Lazos De Amor

Llegué al café a las 1 de la tarde en punto, sintiendo una mezcla de ansiedad y determinación. Me senté en una mesa en la esquina, tratando de pasar desapercibida mientras esperaba a Wilians.

Mientras esperaba, no pude evitar pensar en cómo había llegado a este punto. La cancelación de mi beca, el desalojo de la casa, las medicinas de mi madre... todo parecía estar convergiendo en este momento.

Miré alrededor del café, observando a las personas que estaban allí. Algunas estaban reunidas con amigos, otras estaban trabajando en sus laptops. Pero yo estaba allí para hablar con el hombre que parecía tener el poder de cambiar mi destino.

Justo cuando estaba empezando a sentirme impaciente, vi a Wilians entrar en el café. Se dirigió hacia mí con una mirada seria y su aura imponente se sentó en la silla frente a mí.

—Abigail— dijo, con un tono de voz que me hizo sentir incómoda. — ¿Qué puedo hacer por ti?—

—Por qué?—, le pregunté, sintiendo la frustración y la ira que había estado acumulando —¿Por qué me haces esto? ¿Qué te he hecho yo para que me trates de esta manera?—

Wilians se rió, una risa fría y despiadada que me hizo sentir un escalofrío.

—No te he hecho nada, Abigail— dijo. —Pero eres una persona muy... conveniente. Y creo que puedes ser muy útil para mí—

Su mirada me recorrió de arriba a abajo, y me sentí como si estuviera evaluando un objeto, no una persona.

—No te preocupes por los motivos— continuó. —Lo importante es que puedo ayudarte a solucionar tus problemas. Y a cambio, tú tendrás que hacer lo que yo quiera—

Su tono era arrogante y despectivo, como si estuviera hablando con alguien inferior. Me sentí humillada y enfadada, pero sabía que tenía que mantener la calma si quería salir de esta situación con algún tipo de dignidad.

—¿Qué quieres que haga?—, pregunté, tratando de mantener mi voz firme.

—Se mi esposa—dijo sin más.

Me sentí como si hubiera sido golpeada en el estómago.

—¿Qué?— dije, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. —¿Quieres que sea tu esposa?—

Wilians asintió, con una sonrisa satisfecha en su rostro.

—Sí, Abigail. Quiero que seas mi esposa, que te vayas a vivir conmigo y que cumplas con tu papel ante todos. Quiero que seas la señora de la casa, que me acompañes a eventos y que seas mi pareja en público—

Me sentí horrorizada. No podía creer que estuviera hablando en serio.

—¿Y qué hay de mi libertad?— pregunté, tratando de mantener la calma. —¿Qué hay de mis sueños y mis metas?—

Wilians se encogió de hombros. —Eso no importa—, dijo. —conmigo lo tendrás todo, y lo que importa es que yo te quiero a mi lado, y estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para que eso suceda—

Me sentí atrapada y sin salida. Sabía que no podía aceptar su propuesta, pero también sabía que no tenía otra opción. Mi familia dependía de mí, y si no aceptaba, no sabía qué iba a pasar con ellos.

—¿Que ganaré yo con todo esto?—digo sintiendo una mezcla de amargura y resignación.

—Ganaras la seguridad para tu familia, ganaras la oportunidad de terminar tus estudios y de tener un futuro más estable—Dice

—¿a qué precio? ¿El precio de mi libertad, de mi autonomía, de mi felicidad?—me sentí vacía y sin esperanza, como si estuviera vendiendo mi alma al diablo. Sabía que no podía cambiar el curso de los eventos, pero no podía evitar sentirme atrapada en una situación que no quería.

Me pregunté qué pasaría si dijera que no. ¿Qué consecuencias tendría para mi familia? ¿Podría vivir conmigo misma si no hacía todo lo posible para protegerlos?

La respuesta parecía clara: no tenía otra opción. Tenía que aceptar el trato, aunque significara sacrificar mi propia felicidad y libertad.

—Abigail, no tienes otra opción—dijo con su voz baja y amenazante. —Sabes lo que pasará si no aceptas mi propuesta. Tu familia sufrirá, y tú también. No tienes idea de lo que soy capaz de hacer cuando alguien se niega a cumplir con mis deseos—me miró con una intensidad que me heló la sangre.

—Así que te lo pregunto una última vez: ¿aceptas ser mi esposa y vivir conmigo? ¿Aceptas cumplir con tus deberes y obligaciones hacia mí?—

Su mirada parecía penetrarme el alma, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Sabía que no podía negarme, no podía permitir que mi familia sufriera. Así que respiré profundamente y asentí con la cabeza.

