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Oro

Oro

Status: En proceso
Genre:Intrigante / Malentendidos / Pareja destinada / Secretos de la alta sociedad / Viaje a un mundo de fantasía / Edad media
Popularitas:50.4k
Nilai: 5
nombre de autor: thailyng nazaret bernal rangel

Sexto libro de la saga colores.

Tras seis años encerrada en un convento, Lady Tiffany Mercier encuentra la forma de escapar y en su gran encrucijada por conseguir la libertad, se topa con Chester Clark, un terrateniente que a jurado, por motivos personales no involucrarse con nadie de la nobleza.

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10. Los besos robados

...TIFFANY:...

Los niños me saludaron al entrar y tomaron sus asientos cuando la institutriz lo ordenó.

El Señor Chester ya estaba en su sitio, pero no podía ni mirarlo al rostro al recordar como me besó, con todo derecho y demanda. Estaba muy nerviosa y hasta me tropecé varias veces mientras entraba a la escuela y cada cosa mínima que hacía ese hombre me alteraba.

Solo con sostener su pluma e inclinarse contra el espaldar de la silla yo ya sentía mi respiración fallar.

Se concentró en la clase y solo cuando Merida me lo permitió, en enfrasqué en ayudar a los niños.

Sentía la mirada de él mientras ayudaba con la escritura y los ejercicios que la institutriz colocó en la pizarra.

— Tengo una duda — Dijo Chester, observandome y me erguí, haciendo ademán de avanzar.

Merida se aproximó rápidamente — ¿Qué duda tiene?

Desvié mi atención de ellos, irritada.

No recordaba que eran amantes, pero si el señor Chester quería jugar con dos mujeres, entonces yo no participaría en eso.

No me volvería a dejar besar, yo no volvería a ser una muñeca que se podía usar al antojo.

Lo ignoré todo lo que duró las lecciones, sin observar hacia él y sin hacer caso a sus llamados.

Sentía rabia en mi interior cada vez que Merida se acercaba a él con su pavoneo, sus miradas seductoras y sus manos con miel tocando los hombros de Chester, casi que le ponía el busto en la cara cuando se inclinaba.

Los niños recogieron las hojas y se las entregué a Merida al final.

— Aquí están las lecciones — Dije, colocándolas sobre el escritorio, me ignoró y siguió los movimientos de Chester.

— ¿Te quedarás después de la clase?

Era una descarada sin vergüenza.

Chester se colocó el sombrero y acomodó su capa.

— No, tengo asuntos que atender.

— Oh, es una pena...

— No creo que sea adecuado que le siga pidiendo quedarse, ya le doy lecciones en casa — Gruñí, sin poder evitar el picor y Merida me lanzó una mirada recelosa.

— ¿En casa?

— La Señorita Tiffany vive conmigo y me a estado ayudando con mi retraso — Dijo él.

Merida se cruzó de brazos — ¿En serio?

— No es lo que piensa, yo no acostumbro a usar las lecciones como excusa para seducir a mi estudiante.

— ¿Seducirlo? ¿Cómo rayos te atreves muchachita? — Siseó, irritada — ¡Eres una recién llegada, no tienes voz en mi salón, lo que el Chester y yo hagamos en privado no es de su incumbencia!

— Su área de trabajo no es para encuentros placenteros, debería ser más profesional, estoy segura de que la Duquesa Daila no estará de acuerdo en que use esto como aposentos para sus urgencias — Gruñí y abrió su boca, sorprendida y ofendida por mi comentario.

— ¡No tienes derecho a amenazarme y mucho menos a andar de metiche, Chester, deberías decirle que nuestra relación es seria y que pronto nos casaremos! — Dijo, dándome una mirada desdeñosa.

Observé a Chester y él negó con la cabeza.

— En ningún momento hablamos de matrimonio, acordamos que solo serían encuentros y estuviste de acuerdo, no vengas a querer torcer las cosas...

— Pensé que eras un sujeto más serio y responsable — Siseó la institutriz — Acostarse conmigo y luego desechar como basura no es de caballeros.

Odiaba sentirme tan celosa de esa mujer.

