Un Príncipe En Mi Habitación

Mauricio frunció el ceño, confundido. Había escuchado rumores sobre un hombre que había llegado con Arianna esa mañana a la empresa, pero no esperaba que Arianna lo reconociera públicamente, mucho menos ante su padre.

—¿Tu novio? —repitió Lucios con una mezcla de incredulidad y molestia contenida—. ¿De qué estás hablando, Arianna?

—Lo que oíste, padre. Se llama Caleb —respondió con serenidad, aunque en el fondo disfrutaba viendo cómo el mundo perfecto y controlado de su padre se tambaleaba apenas un poco.

—¿De dónde salió ese tipo? —preguntó Mauricio, cruzándose de brazos—. Porque si apareció de la nada, y ahora lo traes a la empresa como si nada…

—No tengo que darte explicaciones a ti —respondió Arianna con frialdad, clavando en él una mirada filosa.

Lucios levantó una mano para calmar los ánimos.

—Arianna… sabes que no tengo problema con que tengas pareja, pero esto es apresurado. ¿Quién es? ¿Qué hace? ¿Dónde lo conociste? ¿Qué sabe de nosotros?

—No vine a pedir permiso —interrumpió ella—. Vine a trabajar. Y ya terminé. Ahora, si no les molesta, iré a recoger a mi "acompañante" y me iré a almorzar. Supongo que nos veremos en casa, ¿verdad?

Lucios la miró en silencio durante unos segundos. No estaba acostumbrado a que su hija le hablara así. Pero tampoco podía negar que ella había demostrado ser más que capaz en todo lo que hacía. Le había entregado resultados impecables desde hacía años. Y si bien no le gustaba la idea de un desconocido rondando tan cerca de la familia, sabía que presionarla de más solo provocaría el efecto contrario.

—Está bien —dijo finalmente—. Pero esta conversación no ha terminado.

Arianna asintió sin compromiso alguno y dio media vuelta.

Mauricio, en cambio, no se contuvo.

—¿Sabes que esto se prestara para más rumores, verdad? Nadie sabe nada de ese sujeto. Podría ser un oportunista.

Ella se giró y lo miró con una sonrisa helada.

—Y tú podrías dedicarte a tus propios asuntos. Pero supongo que te cuesta soltar lo que nunca fue tuyo.

No esperó respuesta. Dio media vuelta y caminó hacia su oficina, donde Caleb la esperaba con el té en las manos y la mirada clavada en la ventana. Al oírla entrar, se giró con una sonrisa tímida.

—Todo bien con tus asuntos importantes?

Arianna soltó una risa suave y se acercó a él.

—Tan bien como puede ir cuando tres hombres con egos gigantes creen que tienen derecho a opinar sobre mi vida.

—¿Fui un problema? —preguntó Caleb, bajando la mirada.

—No —respondió ella de inmediato—. Fuiste lo único que me mantuvo cuerda. Vamos.

Lo tomó del brazo con naturalidad y lo guió fuera de la oficina. A su paso, algunos empleados disimulaban sus miradas, otros no se molestaban en esconder su sorpresa. Pero Arianna caminaba con la cabeza en alto, como si llevar al misterioso Caleb de la mano fuera lo más natural del mundo.

No solo los empleados los observaron de lejos, sino que Lucios y Mauricio también lo hicieron, y este último los miró más afectado de lo que le hubiera gustado mostrar. Caleb al notarlo en cuanto estuvieron a solas en ascensor, la miró de reojo y pregunto.

—Ese hombre. El que nos miro feo ¿Quien era?

Ella suspiró, cruzando los brazos.

—Fue mi prometido. Durante un breve y conveniente arreglo empresarial. Mi padre pensó que sería una buena alianza, pero yo lo cancelé antes de que se concretara. Él no lo tomó bien, claro.

—Sigue interesado en ti.

Arianna lo miró, sorprendida por su observación.

—¿Lo notaste?

—No hace falta magia para ver cómo te miraba. O cómo me miraba a mí. Como si fuera una amenaza.

Ella sonrió, esta vez más sincera.

—Puede que lo seas.

Cuando salieron del edificio, Arianna encendió el motor del auto, pero antes de arrancar, lo miró.

—¿Quieres seguir conociendo mi mundo… o prefieres ir al departamento a descansar?

Caleb sonrió, más relajado que nunca desde que había llegado.

—Quiero seguir conociendo todo lo que tenga que ver contigo.

Arianna sintió algo extraño en el pecho. Una punzada suave, inesperada, que no era común en ella. Bajó la mirada por un segundo, reorganizando sus pensamientos, y luego pisó el acelerador.

***

Horas después, cuando la tarde ya caía sobre Los Ángeles, Lucios Lauren se quedó de pie frente a la ventana de su oficina, mirando el horizonte. Mauricio entró sin anunciarse.

—¿Vas a permitir esto? —preguntó el joven con dureza—. Ese hombre no tiene historia, no tiene registros, no tiene siquiera un apellido. Nadie sabe quién es.

—Y, sin embargo, logró lo que tú no pudiste —respondió Lucios sin volverse—. Que Arianna se preocupe por alguien. Que sonría.

Mauricio apretó los dientes.

—Eso no significa que sea digno de ella.

—Tú tampoco lo eras —dijo Lucios con calma, girándose por fin—. Pero te di una oportunidad. Ahora, es a él a quien vamos a investigar.

—¿Me estás pidiendo que lo vigile?

—Te estoy pidiendo que no la pierdas de vista —respondió el patriarca—. Porque si ese joven es un peligro… no solo para ella, sino para esta familia… quiero saberlo antes de que sea demasiado tarde.

Mauricio asintió lentamente, pero sus ojos reflejaban algo más que obediencia.

Reflejaban celos. Resentimiento. Y una promesa silenciosa.

Aquel tal Caleb no iba a quedarse con Arianna tan fácilmente.