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El Despertar De Luna: En Las Manos Del Enemigo

El Despertar De Luna: En Las Manos Del Enemigo

Status: En proceso
Genre:Hombre lobo / Romance paranormal / Traiciones y engaños / Venganza de la protagonista / Reencarnación / Poderosas criaturas sobrenaturales
Popularitas:18.8k
Nilai: 4.5
nombre de autor: Alondra Beatriz Medina Y

En un mundo donde los humanos temen a los lobos y los lobos temen a su propia naturaleza, Rachel Montemayor despierta en un calabozo, atrapada entre dos identidades. A lo largo de su vida, ha luchado por controlar su lobo interior, pero ahora, en la víspera de ser vendida como esclava en la ceremonia de ascenso de Desmond, su destino parece sellado. Mientras las ofertas se lanzan como dagas en el aire, Rachel debe decidir: ¿se someterá a la vida de un objeto, o encontrará la fuerza para reclamar su libertad y desatar el poder que siempre ha llevado dentro?

¿Es Ethan un Villano o un Héroe Trágico?

¿Puede la cercanía sanar las heridas del pasado?

¿Es posible cambiar el corazón de un hombre frío como Ethan?

En un juego de traiciones, poder y autodescubrimiento, Rachel se embarcará en una lucha que podría redefinir no solo su vida, sino el equilibrio entre humanos y lobos.

Podrá Rachel descubrir: ¿Qué hay detrás de la fachada del 'hombre de corazón frío'?

NovelToon tiene autorización de Alondra Beatriz Medina Y para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

El Precio de la Libertad

...|| Ethan Blackwood ||...

Nunca imaginé que el destino me llevaría a un evento tan sombrío como una subasta humana. Había escuchado rumores en los oscuros rincones de la ciudad, donde el dinero y el poder dictan las reglas del juego. Mi nombre es Ethan Blackwood, y en este mundo distópico, he aprendido a navegar entre sombras. Sin embargo, el día que decidí asistir a esa subasta, mi vida cambió por completo.

Mi sabio, la persona que siempre se encargaba de mantenerme al tanto de todo lo que sucedía en mi vida, y que tenía la habilidad de vislumbrar mi futuro simplemente con el uso de su bastón, había estado a mi lado desde que tengo memoria. Él me había afirmado con certeza que muy pronto encontraría a la loba que se convertiría en mi luna. Me dijo que ese momento especial ocurriría en un día como hoy. Y, francamente, ¿quién era yo para dudar de sus palabras o para no creer en lo que me había profetizado?

Al ingresar al gran salón, quedé prendado de la escena. Un espectáculo resplandeciente, personas vestidas con ropas opulentas, pero el ambiente estaba impregnado de una desesperación palpable. En el centro, ella estaba allí: Rachel Montemayor, la "hermosa joya" que ahora se ofrecía al mejor postor. Las luces brillantes la iluminaban como si fuera un objeto, un mero trofeo, pero en mi interior sabía que era mucho más que eso. Me encontraba ante una mujer que, en medio de su cautiverio, aún llevaba consigo su esencia, su espíritu indomable.

Cuando hice mi oferta, una sensación de tensión llenó el aire, como si cada palabra pronunciada llevase consigo el peso de nuestras existencias. Al mencionar diez mil monedas de oro, la atmósfera pareció congelarse en el tiempo. No solo estaba comprando a Rachel; estaba desafiando todo un sistema que había reducido su vida a un simple precio. La multitud quedó en un silencio casi reverencial. No era simplemente un número; era una contundente declaración de guerra, un claro mensaje acerca de mis verdaderas intenciones. Lo último que quería era dar la impresión de que alguien podría llegar a pensar que tenía la capacidad de poseerla. ¿Quién en este vasto imperio se atrevería, siquiera en sus pensamientos más atrevidos, a intentar apoderarse de algo que me pertenece?

Cuando Desmond proclamó que Rachel me pertenecía, me dirigí hacia ella con determinación. La observé temblar al comprender la magnitud de lo que estaba ocurriendo, y en sus ojos vislumbré una compleja mezcla de miedo y desconcierto, o al menos eso era lo que mi instinto me hacía pensar. Al acercarme finalmente, me di cuenta de que la situación era mucho más complicada de lo que había anticipado. Con un gesto delicado, la envolví en mi capa, arropándola con la tela y, con cuidado, la levanté en mis brazos. Sentí su cuerpo contra el mío, un contacto que, en medio de un mundo tan gélido, despertó una chispa de calor en mi interior.

Por un breve momento, experimentaba la sensación de estar atrapado en un estado de posesión, como si una fuerza incontrolable me impulsara a abrazarla con fervor y arrancar su ropa sin pensar en las consecuencias. Sin embargo, al instante, tomé plena conciencia de su vulnerabilidad y de la lucha interna que estaba enfrentando en ese mismo instante. Era un conflicto profundo, una batalla que reflejaba sus propias inseguridades y miedos, y eso me llevó a reconsiderar mis deseos más primitivos, recordándome la importancia de su bienestar por encima de mis impulsos momentáneos.

Mientras la guiaba para salir de la sala, sentí el peso de las miradas de todos los asistentes fijas en nosotros. Era evidente que comprendían que Rachel ahora se encontraba bajo mi resguardo, lo que implicaba que ningún individuo se atrevería a causarle algún daño. Sin embargo, era consciente de que ella no percibía la situación de la misma forma. Para Rachel, yo no era más que otro hombre que ostentaba el poder de influir y determinar el rumbo de su vida.

— No tienes nada que temer —le susurré mientras salíamos al aire libre. Mis palabras eran sinceras, pero sabía que le costaría creerme. Tendría que demostrarle con acciones que no era como los demás.

La conduje con delicadeza hasta mi carruaje, asegurándome de que cada paso fuera firme pero suave. La ayudé a acomodarse en el asiento, con el máximo cuidado para que estuviera cómoda. Sus ojos, aún bien abiertos, reflejaban una mezcla de inquietud y curiosidad, como si estuviera llena de preguntas que no sabía cómo formular. Noté que en un instante de distracción de su parte, un breve descuido que parecía invitar a la acción. Aproveché esa oportunidad con decisión y, de un golpe preciso y controlado, impacté suavemente la parte posterior de su cabeza. Al instante, su cuerpo se deslizó hacia delante, cayendo inconsciente sobre mí, dejándome a solas con mis pensamientos y la situación que acababa de desatar.

— Lo siento mucho, Rachel — le dije, mi voz llena de emoción y entrecortada, mientras la abrazaba con toda la fuerza que podía. La sentía tan frágil en mis brazos, como si pudiera romperse en cualquier momento. — Pero esto es únicamente por tu propio bien — o al menos, eso era lo que creía en ese instante, mientras luchaba con la culpa que me invadía.

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