Sin Elección Villana

Kristen sintió las cosas calmadas y así también Anne lo sentía, quedaba un mes antes de que terminaran esa etapa de alumnos de primer grado, la prueba no era otra que asesinar, obviamente a la persona que el entrenador les dijera, podía ser adulto o a un niño.

Y durante el tiempo en que las cosas estuvieron calmadas, Kristen práctico sin parar, ya su cuerpo estaba completamente repuesto, así que aprovechó el tiempo. Los demás alumnos habían regresado a sus casas y otros se fueron de viaje.

Con el brillo solar entrando por la ventana, Kristen desde su escritorio leía un libro sobre la anatomía humana. Luego de pasar una página, Anne entró a la habitación y le dijo que su padre, el líder de familia había mandado a llamarla. Kristen se sorprendió, ella se levantó de su asiento dejando el libro abierto y siguió al guardia que había venido a avisar.

Kristen se despidió de Anne y mientras seguía al hombre corpulento que daba pisadas firmes. No pudo evitar sentir curiosidad por esa llamada repentina.

Se alejaron bastante de donde Kristen vivía, y cuando llegaron el guardia le avisó al líder que Kristen ya estaba ahí, y él le permitió entrar.

—Te ves mejor que la última vez. Ruth me dijo que eras débil, pero, yo confío en ti, no me decepciones. —Kristen no entendía que su padre quería decir con todo eso, y en su mente buscaba comprender el porque de estar allí, en presencia de ese hombre.

—Isabela te mantuvo muy lejos de mí ¿Será por qué te pareces a mí? ¿Qué piensas de tu madre? —Kristen miró al líder de familia, preguntándose a que se debía todas esas preguntas, no comprendía las palabras del hombre y la sonrisa con que decía las cosas, Kristen lo aborrecía.

—Disculpe líder, no entiendo de lo que habla. —Kristian le hizo una seña con la mano para que se sentara y Kristen obedeció.

—Deja de decirme líder, soy tu padre. Y no es tan difícil entender mis palabras, por tu mirada puedo decir que Isabela ha hecho un buen trabajo en criarte. No luces como una cobarde, y es por eso mismo que estoy apostando en ti. Lo que ha dicho Ruth, quiero comprobarlo, y no olvides que no necesito débiles. —Kristen sabía que no podía confiar en ese hombre, su padre. Ella no quería estar del lado de ninguno, no quería ni meterse en ese plan que anteriormente había escuchado de sus padres. Lo que kristen quería era acabar con todos los Russen, y cualquiera que estuviese apoyándolos. —¿Entonces, qué piensas de tu madre? —De nuevo esa pregunta.

Kristen antes de responder observó fijamente a su padre, en su rostro esa sonrisa falsa que puede engañar a cualquiera, lucía casual con su camisa blanca, y traía unos lentes que seguramente son debido a la edad. Ahora que lo pensaba bien, ella no conocía la edad del líder ni de Isabela, por deducción el líder debería estar en la tercera edad o cerca de la cuarta, él lucía muy joven.

—¿Debería pensar algo de mi madre? Cómo lo ha dicho usted, madre se tomó muy serio la tarea de criarme, así que no hay más que opinar. —Ella no podía dar su opinión sincera.

Kristian entrelazó sus dedos y sonríe de lado.

—No esperaba que le tuvieras miedo a Isabela, tus hermanos no parecen odiarla. Eso no importa, tengo algo que necesito que hagas. Enviaría a Liam, pero, todavía no regresa. —Sacó del cajón un sobre y se lo entregó a Kristen. En la parte de afuera de la carta solamente estaba el sello de los Russen. —Toma un carruaje y ve a la residencia de los Dumont. Entrégale la carta personalmente al marqués Dumont.

—¿No hay nada más? —Después de que su padre le respondiera, Kristen se retiró con la carta en su mano. Kristen se cambió de vestimenta y le pidió al cochero que la llevara a la residencia de los Dumont.

