Noche de dulce

Alexie Peaige (un año antes)

Siento aún sus manos en mis brazos.

¡Idiota!

Me descontrole con lo que me dijo Dimitri, y verlo ahí donde estaba tratando de calmarme no supe con reaccionar, pero el no debía agárrame así.

Esparando en mi oficina el maldito correo de la decisión del concurso, me desilusiona al ver que no nos aceptaron, que la empresa de la familia de Dimitri nos superó, sabia que pasaría y aún así tuve un deje de ilusión el solo pensar en pisotera el orgullo del arrogante de Dimitri.

Llamo a una reunión para informar sobre la decisión. Y mientras subo llegan varios correos con algunas propuestas. Eso también lo esperaba,ahí hay muchas empresas que componen el grupo milenium que al ver el trabajo pueden incluirnos en algún proyecto, si lo que hicimos les gustó. Y aparentemente les gustó.

Estamos todos en la sala de reuniones y como yo, se sienten desilusionados. Hablo de los nuevos proyectos y propuestas, tomamos nota y distribuyo las responsabilidades, cuando lo nombró no me mira. Solo lo veo tomando notas en su agenda, es zurdo, lo noté desde la primaria vez, su agenda parece algo gruesa, tiene dentro de ella, notas y documentos sueltos. Con el semblante serio lo miro cuando vuelvo a decir su nombre y ni se inmuta, parece que no está presente en la reunión solo metido en su agenda.

— ¿Richard estás aquí? — hablo en voz alta porque lo veo distraído en algo en su agenda.

Me mira y luego al resto.

— Claro, me estas encargando de algo de lo cual llevo años trabajando — responde irónico — te escuché no tengo que mirarte. Se usar mis oídos muy bien.

Todos me miran, es grosero conmigo, lo hace por lo que sucedió antes, lo sé.

Su maldito orgullo de hombre. El macho alfa.

— Espero que sepas usar muy bien tu cabeza — lo atacó.

Veo una sonrisa a pesar que no me mira.

— Esa también la he usado muy bien — sus ojos me miran con un fuego — no dejo que nada personal me afecte cuando trabajo.

Golpe en mi estómago.

El y yo sabemos porque lo dice, el resto que están presente no.

Siento que alguien carraspea, el ambiente se hizo pesado con su comentario y mi mirada que lo quiero fulminar.

El sigue metido en su agenda y yo terminé la reunión.

— ¡Richard! — lo llamo cuando veo que algunos se van.

Pero el muy imbécil me deja ahí. Ni voltea, se que no debí tratarlo mal, pero el tampoco reaccionó bien, aún siento dolor en la brazos por su agarre y hacer un berrinche en la reunión tampoco le quedo bien.

Cuando salgo esa tarde y aunque siento algo de molestia en el tobillo, camino, necesito despejar mi mente. La gente pasa a mi alrededor y casi todos tratan de no tropezarse, así es caminar por la ciudad, todos en su propio mundo, sumidos en sus pensamientos pero sin tocar a otros. Me detengo en una dulceria y me dan ganas de entrar. Hoy será una noche dónde me llene de azúcar, algunas donas rellenas me llevo a casa y cuando salga un señor de mediana edad, moreno me impide el paso.