Naomi es una excelente esposa y madre abnegada, pero tiene un secreto que nadie sabe. Un día comete un error y por accidente besa a un hombre que no es su marido. Esto le dará un cambio al rumbo de su vida. ¿Qué será de Naomi? Los invito a descubrirlo.
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Capítulo Nueve
_ Hijo, hace un tiempo que no te noto bien. Estás cambiado ¿Qué sucede?
_ Son ideas tuyas, mamá. Estoy muy bien - dibujo una sonrisa ancha en su rostro. No había emoción alguna en ella, sus antes alegres ojos marrones no la acompañaban. Su mamá solía decir que aunque él no abriese la boca, sus ojos lo delataban. Sus ojos reían o se ponían tristes por sí solos.
_ Rodrigo, no me engañes. Soy tu madre y sé muy bien que algo te sucede. Tampoco soy estúpida, te pusiste así luego de pagar la deuda a la financiera. ¿Tuviste que hacer algo malo para conseguir el dinero? ¿Qué hiciste?
El joven hombre bajó la cabeza y comenzó a jugar con los cereales que tenía por desayuno.
_ Sí mamá, hice algo muy malo - la mujer se sorprendió y a la vez se preocupó. Tragó saliva y tomó la mano de su hijo.
_ ¿Qué fue lo que hiciste? Cuéntale a tu madre.
Rodrigo comenzó a hablar, le contó todo con lujo de detalles. La mujer en un momento se tapó la boca con las manos.
_ Ni siquiera tuve la oportunidad de devolverle el cheque que me había dado - dijo con profundo pesar - El maldito, envió el dinero a la financiera y al colegio de Bella, él mismo. Seguro lo hizo sabiendo que yo intentaría devolvérselo.
Su madre se quedó con la mirada perdida y pensativa, mientras acariciaba la mano de su hijo.
_ Tienes que buscar a esa mujer, hijo. Ella tiene que saber lo que el canalla de su marido hizo.
_ No puedo mamá. ¿De dónde sacaré el dinero para devolverle al señor Anselmo? Podría ir preso y que sería de ustedes.
La mujer agachó la cabeza totalmente acongojada.
_ Lo lamento, mamá. Por eso no quería decirte nada - tomó las manos de su madre y las apretó contra su mejilla - de verdad lo lamento, mami.
Sintió que sus lágrimas comenzaron a humedecer sus dedos.
_ No te disculpes, hijo. Lo que hiciste estuvo mal y lo sabes, pero lo hiciste por querer cuidarnos. Es justo, que por lo menos, comparta tu pena y el sentimiento de culpa que no te deja tranquilo.
Cinco días, habían pasado desde la conversación con su madre. Había ido a comprar unos medicamentos a la farmacia cuando la vio sentada en uno de los autos estacionados en frente. Estaba demacrada y desaliñada, aunque su belleza era evidente. Para nada se parecía a la mujer despampanante, forrada en elegancia y clase de esa noche. Giró la cabeza hacia él. Se sorprendió, creyó que lo reconoció. Pero enseguida se dio cuenta de que sus ojos se veían apagados. De pronto, una mujer mayor y un niño salieron de la farmacia y entraron al auto. Casi de forma automática, él se subió a su auto y los siguió.
Momentos después, llegaron a una casa muy grande y bonita en uno de los mejores barrios de la ciudad. Aparcaron el coche en la entrada. Los vio bajar, en ese instante se dio cuenta. La mujer ya estaba completamente ciega, no había duda de eso. La forma en que el niño y la señora la ayudaban a caminar, era más que obvio. Sintió un dolor muy grande en el pecho.
En los siguientes días, Rodrigo se había obsesionado con ir a ese lugar. Ni él mismo sabía lo que quería simplemente, iba y se quedaba horas mirando hacia la casa. De vez en cuando, la veía salir con la señora. Su destino siempre era el mismo, la clínica y la farmacia. Una noche se quedó dormido en el auto, vigilando la casa. Cuando despertó había un cartel en la puerta que decía "se necesita jardinero" sin dudar bajó del auto, tomó el cartel y tocó el timbre de entrada. El niño fue quien lo atendió.
_ Vine por el empleo - le enseñó el cartel.
_ Oh, sí. Mi abuela lo puso anoche, pero ella todavía no ha llegado. ¿Quiere pasar y esperar?