Durante su recorrido, observó los paisajes verdosos, todo eso era nuevo para Kristen, algo que le alegraba era que podría ver nuevamente a esa chica carismática, Pers Dumont.

El carruaje se estacionó y el cochero le ayudó a bajar, Kristen fue recibida por el mayordomo, quién la guía a la sala principal, en donde esperó al marqués Dumont. Le sirvieron una taza de té y bocadillos, Kristen observó por la ventana y vio a Pers jugando en la fuente del jardín, se notaba enojada y traía un vestido puesto de color azul turquesa.

—Kristen Russen, no esperaba verte en mi humilde residencia.

Se levantó con prisa dejando de observar a Pers y saludó al marqués Dumont con mucho respeto y le explicó la razón de su visita.

—El señor Russen, me ha enviado para darle está carta. —El marqués recibió la carta y la abrió ahí mismo, movió los ojos pasándolo por la carta y después de terminar de leer le informó a Kristen.

—Espera aquí un momento, iré a escribir la respuesta.

Dejó a Kristen sola nuevamente, Kristen ignoró los bocadillos y el té y salió al jardín. El mayordomo le preguntó a donde se dirigía y ella señaló a la hija del marqués, entonces, el mayordomo se alejó.

—Hola Pers. —Pers se sorprendió al ver a Kristen, su expresión de enojo fue reemplazado por una brillante sonrisa. Saltó encima de Kristen mientras la abrazaba con fuerza.

—¿Por qué no me avisaste que venías?

—Ha sido de imprevisto. De la nada mi padre me envió aquí para entregarle algo al marqués. —Kristen le explicó a Pers, ella sonríe aún más y sus pecas brillan bajo la luz solar.

—Vamos, te voy a enseñar mi habitación y mi colección de osos de peluche. —Kristen siguió a Pers sin rechistar, Pers sostuvo la mano de Kristen mientras la arrastraba a su habitación.

—¿Por qué lucías enojada? —Kristen ya podía adivinar la respuesta, recuerda que a Pers no le agradaban los vestidos, según lo contado en la fiesta del príncipe.

—Mi padre me hizo vestir como una «señorita» de mi edad. —Pers exageró la palabra señorita, haciendo una mueca infantil.

—Pues, la verdad no luces mal, estás linda. —Pers se sonrojó al escuchar eso y aceleró el paso.

La habitación de Pers era espaciosa, las paredes estaban pintadas de un rosa pálido y tenía las cosas básicas, una cama y un tocador de color blanco. Kristen observó el montón de osos de peluches, posicionados en orden.

—¿Y qué te parece? ¿Hermoso, verdad? —Kristen asintió.

—Son hermosos, si tuvieras un negros sería más genial.

Le sugirió Kristen, Pers tomó la mano de Kristen y la dirigió a la cama. Se sentaron las dos.

—¿Qué sueles estudiar? Mi padre me compró un montón de libros, la mayoría sobre lengua extranjera.

—También tengo que aprender eso, y estudio la historia de los Russen, eso no me entretiene tanto. —Kristen le explicó a Pers. De cierta forma, Kristen se sentía a gusto en esa habitación, ni en la suya propia se sentía de esa manera.

—Yo odio estudiar, pero, mi padre dice que debo hacerlo, cuando él ya no esté seré la marquesa.

—Pensé que tu esposo sería el marqués, lo han cambiado. —Kristen habló cómodamente, hasta se acostó en la cama y se relajó.

—No me quiero casar, se lo he dicho a mi padre. Y mucho menos con mi prometido.

—¿Ya tienes prometido? —Kristen volvió a sentarse para prestar más atención.

—Lo veo como un amigo. Es Uri. —Pers dijo lo último con vergüenza.

—Se ven bien los dos. —Confesó Kristen.

Tocaron la puerta y las dos miraron a esa dirección.

—Señorita Russen, el marqués la manda a llamar.

Kristen se levantó, sacudió el vestido para quitar las arrugas.

—Adiós, espero podamos vernos de nuevo. —Pers la abrazó y Kristen se marchó balanceando la mano antes de salir.