— Con permiso — Gruñí saliendo del salón.

Llegué al caballo y el señor Chester me tomó del brazo.

— No me voy a casar.

— No pretenda besarme cuando tiene una relación con otra mujer, así sea solo su amante, no voy a permitir y formar parte de su lista...

— ¿Lista? No hay ninguna lista — Gruñó, me zafé de su agarre — La besé porque me gusta y ya está.

Me sonrojé — Mentira...

Merida estaba observando y Chester se giró.

— ¡Maldito mujeriego! — Escupió, furiosa, alejándose hacia las tierras de los campesinos con un andar impetuoso.

Él me observó y abrió su boca.

— No diga nada, quiero volver.

— No podemos terminar disgustado cada vez que venimos — Resopló, desatando el caballo — Al parecer mi reputación se ensucia cada vez más.

— Usted mismo buscó la guillotina.

Subió de forma ágil y luego me tendió la mano.

...****************...

Empezó a llover cuando íbamos por el camino, primero gotas pequeñas y en unos segundos aumentaron más.

Cubrí mi rostro en la espalda de Chester, el agua nos estaba empapando, dificultando el andar.

Él paró e intenté ver a través de la lluvia.

Giró su cabeza, las gotas se deslizaban por el sombrero.

— ¡Será mejor que se coloque adelante!

— ¿Por qué?

— ¡Estará más segura si va adelante!

De hecho, sentía como si estuviera resbalando sobre el asiento.

Accedí.

Se giró un poco y me tomó de la cintura con un solo brazo, me cargó, colocándome adelante.

Me acomodé en el asiento, colocando mis piernas a cada costado.

Se me aceleró el corazón cuando los brazos del señor Chester rodearon ambos lados de mi cuerpo para tomar las riendas y mi espalda quedó pegada a su pecho.

Hizo que el caballo fuera con más prisa.

El frío del agua hizo que me aferrara más al calor de su cuerpo, sentía una firmeza contra mi trasero, el roce que provoco el galope me devolvió la ansiedad.

Sentí su respiración cerca de mi oído y luego me estremecí cuando sus dientes rozaron mi oreja.

Dió besos detrás y en mi cuello, sin parar de cabalgar.

El torrencial aumentó así que prestó más atención al camino.

Llegamos a la hacienda y bajó rápidamente, me ayudó, tomando mi cintura, me dejó en el suelo sin mucho esfuerzo.

— Entre a la casa, iré a dejar el caballo en el establo.

Corrí hacia el patio, huyendo de la lluvia y entré en la casa.

Al parecer, Leandro se había marchado, la casa estaba fría y oscura.

Me quité el sombrero, estaba muy empapado, al igual que mi vestido, se me pegaba de la piel, produciendo más temblores en mi cuerpo.

Chester entró, quitándose también la capa y el sombrero, dejándola en el suelo.

— Estamos muy empapados — Dijo, con la voz un poco cortada por el frío y asentí con la cabeza, sin dejar de temblar.

Se aproximó y me rodeó, pegué mi cuerpo del espaldar del sillón que estaba detrás de mí.

— ¿Tiene mucho frío? — Preguntó, observando mi pecho, bajé mi mirada, se me marcaban los senos por encima de la tela mojada.

Me cubrí con los brazos.

— Cada uno debería ir a cambiarse la ropa y... Encender la chimenea...

Se alejó — De acuerdo — Bajó los tirantes de sus pantalones y empezó a desabotonar su camisa.

Se la quitó y la dejó en el suelo, se deshizo de las botas rápidamente y de los pantalones.

Permaneció en calzones.

Avancé por el pasillo, tratando de ignorar su presencia y me metí a mi habitación.

Quité la ropa mojada y rebusqué en los baúles.

Usé una sábana para secarme y me coloqué otro vestido abrigado.

La chimenea ya estaba encendida y también algunos candelabros y faroles.

— ¿Quiere leche caliente?

Chester apareció con dos taza, tenía otra ropa, una camisa ancha sin botones y unos pantalones café, caminó descalzo hacia la mesa, bebiendo de su taza.

Me relajé un poco, tomando una de las sillas, alejada de él.