—pero antes de aceptar—dije, mi voz firme y decidida, —quiero dejar algo claro: acepto este acuerdo por mi familia, no por ti. Acepto porque no tengo otra opción, no porque te quiera o porque quiera estar contigo—me acerqué más a él, puse mi mirada fija en la suya.

—Quiero que sepas que no estaré contigo en el sentido más íntimo. No permitiré que me toques ni que me obligues a hacer algo que no quiera. Y si intentas hacerlo, habrá consecuencias—mi voz era baja y amenazante, y pude ver el desafío en sus ojos.

—No te atreves a amenazarme—dijo, su voz estaba llena de ira.

—Te estoy advirtiendo— respondí, sin retroceder. —No te estoy pidiendo permiso para hacer algo, te estoy diciendo lo que va a pasar. Y si no respetas mis límites, no seré responsable de lo que suceda después—

Maximiliano me miró durante un momento, y luego asintió lentamente con la cabeza.

—Entendido— dijo. —Acepto tus condiciones. Pero no creas que esto significa que no voy a intentar cambiar tu mente—Repetí, con mi voz llena de determinación.

—Quiero que sepas que no estoy dispuesta a ceder en esto. Mi cuerpo, mi mente, mi alma... todo eso es mío, y no te lo voy a entregar sin luchar—me acerqué más a él, mi mirada fija en la suya.

—Puedes tener mi nombre, puedes tener mi presencia en público, pero mi intimidad, mi corazón... eso es algo que no vas a tener. Y si intentas forzarlo, si intentas tomar algo que no te pertenece... te juro que lo lamentarás—

Mi voz era baja y amenazante, y pude ver la sorpresa en sus ojos. Por un momento, pensé que iba a explotar de ira, pero en su lugar, una sonrisa lenta y peligrosa se extendió por su rostro.

—Me gustan las mujeres con carácter— dijo, con su voz llena de admiración. —Me gustan las mujeres que no se rinden fácilmente. Así que acepto tus condiciones... por ahora—

Su mirada me recorrió de arriba a abajo, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Sabía que había aceptado mis condiciones, pero también sabía que no iba a dejar de intentar conquistarme. Y eso me daba miedo.

Me dirigí hacia la puerta, lista para irme y enfrentar la conversación con mi madre y mi hermana. Wilians me siguió, su presencia imponente detrás de mí me hacía sentir nerviosa.

—¿Necesitas algo más de mí antes de irte?—preguntó, su voz baja y controlada.

Me detuve en la puerta y me di la vuelta hacia él.

—No, nada más—respondí, mi voz firme. —Solo necesito ir a hablar con mi familia—

Wilians asintió, su mirada recorriendo mi rostro.

—Muy bien—dijo. —Pero antes de que te vayas, hay algo que debes saber—

Me detuve, curiosa. —¿Qué es?— pregunté.

Wilians se acercó a mí con su voz tomando un tono más serio.

—No puedes decirle a nadie sobre este acuerdo—dijo. —Nadie puede saber que esto es un trato ¿Entiendes?—sentí un escalofrío en la espalda ante sus palabras.

—¿Por qué no?— pregunté, mi voz era firme.

Wilians sonrió, una sonrisa pequeña y cruel. —Porque no quiero que nadie sepa que estoy comprando a una mujer—dijo. —Quiero que piensen que te amo, que te adoro. Quiero que piensen que eres mía porque te quiero, no porque te compré—

Me sentí una oleada de ira ante sus palabras, pero la contuve.

—Entiendo—dije, mi voz fría. —No diré nada—

Wilians asintió, su mirada recorriendo mi rostro. —Bien—dijo. —Porque si alguien se entera, habrá consecuencias. Para ti y para tu familia—

Me sentí un escalofrío en la espalda ante sus palabras. Sabía que no estaba bromeando.

—No te preocupes—dije, mi voz firme. —No diré nada—

—Mi chofer te llevará a casa. No te preocupes por nada, él te dejará sana y salva. Y, por cierto, tienes una semana antes de que nos casemos. Puedes usar ese tiempo para comprarte un vestido de novia o algo así. Me gustaría que te vieras bien en la boda—

Me miró con una sonrisa superficial, sin mostrar demasiado interés en mi respuesta.

—¿Algo más que necesites?— preguntó, jugueteando con su reloj de pulsera.

Negué con la cabeza, sintiendo una mezcla de emociones ante la idea de casarme con alguien como él.

—No, nada más—respondí, mi voz neutral.

Wilians asintió —Bien, entonces. Mi chofer te espera abajo. Puedes irte cuando quieras— Se dirigió hacia la puerta y la abrió, indicándome que era hora de irme.

—No te olvides de sonreír en la boda— dijo, sonriendo de manera superficial. —Quiero que las fotos salgan bien....