A Franco le preocupó su inocencia.
_ No. Esperaré aquí afuera. No debes dejar pasar a extraños a tu casa, ni acercarte demasiado. Hay mucha gente que podría hacerte daño.
El niño cambió su semblante amable, se sintió avergonzado por su descuido. Asintió y se fue corriendo para adentro. Un rato después, la señora llegaba. Él estaba recostado por la pared cercana al portón de entrada.
_ Señor ¿En qué puedo ayudarlo? - preguntó la mujer.
_ Vine por el empleo, señora.
La mujer lo miró de arriba a abajo.
_ ¿Tiene experiencia en jardinería? ¿Señor?
Iba a decir su nombre real y de pronto se le pasó por la mente que sería conveniente no decirlo.
_ Julio Cáceres - utilizó el nombre de su padre y el apellido de soltera de su madre - si tengo experiencia, señora. En jardinería, carpintería, plomería, herrería y construcción. En lo que usted necesite, yo puedo hacerlo.
La mujer sonrió le pareció cómica y convincente su presentación.
_ Está bien. Pase Julio - le abrió el portón, pero el hombre le hizo una seña para que pase primero - Mire, este es el jardín, como verá está muy descuidado. Mi nuera se encargaba de él, esta casa es suya, pero no ha estado bien de salud y la jardinería no es lo mío. Y ya que sabe de tantos oficios, seguro habrá algo más que hacer luego. ¿Cuándo podría empezar?
_ Sí quiere, puedo empezar ahora mismo.
_ Me parece muy bien. Miré no será permanente, no podemos darnos ese lujo. Pero ¿podría llamarlo cuando lo necesite?
_ Sí, señora. No hay problema - le sonrió.
Unos instantes después, se encontraba arreglando el jardín. El niño lo miraba por la ventana de la cocina. Su abuela y su madre estaban desayunando.
_ Pablo, cariño - Naomi llamó a su hijo y extendió su mano al aire. Su pequeño se la tomó.
_ Aquí estoy, mami.
_ Sirve un poco de jugo y llévaselo con este sandwich - le alcanzó un plato vacío y su abuela rápidamente lo cambio - al señor que está arreglando el jardín.
_ Está bien - hizo lo que su madre le pidió - Ese señor vino muy temprano, Abu. Le dije que tú no estabas y lo invite a pasar y me dijo que no estaba bien que invite a extraños a mi casa.
_ Y tiene mucha razón - dijo Naomi, molesta - Gracias a Dios, es un hombre evidentemente, decente y honrado ¿Cuántas veces te he dicho que no le abras la puerta a nadie ni que te acerques a extraños?
_ Lo siento, se me olvidó - hizo un puchero - Mami, no te enojes.
_ Tu mamá no está enojada, solo se asustó de pensar en lo que hiciste. Tienes que ser más cuidadoso. Ahora ve a llevarle eso al señor.
Terminaron de desayunar y Naomi le pidió a su suegra que la ayudará salir al jardín. Se acercó y Rodrigo la vio, no entendió porque su corazón se aceleró tanto al verla. Se la veía un poco mejor que la última vez. Su cabello rojizo y ondulado brillaba en tonos naranjas con los rayos del sol. No llevaba maquillaje y se le notaban algunas pecas sobre su nariz y pómulos. ¡Qué mujer más hermosa!, pensó.
_ ¿Mucho trabajo? - preguntó con una sonrisa.
_ No tanto - le sonrió, no se dio cuenta de como la veía, pero notó que la señora a su lado, lo miró raro.
_ Soy Naomi, ella es mi suegra Estela y mi hijo Pablo, no sé si todavía anda por aquí - su hijo le tocó la mano para que supiera que estaba ahí. Ella sonrió.
_ Me llamo Julio Cáceres. Un gusto, Sra.
_ El gusto es mío. Gracias por aceptar tomar el trabajo, no quisiera que mi jardín se muriera. Y gracias por el consejo de esta mañana, para mi hijo.
_ Gracias a ustedes por contratarme y lo del niño - lo miró y tocó su cabeza - no es nada. Yo tengo una hermana menor. Los niños pueden ser muy confiados a veces.
La mujer le sonrió hermosamente y él sintió que esa mujer, se estaba robando su corazón con cada sonrisa.
no valora la mujer que tiene a su lado