Sostuve mi taza con ambas manos, apreciando el sonido de la lluvia que hacía eco dentro de la casa.

Recogí mis piernas y las elevé, abracé mis rodillas mientras bebía la leche tibia.

Nos cruzamos miradas, sentía la respiración cortada cada vez me nuestros ojos se encontraban, solo con su mirada me sentía nerviosa.

Apoyó los brazos de las mesas y acentuó su mirada en mis pies, asomados al borde de la silla.

— Está descalza.

— Usted también.

— Sus pies son bonitos... Se que es algo extraño, pero... Al verlos, me provoca besarlos mucho, lamer y tocar...

— Señor Chester — Supliqué y volvió su mirada oscura hacia mi rostro — Por favor, pare.

— Lo siento, se que para una monja debe ser incómodo.

— No soy una monja — Gruñí, harta de que siguiera pensando que lo era — Si lo fuera, estaría en el convento, si quisiera ser monja no me hubiese escapado.

— Estoy tan agradecido de que desertara — Confesó y me quedé atónita — Una mujer tan hermosa como usted, no debería estar escondida bajo esos feos hábitos.

Se me cayó la taza de las manos y término en el suelo.

No pude evitar recordar al ser despreciable que me robó la virginidad. Sabía que el señor Chester no era como ese desgraciado, pero en ocasiones me ganaba el temor y los malos recuerdos.

Él se levantó cuando intenté agacharme para recoger los pedazos.

Los recogió por mí — Tal vez mis palabras no sean adecuadas...

— Por favor, dejemos esta conversación hasta aquí.

Me tomo la mano — No puedes negar que no te sucede lo mismo, que te atraigo.

— No soy como Merida...

— No estoy diciendo que lo seas, no me gustas por eso...

— ¿Le gusto por qué soy pura? — Pregunté, soltando su agarre para alejarme.

Se levantó y sonrió.

— No... Es cierto que su inocencia me atrae, hasta ahora lo que conozco de usted me gusta, su dedicación en hacer cada cosa, su atención y su inteligencia... Si continuamos en esto, no será un juego, tal vez podamos tener una relación formal...

No pude evitar derramar lágrimas y se desconcertó.

— No querrá eso — Jadeé.

— ¿Por qué? Ambos somos libres y nos gustamos... Sino quiere un compromiso tan pronto, entonces sigamos conociendo lo que nos falta por saber del otro — Insistió, acercándose a mí — Yo no quiero que se vaya, necesito que se quede, conmigo...

— No puede querer a alguien como yo...

Me tomó de la barbilla — ¿Por qué no? No me gusta que se sienta menos y que no se aprecie — Seguí llorando — ¿Por qué llora?

— Yo no puedo... No soy mujer para ningún hombre...

Se aproximó y me abrazó.

Me quedé inmóvil.

— Si lo dice porque anteriormente se entregó al servicio y no estuvo antes cerca de un hombre, no se preocupe, no es algo que sea impedimento — Rodeó mi cuerpo con sus brazos.

Se sentía tan seguro.

Se apartó y limpió mis lágrimas con sus dedos.

— Permita demostrarle que mis intenciones son buenas.

Le había mentido sobre mi origen y nunca podría decirle que estaba sucia, mancillada y que tal vez no podría sanar completamente para él. Seguramente me despreciaría, se arrepentiría de haberme elegido o sentiría tanta lastima que no se acercaría más.

No quería nada de eso.

— Quiero dormir acompañada.

Sus hombros se tensaron — ¿Acompañada?

— Si — Quería sentirme acompañada mientras dormía, me sentía muy insegura cuando llegaban las noches, me despertaba asustada creyendo que volvería a estar entre las paredes frías del convento.

— ¿Tienes mucho frío? — Me observó con ternura.

— Si, tengo frío.

— Tendremos que dormir en mi cama, porque la tuya es muy pequeña y no cabre — Parecía avergonzado de su tamaño.

¿A su habitación?

— Está bien.

— ¿No tienes hambre?

— Me bastó con la leche.

— Está bien, durmamos — Se alejó y lo seguí hacia el corredor.

Abrió la puerta de su habitación y entré primero.

