Después de un accidente de auto, quedé en sillas de ruedas, mi novia habia fallecido. Pasé años en depresión, hasta que un día, cuando mi hermana Antonella y yo salimos a la plaza y la vía ella, una chica sentada en una de las banquetas que estaba junto a la estatua del general.
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EN TU PECHO
ADRIÁN JONES
Dos meses de rehabilitación y siento que no he logrado nada.
— Adrián, tu padre quiere hablar contigo— la voz de mi madre sonaba algo rara.
Entré al despacho.
—Entra hijo. Esto te va a alegrar. Conseguí que una clínica en Suiza te aceptará para las rehabilitaciones. Son los mejores a nivel mundial.
— Pero aquí estoy bien.
— Son los mejores, Adrián.
— No quiero ir.
— Ya hice los papeleos. No sabes lo que me costó hacer el contacto. Es difícil.
— ¿Por qué no quieres ir? — mi madre preguntó muy enojada.
— Tengo novia y no quiero dejarla sola.
— Acaso te la van a robar. Ha de ser una de esas muchachitas interesadas.
— No, ella no es así. Yo la amo madre.
— ¿Y ella te ama? No me digas que creíste eso, en tu condición.
— ¿Qué estas diciendo que nadie puede fijarse en mi, por ser un inválido? Por favor, por ella he vuelto a querer vivir.
— ¿Ya te olvidaste de Mía?
— Ella está muerta. No puedo vivir con ese dolor, quiero soltar ese recuerdo que me consume.
— Ya, paren los dos— gritó mi papá— Mañana quiero una respuesta. El viaje es para el fin de semana. Pon tus prioridades sobre la mesa.
Mi mamá salió muy enojada conmigo.
— Padre, ¿al menos tú me entiendes? ¿Cuánto tiempo proponen los médicos de suiza?
— Quiero entenderte, Pero para mí, tu salud es mi prioridad. Si ella te ama, ella va a esperar, si no te ama, tú sabes que va a pasar. Considera mi petición. Nunca te pido nada, he dejado que hagas lo que has querido, pero por primera vez, quiero que tomes la rehabilitación en Suiza.
— Está bien, lo pensaré. Esta noche quiero pasarla con mi novia.
— Está bien. Aunque tu madre estará más furiosa.
— Lo sé. Pero aun así, no me importa.
Salí de la casa. Le pedí a José que me llevará con Yara.
¿Rehabilitarme en Suiza?
— Llegamos Joven— José me ayudó a llegar al departamento.
— Puedes irte a descansar y por nada del mundo le digas a mamá dónde estoy, inventa cualquier cosa, Pero jamás le des está ubicación. Por favor. Yo te llamo si regreso a casa mañana.
— Está bien, joven. Mi boca está sellada.
José se fue y yo entré, tenía una copia de las llaves. Yara no estaba en la sala, ni en la cocina. Fui al cuarto. Ahí estaba ella acostada con unos auriculares en sus orejas. La observé un rato, ella no se había percatado que yo estaba en el departamento.
Cuando me vio, se asustó y cayó al piso.
— ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no me avisaste? Aunque no tienes por qué avisar, este es tu departamento.
Ella se levantó del piso y se acercó a darme un beso.
— Ven a la cama conmigo.
Ella estaba acostumbrada a estar conmigo en la cama cada vez que yo venía. Hacíamos el amor siempre de la misma manera, ella me ayudaba con la silla de ruedas cuando subíamos por el ascensor. Ella me traía agua, ella hacía todo lo que pedía. Esa sumisión y servicio me entristecía y no sé si ella se sentía bien con hacer de enfermera todo el tiempo que pasábamos juntos.
Yo deseaba bañarme con ella, hacerle amor en el baño, en la cocina, dónde fuese posible. Quería caminar de la mano con ella, no quiero escapar de las miradas de las malditas personas, que ven con curiosidad nuestra relación.
En este momento, siento frustración.
Me puse en la cama. Yara se acercó y se puso en mi pecho, abrazándome.
— Yara, ¿Qué sientes por mí? Sé honesta— mi pregunta la tomó por sorpresa.
Jamás le preguntaba estas cosas.
Ella se puso encima de mí y con una sonrisa en sus labios, suspirando me respondió.
— Yo te amo, Adrián— puso sus brazos alrededor de mi cuello— Te amo mucho, muchísimo— terminó esa frase con un beso y un abrazo.
Empecé a llorar. NUNCA había llorado delante de ella.
—¿Por qué lloras? — ella limpiaba mis lagrimas con sus dedos.
— ¿Me amas realmente?
— Sí.
— Aún siendo un inválido.
— ¿Sucede algo? Seas o no inválido, eso no me importa, yo disfruto cada momento contigo, me haces sentir plena. Me siento amada y tú me has tratado muy bien.
— ¿Por qué no te quejas?
— ¿Por qué debería? Soy feliz contigo— Ella tenía lágrimas en sus ojos— Te amo Adrián.
— Perdóname Yara. Es que la rehabilitación no está funcionando aquí. Y no quiero arruinar tu vida conmigo.
— No estoy arruinando mi vida contigo. Y ahora que te amo, cuidado me dejas. No te doy el permiso de dejarme, si es eso lo que estás pensando.
— No te voy a dejar.
— Más te vale.
— Solo que— ella me miró haciendo un puchero y arrugando el entrecejo— Voy a rehabilitarme en Suiza.
— Está bien.
— ¿Está bien?
— Sí, eres un tonto. Pensaste que yo me iba a negar. Yo quiero verte feliz.
La abracé.
— Vales oro mi niña hermosa. Solo que yo no quiero ir y dejarte sola. Quiero llevarte conmigo, Pero creo que mis padres no lo permitirán. Mi mamá está molesta conmigo. Y seguramente debe estar más molesta, porque me vine a dormir contigo.
— Eres un hombre de 23 años. Tienes derecho de vivir tu vida. Además, no te enojes con ella, entiéndela, ella se preocupa por ti.
— Exageramente. Hoy les dije que tenía novia y que te amo. Pero solo se puso furiosa.
— Es normal, su único hijo varón tiene novia. Creo que así son las madres con los hijos varones.
— Puede ser.
Yara empezó acariciando mi rostro, pasaba su dedo índice por mi frente, lo circulaba hasta la punta de la nariz. Se acercó y me besó.
Ella me hacía vibrar mi alma. Terminamos haciendo el amor.
— Cuando regrese de Suiza, quiero casarme contigo y formar una familia.
Ella asentó con la cabeza y me abrazó.
— Acomódate, quiero aprovechar esta noche para dormir en tu pecho.