Era un dia soleado, Sebastian miraba el jardin que alguna vez habia sido de Juana, su esposa. El habia estudiado en la ciudad para maestro y en el fondo simpre quiso ayudar a los mas necesitados por eso habia viajado hasta ahi para ejercer su profesion.
Hoy era uno de esos dias en los que odiaba recordar, la finca Dominguez era una casa muy grande heredada de generacion en generacion a la familia de su esposa y donde aun vivia su abuelo, la madre y sus hermanos de Juana. La finca era utilizada como Posada para los viajeros asi que Sebastian cuando llego al pueblo como maestro, se quedo ahi y se enamoro de la hermosa Juanita, una muchacha timida de tez morena, cabello obscuro y ojos castaños. Sebastian quedo enamorado de ella en cuanto la vio y pidio permiso para cortejarla y apenas unos meses despues se casaron por que segun su madre no tenian que esperar, despues de tres dias ocurrio lo que la gente cuenta como una trajedia, una mujer joven, hermosa y simpatica recien casada, amada por todos, arrebatada de los brazos de su marido por el rio para jamas volverla a ver. Ya hace cuatro años de aquello y jamas volvio a ser el mismo, dejo de enseñar y aunque solo el abuelo lo sabia aun habia noches que se dormia ahogado en alcohol. Su suegra continuemente le reprochaba el no poder rescatar su cadaver, no haberla buscado como todo el pueblo y aparentemente haber continuado con su vida. Antonia era la madre de Juana, dejo de mandar a sus hijos a la escuela porque tenian que cruzar el rio, los pobres niños aprendieron a jugar en silencio, la posada paso de ser un lugar alegre a ser un santuario para la difunta. El abuelo diferia con ella muy a menudo pero Antonia insistia que no debian olvidarse de su hija. Incluso una criada que llevaba años trabajando con ella le insistia que dejara ir el pasado, nadie como ella sabia lo doloroso que era perder mucho y tener que seguir. Hace muchos años habia perdido a sus siete hijos en un derrumbe de tierra, las lluvias hacian que algunas partes altas fueran peligrosas para vivir.
-.-
Esa tarde estaba haciendo mucho viento, pronto llegaria el otoño y despues de las fuertes lluvias de la semana pasada no esperaban mas, asi que el rio era seguro para cruzar, el caudal no era fuerte incluso podrias entrar a nadar.
Mas entrada la noche se escucho un resonar en la puerta, era una peregrina que estaba pidiendo un poco de fuego para calentarse, no era que realmente tuviera frio solo necesitaba un lugar donde reposar hasta que llegara al lugar de un encuentro importante. Al llegar los perros comenzaron a ladrar, eso le provocaba un temor al abuelo q no podia evitar, Antonia la dejo pasar a calentarse a la sala donde habia una chimenea con fuego. Los niños estaba maravillados con su aspecto y comenzaron a hacerle muchas preguntas. La peregrina habia estado en este pueblo antes, generalmente en tiempos de lluvias, el abuelo la miraba y podia jurar que la conocia, algo en ella le daba miedo, sentia frio pero los niños la invitaron a jugar, de un momento a otro mientras jugaba la peregrina solto una risotada que parecia casi angelical. La peregrina se preguntaba que era aquello que salia de su garganta, tenia mucho tiempo que no sentia esa sensacion de calor, incluso su mejillas cambiaron del blanco palido a un rosa brillante, sentia una pesades en sus parpados. Los niños la convencieron de dormir un poco y que ellos la despertarian a las 9, pues a esa hora tenia que seguir su camino, la peregrina soñaba con una vida que no tenia.
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