Valeria

Capítulo 10

Dos días después Luis seguía en su encierro, Susana era la única que podía entrar a su habitación. Conversaban un poco mientras él probaba alimentos, después Susana salía para no perturbarlo. Pero esta vez Gertrudis la esperaba en el pasillo.

—Así que ese era tu plan, enredar a mi hijo. Te prohíbo entrar a solas a la habitación de Luis. Él es tu patrón, no lo olvides.—

—Señora Gertrudis lo único que hago es atender a don Luis, me aseguro que pruebe sus alimentos. Está muy triste y enojado, que prefiere que vaya y agarre a balazos a don Francisco.—

—No, pero no creas que me engañas. Solo te voy a dejar algo en claro, si seduces a mi hijo vas a pagarlo muy caro. El jamás se casaría con una sirvienta, él es el patrón. Además nunca reconocería un hijo bastardo, mi Luis no es un hombre sencillo. Es mejor que alguien te ponga los pies sobre la tierra, tal vez calientes su cama y calmes sus ganas. Pero jamás será tuyo.—

—Don Luis me respeta, yo solo soy quien administra su casa. Si hago todo esto es por gratitud hacia él, con permiso señora Gertrudis.—

Susana estaba molesta por la advertencia hecha por Gertrudis, pero ella no le había mentido, Luis después de aquel beso que le habían dado, no la había vuelto a tocar. Incluso cuando estuvo muy alcoholizado se había quedado profundamente dormido, ella lo deseaba bastante pero quería que al entregarse a él fuera un momento muy apasionado.

Gertrudis respiró profundamente y tocó la puerta de la habitación de su hijo, esperaba poder conversar con él. Tenía que ser cuidadosa con sus palabras para no volver a discutir con su hijo. Sin esperarlo Luis le abrió la puerta.

—Hijo mío, estoy muy preocupada por ti.—

—Estoy bien madre, ya saqué mi dolor. No quiero tocar ya ese tema, mañana volveré a mi rutina.—

—Luis dime la verdad, ¿has tenido intimidad con Susana?—

—Aún no madre.—

—Acaso piensas tomarla como tu querida.—

—Ella me escucha, además me es leal. Que me impide que sea mi querida, soy hombre y tengo necesidades que satisfacer.—

—Crees que por ser el dueño y señor de todo, puedes arruinarle la vida a esa mujer. No hijo, tu padre les enseñó otras cosas, ser cariñoso, gentil y valorar a su mujer.—

—Tu lo has dicho, a nuestra mujer. Mi mujer ya no está en este mundo, si ella quiere ser mi querida nadie lo va a impedir.—

—Esta bien, es tu vida haz lo que quieras. ¿En cuanto a Francisco qué planeas hacer?—

—Nada, solo cobraré lo que me deben y jamás volveré a ayudarlo. En cuanto a ti, si alguna vez amaste a tu hijo y a tu esposo. Te mantendrás alejada de ellos.—

—Eres tan cruel, que me siento decepcionada de ti.—

Luis guardo silencio, tristemente Gertrudis se dio cuenta que había vuelto a ser el mismo de siempre. Tenía que investigar si la carta era auténtica, debía ayudar a Francisco y a su familia eso hubiera hecho su esposo Jerónimo. Lo que le daba tranquilidad es que Luis ya no hablaba de venganza, pero si era necesario usaría el dinero que le había dejado su esposo para pagar la deuda de quién fue su mejor amigo. Más tarde Luis salió de su habitación, sin decir nada fue directo a las caballerizas.

—Encarnación.—

—A sus órdenes patrón.—

—Tengo una tarea que encomendarte, si lo logras te pagaré mucho dinero. Pero de esto no se debe enterar nadie, mucho menos mi madre.—

—Usted dígame que es lo que necesita patrón y lo haré.—

Encarnación era un ser sin escrúpulos y ambicioso, pero leal a Luis. Era de toda su confianza y sabía que era el mejor guardando secretos, también el mejor haciendo lo que se le ordenaba.

Por la madrugada en la hacienda las ánimas, Valeria era víctima de una pesadilla. Se veía así misma encadenada en una mazmorra, sus grilletes pesaban demasiado. No podía despertar, de pronto escuchó la campana de alarma que utilizaban en la hacienda ante una emergencia. Valeria respiraba agitadamente por lo cruel que había sido la pesadilla, sin más espera se levantó de la cama poniéndose la bata encima de su camisón, para ver por su ventana que sucedía. No podía creerlo los sembradíos de cebada estaban ardiendo. Todos los peones y sirvientes de su padre corrían a ayudar a sofocar el fuego. Valeria salió en camisón para ir a ayudar, no se podía perder la siembra que tanto le había costado a su padre.

—¿A dónde vas?—la detuvo María Luisa

—A ayudar a mi padre.—

—Por supuesto que no, tú debes quedarte aquí. No debes exhibirte, mucho menos en paños menores.—

—Tengo mi camisola, mi camisón y la bata encima no estoy desnuda madre. Debo ayudar a mi padre.—

—Dije que no, debemos esperar a que los peones y los sirvientes lo resuelvan. Así que regresa a tu habitación.—

Valeria lloraba de desesperación, lo único que podía hacer era rezar para que dios le hiciera el milagro de que se salvara la siembra y que nadie saliera lastimado. Casi al amanecer y sin poder controlar el fuego Juventino y Juan llegaron a la casa con Francisco mal herido, había sufrido un accidente al tratar de salvar la cebada. Valeria escuchaba los gritos de dolor de su padre, así que no pudo esperar más salió de inmediato para ir a la habitación de sus padres.

—¿Papá que te pasó?—estaba Valeria sufriendo por su padre.

—Juventino vayan por el doctor Machain, apúrense.—les gritaba María Luisa desesperada.—Vas a estar bien mi amor.—

—Mi niña limpia sus quemaduras con agua fría, mientras llega el doctor.—sugería Irene.

Valeria y María Luisa limpiaban las quemaduras de Francisco, también le daban láudano para que no sintiera dolor. Más tarde llegaba el doctor, de inmediato comenzó a atenderlo.

—Juventino.—

—Dígame niña.—

—¿Se perdió la siembra de cebada verdad?—

—Si mi niña, toda se perdió. Su señor padre trató de salvarla incluso arriesgando su propia vida, pobre del patrón. No se merece nada de lo que le está ocurriendo.—

—Gracias por ayudarlo Juventino.—

—Con su permiso niña, vamos a seguir apagando el incendio antes de que se propagué a otras hectáreas, incluso a los corrales o a las casas de los peones.—

Valeria lloraba de tristeza, era la última esperanza que tenía su padre. Ahora el futuro se volvía incierto, pero a ella no le importaba que quedaran en la ruina, juntos los tres trabajarían para vivir cómodamente. Sin duda su padre podría conseguir un trabajo de burócrata, ella podría ayudarles a la costura ya que Irene la había enseñado a coser. Ella era la única que no se aferraba a conservar su estatus o su vida de comodidad, solo quería que su padre estuviera bien.