Capítulo 10 Tira y Encoge

Agitada llego a la orilla, me visto apresurada, al cabo de 8 minutos se acerca Pietro yo le doy la toalla se seca y se viste también en silencio, se le nota muy apenado; aunque, obviamente logró descargar la tensión que yo le produje.

- Eso, no debió suceder, no debí vestirme con ese bañador, perdóname, no fue apropiado, me dio miedo de lo que sentía allá contigo cuando me besabas, era como una corriente eléctrica en mi cuerpo, me sentía rara, y me hiciste sentir muy agitada- me disculpo tratando de aparentar mucha vergüenza, haciéndome la que desconoce lo que sucede.

- No te disculpes, no pasó nada malo, yo disfruté mucho lo que me hiciste sentir... En mi cumpleaños 16, en las fiestas de invierno, anunciarán nuestro compromiso, ya te siento como mi prometida, entre nosotros pueden suceder estas cosas, es lo normal-

Actúa como un verdadero animal salvaje, cree que puede engañarme, ya sé cuáles son sus intenciones; tiene mi mano tomada. Me mira, quiere volver a tocar mis labios. Aunque yo también quería que sucediera, sé que llegará el momento en que no tenga fuerza de voluntad para lograr separarme.

Nos miramos y él con cuidado se va acercando hasta rozar mis labios, se da cuenta de que no me separo, y vuelve a hacerlo, yo me alejo más turbada, él también se ve más turbado, pero no quiero seguir encendiendo la mecha...

Me alejo antes de que se vuelva a poner intenso, no quiero seguir alimentando sus deseos. Él se acerca y me abraza, con fuerza, introduce sus dedos por mis cabellos húmedos por detrás de mi cuello.

-¡Isabella me gustas mucho! - yo respondo abrazándolo también y me mira pegando su frente a la mía, respirando agitado.

- Entonces, ¿podemos seguir haciendo estas cosas? Y también, cuando seamos mayores haremos mucho más, porque estamos comprometidos y nos casaremos ¿verdad?- le digo con aire de inocencia, pero lo miro, buscando con curiosidad su reacción a mis palabras.

-¿Te gustaría que lo sigamos haciendo?- pregunta ladino, yo me apresuro en asentir.

-Pero, debe ser nuestro secreto, tu padre no le gustará si se entera- me susurra.

-Sí, nadie debe enterarse- le sonrío y le doy otro beso en su mejilla. Me ayuda a subir al caballo y cabalgamos de regreso.

-Pietro el 30 de agosto es mi cumpleaños, cumpliré 15 años, no quiero una gran fiesta, será una reunión en familia, ¿quieres venir? - lo invito mientras cabalgamos.

-No me lo perdería, por nada del mundo. Pero me he dado cuenta de que ya no me visitas, dime ¿Por qué no vas nunca a verme al Palacio Imperial?- pregunta con tristeza.

-No quiero molestarte, tampoco quiero que me veas como una persona que no te deja respirar, no quiero volver a ser como era antiguamente... Entendí que debes tener tu espacio; y sí conoces a alguien que te guste más que yo, nunca te obligaré a que estés conmigo por un compromiso familiar- le digo sabiendo que puede enamorarse de alguien más.

-Espera, no sigas repitiendo esas cosas, eres la única que me interesa, no quiero a otra, tú serás mi única esposa, y tampoco tendré concubinas. Sí, es verdad que antes me molestaba que me siguieras a todos lados; pero, ahora te fuiste al extremo, ya no te veo nunca y eso no me agrada, me da miedo que te deje de gustar, no quiero que tengas interés en nadie más que no sea yo- nos vamos acercando a mi casa.

Pietro me ayuda a bajar del caballo y me abraza con fuerza, depositando un beso tierno en mi mejilla, en la comisura cerca de mi boca, pero no contábamos con que llegara mi hermano en ese preciso momento, se acerca y lo separa de mí con violencia.

-¿Qué te pasa? ¿Acaso no sabes respetar a una dama? Nunca más vuelvas a tocar de esa manera a mi hermanita, ¿Entendiste?- los guardias reales se acercan y sacan sus espadas apuntando a mi hermano, protegiendo al Príncipe Heredero, mi hermano saca su espada también.

-Lo siento, no quise faltarle el respeto a tu hermana, debes entender que yo quiero mucho a Isabella, ella es mi prometida. ¡Ya bajen las armas! - ordena Pietro a sus guardias.

-¡Déjalo Arnold, no me hizo daño! - también intervengo para que guarde su espada.

-¡Isabella, eres una dama!, ¡Nunca debes permitir ese acercamiento, por más prometido que sea! ¡Todavía no es tu esposo!, ¡Eso no está bien! ¿Está claro?- Arnold grita furioso.

- A menos que quieras que se lo diga a nuestro padre... Pero qué demonios ¿De dónde vienen ustedes con el cabello mojado?- mi hermano, nos lanza una mirada fiera, no confía en Pietro.

- No te preocupes Arnold, no ha pasado nada, solamente me enseñaba en el río, aprendía a nadar con él. Quédate tranquilo, no volverá a acercarse a mí, de esa manera - respondo con voz dulce e inocente, me dirijo a Pietro:

-Príncipe, gracias por las clases de nado, lo espero para mi cumpleaños- Él asiente, sonriendo recordando con mirada traviesa lo que hicimos en la cascada.

- Isabella, te regalo a Nube, para que puedas cabalgar cuando lo desees, pero ten mucho cuidado, todavía no eres una experta, tómalo como un regalo de cumpleaños por adelantado - Yo me pongo muy contenta, me gusta Nube. Pietro me sonríe con complicidad, se marcha en su caballo, con los escoltas reales.

Arnold se queda, muy contrariado, sabe que pueden estar pasando cosas inapropiadas entre ese par de dos. Sobre todo, porque la tonta de su hermana, está muy enamorada de ese estúpido principito, y lo más seguro es que ella no pondrá límites, como lo pudo constatar hace poco cuando los sorprendió demasiado cerca uno del otro. Debe decirle a madre que haga el hechizo del "cinturón de castidad", más aún ahora que se va para el Instituto de Nobles Magos, de donde nadie sale virgen.

Gabriela se va a su habitación, pensando en el trayecto, -mi hermano puede llegar a ser demasiado sobre protector. Espero no haya espantado a Pietro- Me pongo a pensar de forma picarona en lo sucedido hoy, definitivamente, Pietro está despertando sus sentidos y pasiones conmigo, esto debe continuar de a poquito, suave, suavecito, haciendo que suceda como algo natural y espontáneo, yo debo actuar como la que no quiere y si quiere, en un tira y encoge, para que cuando la Lucinda aparezca, no se sienta alocado, al punto de no pensar con sus cinco sentidos.

Estoy segura de que están empezando a cambiar los acontecimientos, nada de esto había sucedido antes, creo que mi hermosa cabeza continuará en su sitio, sobre mis hombros, por ahora, mientras Pietro se mantenga interesado en mí; ¡Aunque no puedo decir lo mismo de mi indumentaria interior!, veremos dijo un ciego...

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