Una novela ligera, con una narrativa fluida para ser comoda para el lector, Esta historia es de ciencias ficción y horror cosmico. Se forja en la vida de un joven que se tendrá que enfrentar a criaturas que sólo existen en viejos libros de demonología, en un mundo de ficción creado por el autor (yo), lleno de misterios y emociones. disfrútalo.
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"Capítulo 3: Bienvenido a ReindHart"
El salón del trono quedó en un silencio espeso tras la peculiar presentación del monarca.
La atmósfera se impregnó de una vergüenza ajena tan intensa que podía sentirse en el aire. La princesa Franchesca, de pie al lado del trono, se cubrió el rostro con una mano, incapaz de disimular su incomodidad.
—Padre… —susurró, apretando los dientes con fastidio.
El Rey, aún de pie con ambos brazos alzados como si estuviera en plena obra teatral, proclamó con entusiasmo:
—¡Soy Rein Noveno De ReindHart, rey de estas tierras! ¡Bienvenido a mi humilde castillo, Alex!
Franchesca bajó la mano de su rostro con exasperación y se giró hacia su padre.
—¿En serio? ¿Así piensas recibir a alguien que no sabe absolutamente nada de este reino ni de nuestra situación? —espetó, con el ceño fruncido—. ¿Bromeas en un momento como este, cuando enfrentamos una amenaza inminente? ¡Esto no es un festival, es el trono de ReindHart!
El Rey se rascó la nuca, sonriendo incómodo ante el regaño de su hija, pero no parecía afectado. Alex, por su parte, no pudo evitar soltar una breve risa ante la escena. Aquella presentación, aunque absurda, tenía un aire genuino… y hasta reconfortante.
Con respeto, el joven dio un paso al frente y bajó la rodilla izquierda, haciendo una reverencia completa ante el Rey.
—Mi nombre es Alex —dijo con voz firme pero educada—. Vengo desde otro reino, y traigo conmigo un asunto de gran importancia. Le ruego, Su Majestad, me conceda una audiencia a solas… necesito contarle algo que no puede ser dicho ante tantos oídos.
El Rey lo observó en silencio por un momento, su sonrisa se desvaneció lentamente. Entonces, con un gesto de su mano, habló con autoridad:
—Guardias, retírense.
Las armaduras de los soldados resonaron brevemente mientras se marchaban del gran salón. Pronto, solo quedaron el Rey, Franchesca, Temerio, Kuro y Alex, rodeados por el eco del vacío y la luz plateada de la luna que entraba por los altos ventanales.
El joven se puso de pie lentamente, inhaló profundo y habló con la solemnidad que el momento exigía:
—Vengo del reino de Reminen, al sur de estas tierras, cruzando el continente. En mi camino, me encontré con un ser celestial… una arcángel llamada Rei. —Sus ojos se endurecieron por el recuerdo—. Ella fue herida gravemente por el demonio Mamon, un hijo directo de Lucifer. Yo… intercedí. La protegí con mi vida.
La mirada del Rey se volvió seria.
—Durante ese enfrentamiento, Rei… —Alex dudó un momento— me entregó su poder. Lo selló dentro de mí. No sé por qué fui elegido… pero lo acepté, con la promesa de cumplir con su última voluntad: derrotar a quienes amenazan este mundo.
Kuro observaba en silencio, sentado con la cola enroscada. La luz de la luna hacía brillar su cruz blanca sobre la frente.
—No tengo a dónde ir —continuó Alex—. Solo espero poder quedarme en este reino mientras entreno para dominar este poder… para ser digno de él.
El Rey se acercó unos pasos, su expresión serena y su voz más grave.
—Un joven con ese temple… yo debería ser quien te ruegue que te quedes, Alex. Tu determinación es un faro en esta oscuridad que se avecina. Y si en verdad llevas contigo el poder de Rei… el destino ha querido que estés aquí.
Franchesca no pudo ocultar su asombro al ver la convicción en los ojos del joven. En ese momento, algo brillante llamó la atención del Rey. Sus ojos se fijaron en el cinturón de Alex.
—Esa arma… ¿Es eso… Celestia?
Alex asintió, quitándose el abrigo con discreción para que pudieran verla mejor: la pistola sagrada descansaba, resplandeciente, en su cinto.
—Quien te la entrego? —Rugió con una sonrisa suavemente entré dientes apretados con recelo. Antes de que el Rey pudiera decir algo más, Kuro se adelantó con voz profunda:
—No fue entregada. Celestia eligió a Alex por sí sola… El símbolo sagrado apareció en el dorso de su mano izquierda, prueba del pacto. Ese joven… ya no es solo un forastero. Es un Gunslinger por derecho propio.
Alex levantó lentamente la mano izquierda, mostrando el dorso donde brillaba el símbolo sagrado, tan antiguo como las leyendas.
El Rey observó en silencio… y una sonrisa distinta apareció en su rostro. Ya no era teatral ni divertida. Era la sonrisa de alguien que sabía que las piezas del destino comenzaban a moverse...