Destiny Love llevaba una vida tranquila trabajando como coordinadora de eventos en el club de solteros Lovely, pronta a contraer nupcias con su novio de la infancia hasta que un día se topa con el guapo y descarado James Miller quien llegó a poner su mundo de cabeza con una propuesta que no pudo rechazar.
Dispuesto a conservar su posición como nuevo CEO del negocio familiar, James está obligado a ponerle freno a las aventuras de una noche que lo sostenían medianamente cuerdo ante el dolor de su reciente ruptura. Por lo que decide contratar los servicios de una curiosa y poco atractiva mujer para entretenerse.
Ese trato inusual los embarcará en la dulce historia que cambiará la vida de ambos.
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10.
Pese a que no había tenido el tiempo suficiente para disfrutar de las comodidades de su nueva habitación temporal, Destiny se sentía inspirada. Durante la primera hora de la mañana un viejo verde que ella reconoció como el chofer de la noche anterior le había entregado el itinerario de James para esa semana, cada actividad con una indicación específica para ella sobre cómo vestir y cómo comportarse. Todo estaba tan perfectamente planificado que incluso crearon una identidad falsa para ella.
Rodó los ojos, típico de los ricos y su estricta confidencialidad. La harían pasar por una estudiante universitaria en cumplimiento de sus prácticas profesionales.
Se aplicó el labial rojo más discreto que cargaba en su cosmetiquera y sonrió frente al espejo. Su maquillaje había hecho maravillas para ocultar el remordimiento que sentía por inmiscuirse en los asuntos familiares de James. Ahora que lo pensaba, él estaba en todo su derecho de molestarse, ya que a ella tampoco le gustaba compartir sus inexistentes antecedentes familiares.
Cogió su cartera de mano y abrió con sigilo la puerta. Lo primero que intentó hacer al despertar fue deslizarse a hurtadillas al cuarto de James para dejar a un lado el asunto y comenzar su relación laboral de cero, pero sus planes se vieron truncados al encontrar la habitación vacía.
Por un segundo sintió rabia al creer que James se le había escapado durante la madrugada, sin embargo una de las sirvientas le dijo que el joven Miller despertaba muy temprano a ejercitarse. Otro motivo para sentirse gorda a su lado. Mientras ella dormía cómodamente en ese colchón hecho de nubes, él trabajaba su cuerpo.
Genial.
Como se encontraba tan determinada a que nada opacara su día, marchó directo a la cocina. Durante su descenso, notó que todos los empleados la miraban con cierto desprecio. Entrecerró los ojos e inspeccionó su aspecto disimuladamente. Su traje de sastre no tenía arrugas, no se aplicó ningún perfume escandaloso y su cabello estaba recogido en un moño bonito. ¿Entonces por qué esas personas la miraban así?
Llegando a la cocina se encogió de hombros, sus días en esa ostentosa mansión estaban contados, por lo que no debía afectarle la opinión ajena.
Tranquilamente se sirvió un zumo de naranja, resolviendo que la mejor forma de hacer las paces con James era preparándole un sustancioso desayuno. Ella no conocía de nadie que rechazara un buen plato de comida.
Resuelta, se adentró en labores colocándose un mandil que encontró sobre la mesa. Si algo le encantaba de la cocina de los ricos era que contaban con toda clase de ingredientes, a sus amigos siempre les encantaron sus recetas y James Miller no sería la excepción. Cuidó cada detalle de la preparación y en cuanto estuvo listo, colocó en una charola los platos, agregando una pequeña florecilla en la tarrina del sirope de chocolate.
Esperaba que James no fuese alérgico al polen. No quería agregarle el intento de homicidio a sus antecedentes.
—Así que tú eres la mujercita que mi nieto trajo anoche.
Destiny se quedó petrificada en el centro de la cocina. Una mujer mayor luciendo un maquillaje excesivamente cargado y de colores escandalosos, la escrutó, dando pasos lentos alrededor de ella, apretando un abanico entre sus manos. Destiny sintió que su espalda se puso rígida y la tacita de café tintineó igual de asustada que ella en la charola.
—¿Por qué no te has ido? —interrogó—. ¿O acaso esperas que se te paguen horas extras?
