Hace 500 años atrás, en la parte más profunda y central del bosque místico Xuan Men, en un palacio en ruinas, se encontraba la bella Stella Moon, una híbrida mitad humana mitad demonio lunar, quien no era aceptada ni por los humanos ni por las criaturas mágicas debido al odio que hay entre ellos.
Es entonces que una noche de luna llena, cuando su poder es más fuerte, curiosa, Stella decide salir de su castillo para ir al imperio humano, transformándose en su forma humana por completo.
Stella se encontraba fascinada por la escena nocturna tan animada que veía, pues se celebraba el festival del renacer lunar. Las parejas caminaban riendo por las calles, los niños jugando y los vendedores en sus puestos mostrando sus mercancías con una sonrisa en sus labios. Todo eso era nuevo para ella.
Stella se divirtió mucho en el imperio humano, probando todo tipo de comida y uniéndose a las jóvenes a bailar en el centro de la ciudad fronteriza. Pero Stella no sabía que desde que entró en la ciudad estaba siendo vigilada por unos rufianes vendedores de esclavos.
- Ella es muy hermosa, ¿cuánto crees que nos den por venderla? - sonríe con malicia.
- En efecto, es toda una belleza. Nos haremos ricos con ella.
Ya tarde en la noche, las calles ya se encontraban casi desiertas. Stella iba de regreso al bosque cuando se dio cuenta de que la estaban siguiendo. Se desvió de su camino y los enfrentó.
- ¿Por qué me siguen?
- Vaya, vaya, que tenemos aquí. Muy inteligente, pero eso no te servirá de nada.
- Enarca una ceja - ¿Así? - los mira fastidiada.
En su distracción hablando con el rufián, una aguja envenenada con una droga muy fuerte que hace dormir a cualquiera, hasta las bestias se verían afectadas por ella.
- ¡Malditos bastardos! - su vista se vio afectada por la droga y no podía usar su poder o alertaría a todos.
Cuando no sabía qué hacer y sus enemigos se acercaban, apareció lo que ella pensó que era su salvador, aunque la realidad le demostraría lo contrario.
Desde ese día que fue salvada por Damián Bastyc, un moreno de ojos verdes y buena figura, Duque del Ducado Bastyc, uno de los más importantes del imperio, fue "amor a primera vista" para los dos. Siguieron viéndose desde ese día, pero había algo que le preocupaba a Stella y es que no era humana y sabía del odio que tenían los humanos con las bestias. Tenía miedo de perder el amor y la calidez que tanto anhelaba.
Entonces sucedió lo que más temía: el duque, contra todo pronóstico, le pidió matrimonio, sin importarle su origen o estatus social. Queriendo llevársela con él al ducado Bastyc al oeste del imperio, para que sea su duquesa.
- Yo... no puedo aceptarlo - lo mira con tristeza.
- ¿Acaso hice algo mal, mi Stella? - la mira sorprendido por esa respuesta.
- No, has sido muy bueno conmigo, pero tú y yo somos de mundos diferentes, tu gente no me aceptará.
- Stella, no me importa lo que digan los demás, ni quién seas en verdad, yo te amo y quiero pasar el resto de mis días contigo - la mira determinado a que ella aceptara.
- Yo también te amo, pero... - la interrumpe.
- Entonces, acéptame. Te prometo que nunca dejaré que alguien te lastime - la mira pensativa.
- Está bien, acepto casarme contigo - sonríe ampliamente.
Stella toma una decisión que marcó su destino. Esa misma noche se dirigió al bosque y conjuró a la Luna hasta el amanecer.
- Tengo curiosidad, ¿cuál es la causa que te motiva a encontrarme con tanta determinación? - se escuchó una voz suave pero majestuosa, capaz de hacer arrodillar a miles a sus pies.
- Su excelencia - hace una leve reverencia y la mira emocionada.
- Dime, ¿para qué me convocaste? Hasta mí ha llegado la voz de tu puro corazón - el viento sopla fuerte, los árboles se mueven y en medio del castillo en ruinas aparece la deidad Change, Diosa de la Luna, una belleza fría y etérea, su larga cabellera blanca brillante y ojos grises, cintura pequeña y buen busto, piel blanca, tan blanca que parece transparente.
- Yo... quiero que me conviertas en humana - la mira determinada.
- Sorprendida - ¿Humana? ¿Por qué quieres cambiar tu larga vida por la efímera de los mortales?
- Yo... no quiero seguir viviendo sola, encontré con quién quiero pasar mi vida sin importar que tan corta sea, quiero vivirla con mi amado.
- Frunce el ceño - Puedo convertirte en una humana, pero aún así, en tu cuerpo correrá la sangre demoníaca, pero no será tan fácil, debes darme algo a cambio.
- Nerviosa - No importa lo que sea, yo se lo daré.
- Quiero que me des a tu primogénito - suelta sin más.
- Dudosa - Excelencia, ¿qué pretende hacer con mi hijo?
- Nada es gratis en la vida, mi dulce Stella. ¿Me darás a tu primogénito sí o no? Rápido, el sol ya está saliendo.
- La mira pensativa - Está bien, mi primer hijo te pertenecerá.
- ¿Estás segura? Una vez que esté hecho, será irreversible. - En su inexpresivo rostro, sus ojos grises la observaban con lástima, algo que Stella no entendió el porqué de esa mirada.
- Determinada - Sí.
- Tienes mi bendición a la hora del nacimiento del bebé. - Sus manos brillan y la luz envuelve por completo el cuerpo de Stella, sacando de ella su parte demoníaca y dejando solo la humana.
- Listo, está hecho. ¿Estás segura de que no te arrepentirás de esto?
- Mmm, puede que sí o puede que no. El futuro es incierto.
- En tu cuerpo está sellada parte de mi sangre, la cual se integrará al cuerpo del niño cuando quedes embarazada. Lo protegerá y nada lo lastimará, aun así esté en tu cuerpo. Espero que seas feliz... - Desaparece.
- Sonríe - Muchas gracias su excelencia, lo seré.
Así, Stella se casó con su amado esposo, y al año queda embarazada. El día que da a luz, la luna eclipsó al sol, el día se volvió noche, las grullas cantaron y volaron por el alrededor del ducado, los lobos aullaron dándole la bienvenida al hijo de la Luna.
De padre canela nació un niño, de cabellos blancos, ojos rojos como la sangre y piel tan blanca que parecía transparente. No se parecía a ninguno de sus padres.
- Te llamaré Moon Hyunggu - Sonríe con amargura - Hijo de la Luna - Susurra esto último.
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