"Sansa" - Sobrevivir Siendo La Villana.

El faraón había llegado a su harén. Ordenó que le trajeran a la nueva concubina que había llegado desde un estado vecino. Era la hija de un noble a cargo de ese estado. El faraón se había fijado en ella durante la última fiesta que se había realizado en el palacio, hace unos dias. La dama había acompañado a su padre por petición del faraón. Quién había escuchado de la belleza de la hija de aquel súbdito suyo.

El hombre resignado obedeció y llevó a su hija. Sabía que si se negaba, toda su familia desaparecería. Durante la fiesta en el palacio, el faraón llamó al hombre para que se acerque en compañía de su hija. Ellos obedecieron.

El faraón al ver a la dama al lado de su padre, le gustó lo que vió, y le pidió que se acerque más para que se siente a sus pies. Todo lo que podía hacer aquel hombre era pedirle perdón a su hija con la mirada. Ella sabía que no podían hacer nada al respecto, razón por la cual, para cuidar de su familia, simplemente obedeció.

Esa misma noche el faraón anunciaba que tomaría a la dama como concubina, formaría parte de su harén. Y fue así que al día siguiente, aquel hombre entre lágrimas se despidió de su hija.

Ese día era la primera vez en la que la nueva concubina estaría sirviendo al faraón desde que entró hace unos pocos días. La trajeron, ella con la mirada al suelo. Sabía lo que se venía, se había preparado mentalmente para el momento en la que el faraón pidiera que le sirva en su alcoba.

Antes de que la trajeran, los sirvientes la habían preparado minuciosamente con un baño y perfumes aromáticos. Momentos antes de cruzar las puertas de la habitación del faraón, los Medjay al servicio en aquel momento revisaron a la dama para asegurar que no tenga nada que pueda lastimar al rey.

Los Medjay eran los encargados de custodiar al faraón, algo así como unos guardias privados. Algunos estaban mezclados entre los soldados del palacio, y otros cuidaban desde las sombras al faraón. Podrían llegar a considerarse mercenarios especializados, bien entrenados a los que el Faraón pagaba muy bien por su seguridad.

- levanta la cabeza, déjame verte-, habló el Faraón Seqenen sentado en su gran cama.

Ella levantó el rostro pudiendo ver en ese momento el rostro del rey. Era el rostro de un hombre que parecía haber usado estupefacientes descuidadamente. Sin poder evitarlo, la mujer dio un paso atrás por el miedo. Pero fue un grave error de su parte, ya que en ese momento, la sonrisa del faraón se borró y levantándose la agarró de la muñeca tirando a la mujer en aquella enorme cama, empezando así la pesadilla de la mujer.

Seqenen la tomó de todas las formas posibles. Era un hombre que se veía como de entre unos 35 o 45 años, y la mujer no tenía más de 18 años. En algún momento la mujer se había desmayado, pero a él no le importó. Solo importaba su propio placer.

Al día siguiente, los sirvientes retiraron a una inconsciente mujer de la habitación del rey mientras él tomaba un baño. Ya los sirvientes estaban acostumbrados a situaciones como aquella. La tenían que llevar a su habitación y llamar a un doctor, además de cuidar que nadie hablara sobre lo sucedido. Se sabía que el faraón no era muy amable con sus mujeres, y que en ocasiones las golpeaba, pero nadie sabía la verdad de las atrocidades por las que pasaban en privado aquellas mujeres del harén.

Dos días después de aquella situación, la mujer se suicidó frente al rey cuando la mandó a traer de nuevo. Ella no estaba dispuesta a pasar por lo mismo, y decidió tirarse desde el balcón de la habitación del Faraón. Él por su parte solo se quedó mirando el cuerpo de la mujer sin vida desde el balcón y llamó a su guardia para oedenarles;

- limpien todo, y hazlo parecer como el resultado de una pelea en el harén-.

Los hombres con una reverencia se retiraron para obedecer la orden dada, mientras que el faraón, mirando de nuevo abajo donde aún estaba el cuerpo murmuró;

- que lástima, en esta ocasión pudo haber sido más divertido que la última vez-, y con una sonrisa se retiró para hacer sus deberes.

Por otro lado, en la mansión del visir se encontraba Sansa sentada en una mesa, y frente de ella estaba su padre. Sansa no podía dejar de mirarlo, era un hombre joven y lo más increíble es que era su padre, con el que se supone que no se lleva bien, pero ahí estaban, sentados uno frente al otro. Y mientras ella lo miraba, él le estaba sirviendo comida a ella.

Los sirvientes de Sansa estaban sorprendidos, era la primera vez que el señor de la casa se acercaba a la señorita Sansa. Tenían miedo de que algo malo suceda.

- hija, ¿te sucede algo? Estás muy callada-, habló con un tono suave el visir Ei.

Ella al escucharlo se apresuró en responder;

- señor, no sucede nada-.

Al escucharla, Ei se sintió un poco triste, ella no le decía padre o papá. Pero él le respondió pidiendo que lo llame padre o papá. Esto sin dudas sorprendió a todos los presentes. A Sansa incluso se le cayó la comida que estaba por meterse en la boca. Al ver aquello, el visir se apresuró a ayudar a su hija preguntando si estaba bien.

- esto es demasiado incómodo. ¿Qué está pasando?-, se preguntó Sansa mirando a sus sirvientes con un rostro confundido, pero se dio cuenta de que ellos también estaban igual de sorprendidos y confusos.

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Hola a todos. Gracias por el apoyo de siempre. Me alegra saber que les gusta como va la novela. Síganme, den likes y comenten que eso siempre me motiva mucho.. Más tarde agregaré más capítulos🫰