Destiny se mordió el interior de la mejilla, consternada. Ahora entendía porqué todos la miraban de forma repulsiva, creían que era una más del repertorio de amantes de James.
—Lamento decepcionarla, señora. Pero estoy aquí porque James me contrató como su empleada durante estas semanas.
—¿Semanas? —repitió, escéptica—. Sé que James es de los que prefiere pagar por ese tipo de servicios pero, ¿semanas completas? ¿Y contigo?
Destiny se sintió ofendida por el tono en que pronunció esas palabras, como si ella no reuniera las suficientes cualidades para estar con James.
—Una vez más, se equivoca —le retó Destiny, sosteniéndole la mirada—. No me está pagando por acostarme con él; seré su asistente personal.
La vieja Jang se echó a reír. ¿De dónde había sacado su nieto a esa niña tan atrevida?
—No me digas que se contrató una niñera —se carcajeó—. Tengo que reconocer que ese muchacho es ingenioso. No cabe duda que él es un digno miembro de esta familia.
Destiny comprendió finalmente que esa anciana escalofriante era la abuela de James.
—Veo que incluso le preparaste el desayuno —le felicitó Jang, con un brillo peculiar adornando su mirada. Le dio un par golpecitos con su abanico en la cabeza y la sacó a empujones de la cocina—. Solo espero que no resultes igual de perra que su ex o te las verás conmigo.
Destiny se detuvo un instante a reflexionar esa conversación tan extraña. ¿James Miller en una relación formal? Ni de broma, la pobre anciana tenía que estar confundida. Con lo mentiroso que era James lo más probable era que la tuviera cegada con su encanto. Vaya tipo. Ni su abuela estaba exenta de sus engaños.
Los perros Choco y Late se colaron entre sus pies como un vendaval, sacándola de su estupor. Destiny se apresuró tras ellos para llegar a las habitaciones de James. La puerta se encontraba abierta y entró sin pensárselo demasiado.
—Buenos días, James. ¿Listo para nuestro gran primer día? —Saludó Destiny de manera atenta y servicial—. Todavía quedan algunos minutos antes de salir al trabajo, así que pensé en prepararte tu desayuno personalmente.
—No tienes por qué hacerlo —le respondió James, anudando su corbata frente al espejo—. Para eso está la servidumbre. Tus únicas responsabilidades te las dejé muy claras ayer.
Destiny se sintió un poco confundida con la respuesta. ¿Eso significaba que el evento de la noche anterior había quedado en el olvido? ¿O por el contrario, él la odiaba más que nunca? Optó por averiguarlo en el transcurso de día, lo mejor en ese momento era pretender que nada había ocurrido entre ellos para hacer de su tiempo juntos algo más tolerable.
—Tómalo como un pequeño detalle de mi parte —reparó ella.
—Sin ningún motivo en particular, debo informarte que lo único que ingiero por las mañanas es un batido de proteínas y ya lo hice, así que puedes llevarte lo que sea que hayas preparado a la cocina.
Ni de chiste. Ella había sacrificado preciosos minutos de descanso para tener el tiempo suficiente de prepararle el desayuno a ese malcriado y rencoroso sujeto.
—Deja de decir tonterías y siéntate a comer.
En un abrir y cerrar de ojos, James se encontró sentado frente a un sustancioso y tentador plato de waffles acompañados con helado de vainilla y sirope de chocolate. ¡Cielos! Ese era uno de sus postres favoritos.
Seguramente la estrategia secundaria de Chispita para mantenerlo alejado de las mujeres era hacer que él aumentara de peso, si lo pensaba bien, eso concordaba con la estrategia principal, la cual era asesinarlo, pero ella se había decidido a hacerlo de una forma más lenta.
Con el primer bocado James sintió que probó el cielo y eso lo convenció para dar la segunda estocada.
—Y dime, Destiny Love, ¿qué se siente despertar en la casa de otro hombre?
James sonrió maliciosamente, deslizando el tenedor fuera de su boca. Chispita se puso pálida e incluso su chillante labial rojo perdió un tono. Perfecto. Su venganza estaba completa. Ahora él podía disfrutar de su delicioso desayuno en paz.