La Reina Sucia

En la mañana subió a la habitación para asearse y se encontró con lo más hermoso que había visto sus ojos.

Alba aún dormía y parecía tan angelical, él solo la observó, se quedó rato velando su sueño, luego se baño, cambió de ropa y salió a recorrer las fronteras y linderos de su Reino con un pelotón de guerreros, para evitar más entradas de pobladores del Reino Blanco.

Alba se despertó por los ruidos, eran las doncellas preparando la mesa para colocar el desayuno, la bañera estaba lista por si ella quería asearse.

Ella solo las observó en silencio hasta que Martha entró y saludó.

—¡Buenos días su majestad!, espero haya amanecido con buen apetito, y ganas de salir a caminar, hace un día muy lindo.

—Buen día Martha, buen día a ustedes—saludando a las doncellas.

Ellas respondieron pero se quedaron impresionadas.Alba decidió asearse y luego comer.Martha retiro a las demás mujeres y así se quedó a solas con la princesa, tenían mucho que hablar.

—Mi princesa que hermosa y grande estás, te Vi cuando aún eras pequeña, yo sé toda la verdad y todo lo que hizo mi prima y su esposo para salvarte.

—Si, madre Esmeralda me dijo que usted es aliada, ahora tengo que hablar con el Rey y contarle toda la verdad, ayer todo pasó muy rápido y la verdad me quedé sin palabras delante de él, me impresionó mucho su majestad.

—A quien no, él es un hombre muy agraciado además, es muy justo y de buen corazón y protector con todo lo que ama, eso significa su nombre.

—Que bonito es su significado , me comporte como una tonta, es que sentí muchas cosas extrañas, jamás me había sentido así.

—Pues, eso puede ser amor, amor por el Rey.

—Amor, ¿como el de Esmeralda y Amadeo?.

—Algo así princesa, pero deben conocerse más y así van alimentando ese amor, además se que él quedó impactado contigo, lo se por su mirada y como te trató.

—¿Donde está él?

—Aún sigue los problemas con los pobladores de tu Reino, salió muy temprano y no creo que vuelva sino hasta la noche, así que puedes salir y conocer el palacio, buscaré un sombrero, para que te cubras del sol.

Martha fue en busca de un sombrero y de pronto abren la puerta de golpe y entran cuatro caballeros y por último Uri el jefe de los caballeros.

De una patada tumba la mesa con comida y Alba se levanta asustada.Martha al escuchar el escándalo llega y ve todo el desorden y a Uri amenazando con su espada a la pobre Alba que temblaba como un conejito asustado.

—¿Que hace?, no debe entrar así.

—¡Silencio mujer!, está plebeya no debe estar en los aposentos del Rey. Llevenla al calabozo.—Gritó con rabia.

La princesa no entendía nada, estaba asustada, aunque no lloraba, quería hablar pero los nervios no la dejaban, pero cuando escuchó la palabra calabozo, llegaron malos recuerdos y comenzó a negarse.

—No, no, por favor, el calabozo no, no.

—Ahora pides clemencia, las ratas traidores deben estar en el calabozo, debes estar junto con los ladrones, de tu pueblo.

Martha se interpuso para que no se la llevarán, pero uno de los hombres la cargó y se movió como si nada.

—¡Es un error, ella es la princesa!,¡Uri, ella es la princesa!—gritaba Martha.

—¡No dejes que me lleven Martha!, ¡no hice nada malo, no me lleven!

Gritaba, la princesa por todo el pasillo y Martha no pudo hacer más.

Mientras la princesa era encerrada en el calabozo, el Rey Verchiel estaba con un grupo de caballeros, distribuyendo pequeñas tropas, por todas las fronteras y linderos, la orden era no dejar pasar a los pobladores del Reino vecino y los que pasasen serían ejecutados.

Estaban muy cansados, Verchiel se comenzó a sentir mal, no había dormido en toda la noche y había pasado todo el día dirigiendo y organizando a sus hombres, un fuerte dolor en el pecho y la falta de aire hizo que se cayera de su caballo.

Todos los caballeros fueron a su auxilio, lo despojaron de su armadura dieron agua y al reaccionar lo obligaron a ingerir algunos alimentos, después de eso, lo dejaron sentado para que no siguiera arriesgando su salud.

Mientras tanto en el palacio, la princesa fue llevada a un calabozo oscuro, maloliente, frío y húmedo.

—Encierrenla, sin agua ni comida, hasta que llegue el Rey.

Alba, estaba muy asustada, y se quedó parada en la puerta, no quería moverse de ahí, todo estaba muy oscuro, era lo que ella percibia.

—Por favor, sáquenme de aquí, por favor.

Ella temblaba, tenía miedo, aquellos malos recuerdos llegaron nuevamente, no podía ver ni sus propias manos. Afuera solo escuchaba risas y murmullos.

—Rey Verchiel, vuelve pronto por favor— era lo único que podia pensar.

Uri prohibió a Martha que bajara a los calabozos y ella molesta le dijo.

—Te arrepentirás de lo que estás haciendo Uri, estás maltratando a la princesa.

—¿Princesa?, ya veré como ruede su cabeza, por usurpadora.

Martha se estremeció al escuchar esto, pero ella haría lo posible por salvar a la princesa.

Verchiel seguía con los guerreros, aún no se sentía bien del todo, pero se mantenía de pie ayudado por alguno de ellos, a lo lejos ven a un mensajero del palacio Azul.

—¡Su majestad!, urgente, urgente—gritaba el hombre desde su caballo.

El Rey se puso alerta y montó su caballo.

—El jefe Uri está en el palacio, trajo noticias del Reino Blanco, al parecer los campesinos ladrones tienen razón, pero hay más y se trata de la princesa.

—¿Qué le ocurrió?.

—Su majestad, se necesita su presencia urgente.

El Rey no lo pensó dos veces, y se fue en su caballo lo más rápido que pudo.

En el palacio se encontraba Uri ideando un plan para hacer hablar a la princesa, según él ella era enviada por la Reina Ofelia para destruir al Reino Azúl.

Uri decide bajar y confrontar a la princesa, quien al oír abrir la puerta quiso salir corriendo, pero él la detuvo con sus enormes brazos.

—¿A dónde crees que vas niña?—lanzándola contra el piso.

Ella cayó sobre un charco de agua, Uri dejó la puerta abierta para que pudiera entrar algo de luz.

—Por favor te lo ruego sácame de aquí—postrándose de rodillas.

—De aquí saldrás el día de tu ejecución.

—Pues entonces si me van a ejecutar exijo hablar con el Rey.

Uri se molestó al escuchar estás palabras y la sujetó del cabello.

—Tú no eres nadie, para exigir—sujetándola fuerte— aunque mirándose bien, eres bella.

Alba sentía dolor en su cabeza, pero no decía nada. Uri la soltó y comenzó a quitarse los guantes y parte de su armadura.

Alba solo permaneció muy quieta en un rincón.