Las gorditas no tenemos derecho a enamorarse.
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Capítulo 9
Despues de unos cuantos pasos, por fin encontré la cocina y cuando entro veo una señora de edad que me mira y dice — se le ofrece algo señora… la miro sonriendo y le digo — me podrías decir donde puedo encontrar las cosas para hacer un sándwich… ella sonríe y dice — yo se lo puedo preparar, segura solo quiere eso?, ya casi es hora de la cena… me acerco, me siento en un comedor que hay dentro de la cocina y respondo — con el sándwich estaré bien, muchas gracias, pero no quiero que se preocupe yo lo puedo hacer… ella hace un gesto gentil y dice — es mi trabajo señora… entrecierro los ojos en signo de afirmación y le digo — pero puedo ayudarte?… ella sonríe y dice — no tranquila… entonces no me que más que esperar.
Después de unos minutos, de hablar con Rosita y comerme el delicioso sándwiche, me despido y subo de nuevo a mi habitación.
Me senté en un sofá grande que tiene mi nueva habitación y empiezo a revisar mi celular, veo un mensaje de mi anterior jefe, en el que me envío una oferta laboral y adjunto la carta de recomendación, entre tantas puertas cerradas y oscuridad, esto es una luz, inmediatamente respondo el mensaje con agradecimiento, luego arreglo mi curriculum adjuntando la carta de recomendación y envío el correo, ya no me queda sino esperar.
Apenas son las 6 de la tarde, pero yo siento que ya es media noche, fue un día de muchas emociones, así que me recuesto en la cama un rato y en un punto me quede profunda.
Me levanto exaltada pensando que ya es muy tarde, pero cuando reviso mi teléfono son las 5 de la mañana, dormi demasiado, me siento en la cama y termino de arreglar unas cuantas cosas de las maletas; después me baño para, no sé para que, pero prefiero estar lista.
Pienso sobre lo que será mi vida después de todo esto, no se que hacer, no tengo motivación y me siento totalmente perdida; mientras estoy sumida en mis pensamientos siento que abren la puerta, volteo hacia la entrada de mi habitación y es él, es muy guapo, está con ropa deportiva, gotas de sudor caen por su rostro perfecto, trae una toalla en sus hombros, su mirada es fría y sin expresión; me mira y dice — hoy mi asistente te llevará de compras, mi esposa no se puede seguir vistiendo como tú… me levanto y le digo — no quiero, esta soy yo y no voy a cambiar… me mira con indiferencia y dice — recuerdas, debes seguir todas mis órdenes, todas Mariana, desde ayer tú no tienes vida propia… lo miro enojada y le digo — pues le pagaré todo lo que le dio a mis padres y me iré lejos… el se ríe irónicamente y dice — pobrecita, ya sabes debes hacerle caso a mi asistente… cuando el cierra la puerta lanzó un cojín sobre él, es un idiota, ya no quiero sentirme así, no quiero.
A las dos horas de ese mal impase, Rosita me llama a desayunar, cuando bajo al gran comedor, veo un único plato en esa mesa gigante, yo así no puedo comer, así que le digo a la señorita que sirve que porfavor me lleve el plato a la cocina, que desayunaré allí, ella se pone nerviosa y dice — pero señora, ese es el comedor de nosotros, su lugar es este… sonrio y le repondo — yo no tengo ningún lugar, llévalo porfavor, si desayuno junto a ustedes no me sentiré sola