es Andréa, ¿puede decirme qué estoy haciendo aquí?

Ella me sonríe amigablemente y dice:

Solange: No necesitas asustarte, cuando el dueño de esta casa regrese, él te explicará todo.

Andréa: ¿Y quién es el dueño de esta casa? ¿Mi amiga Sara también está aquí?

Solange: Lo siento, pero no hay nadie más que tú aquí.

Mi expresión es de desesperación y amenazo con llorar.

Ella se acerca a mí, me abraza fuertemente y dice:

Solange: Tranquila, mi niña, nadie aquí te hará daño, ¿por qué no tomas un baño y tratas de descansar un poco? ¿Quieres que te traiga algo de comer?

Andréa: No es necesario, señora Solange, solo quiero salir de aquí y encontrar a mi amiga. ¿Sabe dónde está mi celular?

Solange: No he visto tu celular y estoy segura de que tu amiga está bien, toma un baño y trata de descansar, estas ropas son para ti, más tarde volveré para saber cómo estás.

Intento calmarme y me dirijo hacia el baño, de alguna manera, la señora Solange me transmitió tranquilidad con su cálido abrazo, a pesar de estar en un lugar completamente extraño, me siento segura. Tomo un baño largo y trato de recordar qué sucedió la noche anterior, aparecen algunos destellos en mi mente, pero muy confusos todavía. Recuerdo a Ester intentando golpearme y a un hombre muy guapo y con un buen olor preguntándome si estoy bien, no recuerdo nada más. ¿Habré desmayado? ¿Estaré en la casa de este hombre y qué habrá pasado con Sara?

Cuando salgo del baño, la señora Solange ya no está allí, corro hacia la puerta y trato de abrirla, pero está cerrada con llave, entonces decido echar un vistazo a la ropa que me proporcionó, hay un vestido floreado con tirantes anchos y ajustado en la cintura, suelto hasta las rodillas, unos pantalones anchos negros y una blusa de tirantes blancos, además de algunos vestidos y ropa interior. Me pregunto para qué tantas prendas de vestir y quién se habría molestado en comprar todo esto para mí, todas las piezas me quedan perfectamente, elijo el vestido floreado y me siento en la cama esperando impacientemente que alguien aparezca.

*Sara Montessori*

Acuerdo en una habitación completamente extraña, miro a mi alrededor todavía somnolienta y comienzo a recordar la noche anterior. Me levanto de un salto y voy directo a la puerta que está cerrada con llave. Voy hasta mi bolsa, cojo mi celular y busco mensajes de Andrea, pero no encuentro nada. Entonces empiezo a llamar, el teléfono suena hasta que va al buzón de voz. Llamo de nuevo y en el tercer timbre contesta un hombre.

Hombre: Buenos días, Sara, ¿dormiste bien?

Sara: ¿Pepi, eres tú? ¿Qué estás haciendo con el teléfono de Andrea? ¿Dónde está ella? ¿Está bien? ¡Si le has hecho algo, te mato!

Pepi: Tranquilízate, Andrea está bien. Pronto estaré en casa y te explicaré todo con calma. Aprovecha y desayuna.

Pepi cuelga el teléfono y yo me impaciento, dando vueltas de un lado a otro. Pienso en llamar a mi padre, pero no sé qué está pasando y involucrar a mi padre solo empeorará la situación. Así que lo único que me queda es desayunar y esperar la llegada de Pepi.

Fabrício Lutero

Me estoy preparando para salir cuando el celular de Andrea comienza a sonar. Veo que es una llamada de Sara y miro a Pepi, que al ver el nombre de Sara en la llamada se da cuenta de que el celular es de Andrea y de que cometió un error al no tomar el celular de Sara. El teléfono deja de sonar y vuelve a sonar. Le paso el celular a Pepi, quien contesta y habla rápidamente con Sara antes de colgar.

Pepi: Lo siento, Fabrício, ni siquiera pensé en tomar el teléfono de Sara.

Lo miro y no digo nada, menos mal que tomé el de Andrea.

Terminamos de resolver las cosas en la sede. Los hombres de Matheus se quedarán un poco quietos. Mañana hablaré con ellos y veré qué tienen que decirme. Por hoy, solo quiero ir a casa y ver a mi pequeña. Pepi y yo nos dirigimos al estacionamiento de la sede, cada uno en su coche, y nos dirigimos a nuestras casas.