Escuché la puerta cerrarse, pero respiré profundo varias veces.

No era él, no estaba en el convento.

Chester se acercó la cama y apartó las mantas.

— Acuéstate.

Subí a la cama, hasta el borde y la cama se hundió cuando también trepó. A pesar de ser grande, Chester abarcaba un gran espacio.

Nos cubrió con las mantas y me giré, dándole la espalda.

Pensé que se quedaría boca arriba, Pero se giró y me rodeó en sus brazos.

Me estremecí.

Me abrazó contra él.

— Así estaremos más cálidos — Susurró contra mi oído — Está lloviendo fuerte.

Me acomodé en sus brazos, sintiéndome tan bien.

Lo observé, su rostro estaba tan cerca.

Me evaluó detenidamente.

— ¿No vas a dormir?

No quería dejar de verlo.

Me acomodé para quedar frente a frente.

— Así puedo verte mientras me quedo dormida.

— ¿Por qué te siento cómo si estuvieses en peligro? ¿Cómo si estuvieras insegura?

— Es por la lluvia — Mentí — Me dan miedo los relámpagos.

Acercó su boca y me besó, rozando sus labios con delicadeza.

Cerré mis ojos y respondí, tomando el mismo ritmo.

Toqué su cuello, deslizando mis dedos por su cabello.

Mi corazón se aceleró y el palpitar volvió, la calidez y la ansiedad.

Abrió mis labios y metió su lengua, me rozó, saboreando mi boca, aumentando el ritmo.

Jadeé cuando rompió el beso.

Me pegó a su cuerpo y me estremecí al sentir su dureza.

— Tranquila, no voy a propasarme, a menos que lo quieras.

— Por ahora, quiero dormir contigo.

Me abrazó y me acurruque en sus brazos.

1
Emiux Emiux
Cierto 🤷‍♀️
Emiux Emiux
😂😂😂 Leandro
Emiux Emiux
Leandro o Sebastián ???
Emiux Emiux
Nooo manches
Emiux Emiux
😂😂😂😂😂😂
Yumara Guzman Muños
por favor más capitulos /Grievance//Pray//Pray/
Emiux Emiux
😂😂😂😂😂 cierto, esta aún es muy mandona
Emiux Emiux
😂😂😂😂😂
Emiux Emiux
Ohh no Chester no pienses así, tu también podrías ser parte de esa familia, solo no te cierres
Emiux Emiux
Pero eres el más grandote y fuerte y ellos también quieren ser como tú
Emiux Emiux
😡😡😭😭😭😭 como su familia pudo hacerle algo así 😔😔😔😔😔 encerrarla y nunca sacarla de ahí
Stella Maris Santabaya
Excelente
Letizia Mar
yo creo que William si amo a Cari a su manera un amor diferente al que sentía por Celia, el acepta que fue muy especial le devolvió la vida le dio un hijo, compañía y la hizo feliz.
es justo que trate de rehacer su vida y que mejor que con quién dejo una historia inconclusa.
lo que siente Chester es lógico para el su padre era su única familia y compañía se siente desplazado, pero era cuestión de comunicarse y aclarar sus sentimientos
Stella Maris Santabaya
Que lindo Chester 💕
Guadalupe Vargas Casarrubia
El lo que sintió por Carie fue agradecimiento nunca la quiso y tampoco la amo ella vivió bajo la sombra del amor de William por Celia. Triste la vida de la madre de Chester
Guadalupe Vargas Casarrubia
El lo único que quiere es estar con su amor Celia y su amado hijo del amor de su vida
Guadalupe Vargas Casarrubia
Nunca estuve de acuerdo que William volviera con Celia porque el único que está sufriendo es Chester porque el piensa que su padre nunca quiso a su madre y es la verdad ya que Celia es el amor de la vida de William.
Guadalupe Vargas Casarrubia
Que hombre tan cínico y miserable nunca la amo
Guadalupe Vargas Casarrubia
Estoy de acuerdo con Chester por fin se dio cuenta que su padre nunca valoró y quiso a su madre
Katsof Muri
maravilloso capítulo 💝💝💝
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