¡A menos que un milagro salve nuestro matrimonio y nuestro futuro del colapso! Con cualquiera de las opciones, terminaré con el corazón roto. Decírselo y arriesgarme a perderlo. O mantener mi secreto y aún así perderlo. Él está centrado en su trabajo y no quiere complicaciones. Antonio nunca amaría este hijo nunca. Me dejó. Solo éramos nosotros dos, pero Antonio rompió la única regla que nos impedía estar juntos. Todo fue diversión y juegos hasta que estuvimos caminando de la mano por las calles de Europa. Ese hombre también es mi jefe Antonio, pensó que sería divertido ir a Europa y casarse. Se me ocurrió casarme por contrato falso, con un hombre que está comprometido con su trabajo.
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NOS BESAMOS
Antonio Punto de Vista
Te hemos preparado un viaje relámpago que incluye Roma, Interlaken, Ámsterdam y París —dijo Aldo, claramente encantado por su sorpresa—. Se alojarán en los mejores sitios...
—Algunos de los que tenemos —añadió Jenny.
—Podrás conocer Europa. Tengo la sensación de que nunca has estado aquí, Ambar —dijo Aldo, irguiéndose en la mesa mientras sus sirvientes nos ponían la comida delante.
La miré, y parecía dudar en confirmarlo. No estaba seguro de por qué, a no ser que temiera que eso animara a Aldo. Por mucho que me gustara que viera Europa, tenía que volver a casa. Este era un viaje de negocios, maldita sea. Decidí intervenir.
—Has sido maravilloso con nosotros, de verdad, Aldo. Demasiado bueno. Aunque estoy muy agradecido, tengo que volver a San Diego. Esperaba que pudiéramos terminar nuestro negocio mientras estuviera aquí...
—El negocio está hecho —dijo con un gesto de la mano—. Ya he firmado los papeles y los he enviado a Industrias Hershey. Así que, ahora que tenemos un acuerdo, puedes tomarte una semana libre con tu encantadora novia.
Su tono tenía un matiz del que no estaba seguro cuál era su significado. ¿Estaba diciendo que sería un desagradecido si no aceptaba su generoso regalo? ¿O estaba sugiriendo que sería un marido terrible si no llevaba a mi nueva esposa de viaje por Europa?
—Estoy seguro de que tus hermanos pueden encargarse de las cosas mientras tú no estás —añadió Jenny—. Después de todo, tienes tres hermanos, pero solo una esposa.
Esa era, a todas luces, la afirmación de que sería un mal marido si no me llevaba a Ambar de luna de miel. Mi única esperanza era que Ambar pusiera fin a este plan.
—¿Qué te parece, cariño?
—En realidad, sería un placer poder viajar y ¿no están esas zonas cerca de donde piensas hacer negocios? —dijo ella. Fruncí el ceño. Se suponía que ella estaba de mi lado. Aldo puso los ojos en blanco.
—Oh, mon dieu. Es tan mala como él. —Aplaudió como si estuviera llamando la atención de dos niños—. ¿No se acaban de casar? ¿Eres tan vanidoso como para pensar que el mundo de Hershey Incorporated morirá si no estás allí? —Miró a su mujer—. Nunca tendrán hijos.
Ella le dio una palmadita en la mano.
—Son jóvenes. Tienen tiempo. Nosotros esperamos.
—Sí, lo hicimos, pero no por negocios. Esperamos porque queríamos disfrutar de nuestro amor.
No podía deshacer el trato, así que si le molestaba tanto que no me tomara una semana libre tendría que aguantarme. Y Ambar parecía estar dispuesta. No es que fuera a estar totalmente incomunicado. Tenía mi teléfono, mi tablet y mi portátil. Podía estar en contacto con el trabajo. Además, esto era un regalo para Ambar, y estaba claro, se lo debía, ya que ella había hecho su parte mucho mejor que yo. Bueno, excepto por el beso en la boda. Me había gustado. Pero no, no debería estar pensando en lo maravillosa que sabía y lo suaves que eran sus labios.
—Tienes razón —cedí—. Lo siento, cariño. —Me acerqué a ella y le froté la espalda, tratando de actuar como un marido que quiere hacer las paces con su esposa—. Podemos cogernos una semana. Aldo, eres demasiado bueno con nosotros.
Sonrió.
—¡Bravo! Me alegro mucho. Espero que nuestros negocios nos lleven a ser amigos. Sé que a mi mujer le gustaría algún día visitar California y el salvaje oeste.
—Cuando puedan venir házmelo saber... ok... nosotros trabajaremos para ser unos maravillosos anfitriones, igual que ustedes. —Dios, esperaba que no nos buscaran. Solo podía imaginarme tener que montar una falsa reunión como con Ambar para su visita.
Terminamos la cena y entonces Aldo se puso de pie y Jenny se levantó con él.
—Espero que hayan disfrutado de la comida. Que disfruten del resto de la velada. Los dejamos
Observé cómo salían de la habitación. Me volví hacia Ambar.
—¿Nos retiramos a nuestra habitación? —Ella asintió.
—Ha sido un día muy largo. —Mientras regresábamos, preguntó—: ¿Va a ser un problema estar fuera una semana?
Abrí la puerta de nuestra habitación y la dejé entrar antes que yo.
—No. Haremos que funcione.
—No veía otra salida. Era muy inflexible, y son ciudades a las que quieres expandirte.
Me di cuenta en ese momento de que me había estado ayudando, después de todo.
—Te agradezco que estés pendiente de esas cosas.
Una botella de champán descansaba en un cubo de hielo sobre la mesa. Quería algo más fuerte, pero era nuestra noche de bodas. Descorché la botella.
—Te vas a hartar del champán al acabar la noche —le dije mientras le servía una copa.
—Nunca. —Me sonrió—. Me encantan las burbujas. —Cogió la copa y abrió las puertas dobles que daban al balcón. Miró hacia la noche estrellada. La visión que había era impresionante. La seguí.
—Te agradezco tu ayuda, Ambar. No solo en esto, sino como mi asistente. Eres muy buena en tu trabajo. Me haces quedar bien, lo cual no siempre es fácil. —Sonrió.
—Tiene sus retos. —Me reí.
—Sé que no muchos pasarían por todo esto como tú lo has hecho.
—Oh, no sé —dijo ella mirando el paisaje oscurecido.
—¿Crees que otra asistente habría recorrido medio mundo y se habría casado de mentira conmigo?
—El viaje y el champán han sido bastante convincentes. —Se llevó el dedo índice a la barbilla—. Pensándolo bien, ha sido toda una faena. Definitivamente, me deberás una después de toda esta tortura. —Se rio y fue como una música que llenaba la noche.
Entre el sonido de su risa, la forma en la que la brisa agitaba su cabello y el brillo etéreo de su piel a causa de la luna... era tan hermosa que me robó el aliento. Sin poder evitarlo, usé mis dedos para apartarle un rizo de la cara, dejando que el dorso de mis dedos acariciara su suave piel.
Su respiración se entrecortó, y miré sus ojos para intentar averiguar si mi gesto la incomodaba. Pero no fue incomodidad lo que vi en ellos. Ardían con el mismo deseo que corría por mis venas. Ningún hombre es inmune a que una mujer lo mire así. Así que pasé mi brazo por la parte baja de su espalda y la atraje hacia mí. Bajé la cabeza, con mis labios a escasos centímetros de los suyos. Le di tiempo para apartarme o decirme que no. Pero sus párpados se cerraron y sus labios se juntaron, y me perdí mientras tomaba su boca en un glorioso beso.
