CAPÍTULO 7

Mi nombre es Caio Montessori, tengo 27 años. A los 12 años comencé mi entrenamiento para algún día tomar el control de los negocios de mi padre, Marco Montessori. Mi padre lidera la mafia aquí en Sicilia, es muy respetado y temido. Mi entrenamiento tuvo lugar en un campo de concentración. En ese campo, se entrena a los hijos de los mafiosos para que algún día se conviertan en Dons. Sufrí mucho en ese lugar, pasé hambre, fui torturado, aprendí a matar, torturar, estrategia de combate, aprendí a luchar y defenderme. Salí de allí como un hombre frío y listo para cualquier guerra. Cuando mi padre me dijo que mi hermana tendría que pasar por el mismo entrenamiento, me desesperé y cuestioné a mi padre, ya que la ley de la mafia dice que el segundo hijo no está obligado a pasar por el entrenamiento. Mi padre pensó que sería mejor que ella estuviera preparada para asumir en caso de que algo me sucediera. Siempre pensando en su propio beneficio, pero yo no podía dejar que ella pasara por todo lo que yo pasé. Entonces le dije a mi padre que yo mismo la entrenaría. Aunque no le gustaba la idea, no se opuso, pero me dijo que comenzara por la tortura. Según mi padre, si ella resistía la tortura, podría resistir cualquier cosa. Me pareció un absurdo, pero no podía contradecirlo, ya que podía cambiar de opinión. Intenté ser suave, pero mi hermana no duró ni una semana, se enfermó y tuvo que ser hospitalizada. Cuando salió del hospital, mi padre me dijo que continuara con el entrenamiento, pero yo me opuse rotundamente. Entonces él dijo que si no quería entrenarla, la enviaría al campo de concentración. Convencí a mi padre con mucho esfuerzo de entrenarla cuando cumpliera 16 años, hasta entonces intentaría convencerlo de comenzar con la defensa personal y la lucha, y quién sabe, hacerlo desistir de la tortura. Y así lo logré, mi hermanita aprendió a luchar, a defenderse y para ser sincero, es genial con los cuchillos. Pero cuando se enteró de que todo este entrenamiento era para formar parte de la mafia y que tendría que matar gente, no lo soportó y cayó en una profunda depresión. Mi padre entró en pánico pensando que ella se iba a morir. Entonces tuve una brillante idea, le dije a mi padre que le propusiera que cuando cumpliera 18 años, él le daría un apartamento y una asignación mensual como regalo, así ella se alejaría de todo esto. Mi idea fue acertada, ella aceptó de inmediato y comenzó a recuperarse. Hoy en día, monitoreo a mi hermana desde lejos y veo que se ha convertido en una mujer responsable y que está progresando muy bien por sí misma.

Tenemos problemas en la mafia, alguien quiere derrocarnos y eso requiere medidas drásticas. Mi padre, que ahora forma parte del consejo, convocó una reunión con todos los aliados. Normalmente, cuando estas reuniones ocurren por motivos específicos, toda la familia debe asistir.

Mi padre dice que enviará un mensaje a Sara para que asista, pero le digo que en este caso sería mejor ir en persona. En realidad, echo de menos a mi hermanita y me parece una gran oportunidad para verla en persona.

La veo a lo lejos, está sentada en la plaza con una amiga, tomando helado. Parece feliz, con una sonrisa en su rostro. Me acerco con mi carro y cuando bajo, veo cómo la sonrisa desaparece de su rostro, dando paso a una expresión seria. Comenzamos a conversar y el ambiente se vuelve extraño. Su amiga, que se dio cuenta de todo ese ambiente, intenta romper el hielo presentándose. Saludé a la chica, quien me dijo que mi hermana hablaba mucho de mí. Me di cuenta enseguida de que era mentira, pero tenía ganas de agradecerle a su amiga. Si no hubiera roto el hielo, probablemente habríamos discutido y eso no era lo que quería. Transmití el mensaje a Sara, quien me expulsó inmediatamente. Me fui para evitar una pelea innecesaria.

