Valien Daher, la heroína del imperio, rechaza firmemente el compromiso con el príncipe heredero. ¿Por qué? Porque ella es una reencarnada, ella sabe que su prometido la traicionará y eso la llevará a la muerte sin importar lo que ella hizo por su imperio.
Decidida a cambiar ese destino, Valien pide un compromiso, pero no con el príncipe heredero. Ella elige al archiduque Carl Pott, un hombre mayor y misterioso. ¿Podrá cambiar su destino siendo la esposa del archiduque?
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Encuentro
Cuando llegaron al campo de entrenamiento y desenvainaron sus espadas. Claro que utilizarían espadas de madera, éstas eran reales y eso sorprendió aún más a los espectadores.
Se pusieron en guardia y el primero en atacar fue el coronel, sus movimientos eran certeros y muy rápidos, por algo lo creían el mejor, pero nadie esperaba que Valien fuera mucho más rápida, que si bien, al principio sintió una gran diferencia entre sus contrincantes pasados con la contienda con el coronel, supo cómo desempeñar un buen papel, lo único que necesitaba era complacer a un padre dolido y así hacer que sacara todo su dolor con aquel entrenamiento.
Pasados los primeros minutos, ninguno cedía, así que incrementaron la intensidad de cada uno de sus golpes, sacándole chispas a las espadas por el impacto provocado.
Entre movimientos feroces y muy rápidos, cada uno mostraba porque era el mejor en su campo, aunque la realidad era que Valien no estaba dando todo de si, ella tenía aún mucha más fuerza y poder incluso mágico, pero no quería dañar de una forma severa al padre de su primer espíritu, estaba segura que si eso pasaba, jamás sería perdonada.
—Me siento honrado que incluso tratándose de mi, haya aceptado este entrenamiento— jadeando, habló el coronel, su cansancio era evidente.
—Es para mí un honor señor, hasta ahora es mi mejor contrincante, incluso es mucho mejor que mis hombres, ellos solo logran superarme, atacando en conjunto— también se mostraba un poco cansada, pero no se comparaba con el coronel.
—Entonces quiero que pelee enserio, utilice toda su fuerza— pidió, pues al ser un guardia durante tanto tiempo, la experiencia le decía que Valien aún se estaba conteniendo.
—Solo porque usted lo pidió— comenzó una serie de movimientos con sus manos y piernas, una técnica que al parecer ni siquiera se la había mostrado a los que entrenó. Esto logró que la magia que Valien guardaba en su interior, se dispersara por todo su cuerpo y también se volviera más fuerte y resistente. Cuando terminó de hacer su técnica completa, envió un flujo de magia en contra del Coronel, lo que dejó al hombre en el suelo.
Valien corrió a verificar que se encontrara bien y cuando pudo corroborarlo, pidió que se llevaran al coronel a su tienda, debía descansar un poco.
—»Mi señora, estoy aquí. ¿Podría traer a mi padre para hablar con él?«— la voz de Kiara se escuchó
—»¿Cómo es posible que hayas llegado tan rápido?«— su sorpresa era aceptable, pues apenas anoche le informó sobre lo sucedido y ya había llegado
—»Viajé lo más veloz que pude y al usted no encontrarse en el mismo lugar que antes, pude reducir el tiempo por mucho«— se explicó
—»Bien, llevaré a tu padre conmigo, a un lugar donde nadie pueda ver. También lo estuve pensando mucho y debes decirme quién fue tu atacante, el coronel necesita cerrar ese capítulo y lo quiere hacer con sus propias manos«— después de mucho darle vueltas, se dio cuenta que no había preguntado antes.
—Fueron el soldado Sound y Harris, nunca se separan y está vez no fue la excepción, ambos me atacaron y al ser más fuertes que yo, no tuve oportunidad en su contra— aunque no quisiera decirlo, sabía que su padre sería incluso capaz de dañar a los inocentes, por encontrar al culpable, por eso decidió hablar.
—»Encuéntranos en la noche, te avisaré sobre el lugar«— se despidió y buscó a las personas que necesitaba.
A pesar de querer ser ella quien castigara a los que dañaron a alguien como la pequeña Kiara, no le quitaría ese derecho al padre de ese ser de luz, como el coronel Solt le llamaba a su hija.
Nuevamente cuando la tarde llegó, Valien fue por el coronel, que se había mantenido en su tienda, esperando la llegada del resto del ejército. Cuando llegó, se le veía algo preocupado, pues los soldados se estaban tardando más de lo esperado.
—¿Hay algo que lo moleste coronel?— miraba desde la entrada y se enfocó en observar.
—Es tarde y el resto del ejército no llega, al ser la mayoría, hace que mi preocupación aumente— a lo largo de la respuesta, se escuchó un muy pesado suspiro.
—Demos un paseo y quizás cuando regresemos, ya estén aquí— propuso, creyendo que era la mejor manera de guiarlo hasta su hija.
El coronel aceptó y caminaron en dirección a la entrada de un pequeño bosque, se tardaron pocos minutos, se adentraron un poco y al llegar, ahí estaban dos hombres jóvenes, atados de manos, colgando de un árbol.
—Aquí los tiene coronel, estos son los soldados que atacaron a la maga Solt, los causantes de su pronta partida— señaló a los hombres y estos al ver la mirada sangrienta del coronel comenzaron a temblar, pues además de estar atados, también tenían la boca cubierta para que no pudieran hablar.
—¿Cómo supo que eran ellos?— se sorprendió, pues la primera vez que hablaron, ella no sabía nada.
—Se lo diré cuando acabe con estos malnacidos, lo dejo solo un momento— decidió salir del bosque y esperar sentada, a la orilla, hasta que el coronel hubiese saciado su sed de venganza.
Pasaron alrededor de unas dos horas, para que el coronel por fin saliera del bosque, claro que Valien no se sorprendió en verlo bañado de sangre, tenía las manos un poco lastimadas, pero nada más.
—¿Ya me dirá cómo lo supo?— quería saber la verdad y Valien se la diría.
—Recibí un don, ahora también soy maga. Por eso puedo domar espíritus, el primero que aceptó servirme, fue el espíritu de la pequeña Kiara— dejó salir un poco de aquella sombra negra y así tratar de convencer al coronel, sin embargo al escuchar lo que le dijeron, el hombre sacó su espada y la empuñó para atacar.
—Fuiste participe de la muerte de mi hija— su furia recorría cada parte de su ser.
—»Ya puedes venir«— le pidió a Kiara
—¡Papá!, lo que dice mi señora es cierto. Decidí servirle y como favor, pedí hablar contigo una última vez— la pequeña luz reluciente, apareció enfrente del coronel, haciendo que éste cayera al suelo.
—¿Cómo es esto posible?— al escuchar la voz y reconocer que pertenecía a la niña de sus ojos, comenzó a derramar lágrimas sin poder parar.
Te felicito por tan placentera obra 😉