\*Andréa Gutierres\*

Mi celular suena, son las 6:00 de la mañana. Me estiro y empiezo a pensar en Sara y su hermano. Todo ese ambiente me parece muy extraño, sé que debe haber algo oscuro en toda esa historia, pero esperaré el momento en que mi amiga se sienta cómoda para contármelo.

Me levanto, me ducho, hago mi rutina de higiene matinal y voy a preparar el desayuno.

Sara: Guau, qué olor tan maravilloso. Creo que no fue una buena idea que te mudaras aquí, voy a engordar si sigues preparando estas delicias.

Nos reímos, mi amiga es tan exagerada. Tomamos café en silencio y de repente me pregunta si estoy lista para la entrevista.

Andrea: Estoy súper preparada, seguro que el trabajo ya es mío.

Sara: Así se habla, amiga.

Terminamos nuestro café y salimos. Cuando llegamos, Sara me presentó a sus compañeros de trabajo y nos dirigimos a la oficina del gerente.

Sara: Buenos días, Claudio. Esta es Andrea, la amiga de la que te hablé.

Claudio: Hola, Andrea, mucho gusto. Pasa y siéntate.

Sara: Aquí tienes, amiga, buena suerte.

Andrea: Gracias, amiga. Que tengas un buen día de trabajo.

Entré y cerré la puerta detrás de mí. Claudio fue muy amable y me habló un poco sobre el café y cómo hacen las cosas aquí. Después de un tiempo de conversación Él dijo:

Claudio: Vamos, querida, te voy a mostrar el lugar y te voy a dar un delantal.

Salimos de su oficina y pronto me acostumbré a las cosas por aquí.

Al final de la tarde estaba exhausta pero muy feliz. Esperé a que Sara terminara su turno para irnos juntas y en ese momento Claudio me dijo:

Claudio: "Asegúrate de estar aquí todos los días a las 8:00 de la mañana".

Andrea: Respondí emocionada que sí. Cuando Sara salió, le conté las novedades, nos abrazamos y volvimos a casa.

Al día siguiente ya me sentía muy familiarizada con el trabajo. Atendí a todos con amabilidad y rapidez.

Estaba llevando el pedido de una cliente que estaba en su celular distraída. En el momento en el que iba a poner el vaso de zumo en la mesa, ella se dio la vuelta y chocó con mi brazo, haciendo que derramara todo el zumo sobre su ropa.

Cliente: ¡Eres un desastre! ¡Mira lo que has hecho a mi ropa!

Andrea: Mil disculpas, señora. Tomo una servilleta para intentar secarlo.

Cliente: ¡No me toques, inútil! ¡Quiero hablar con tu gerente!

💭 Andrea: Mi segundo día de trabajo y ya voy a ser despedida.

Cuando estaba a punto de ir a buscar al gerente, Claudio ya venía hacia nosotros.

Claudio: Hola, buenas tardes. ¿En qué puedo ayudar?

Cliente: Tu empleada desastrosa me derramó zumo.

Claudio: ¿Es cierto, Andrea?

Andrea: Sí, Claudio. Ella estaba distraída con el celular y cuando fui a poner el vaso en la mesa, se dio la vuelta y lo chocó, haciendo que se derramara todo el zumo.

Cliente: ¿Estás diciendo que la culpa es mía, insolente?

Andrea: De ninguna manera, solo quiero decir que en este caso no hay culpables, fue un desafortunado accidente.

Cliente: ¡Nada de accidente! Tú lo derribaste porque eres una empleada incompetente. Quiero que la despidas.

Claudio: Disculpe, señorita, pero no veo razón para despedirla. Vi en las cámaras que fue un accidente y también vi que ella se disculpó. No veo motivo para más alarmismos. A menos que necesite que le compremos otra ropa.

Cliente: No es necesario.

La cliente se levantó y salió furiosa.

Andrea: Perdón, Claudio, no quise causar problemas. Puedes descontar el pedido de ella de mi sueldo.

Claudio: No te preocupes demasiado, querida. Tienes que aprender a lidiar con este tipo de personas que creen que el mundo gira a su alrededor. No te preocupes y vuelve al trabajo.

Andrea: Me sentí tan aliviada, pensé que sería despedida en mi segundo día de trabajo.

La semana pasó volando y después del incidente con la cliente loca, no hubo más sorpresas.

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