Cita Con El CEO

Después de que Soledad hace el desayuno, se lo sirve a Esteban y este le pide que también se sirva ella para acompañarlo, además de no gustarle que solamente lo observe comer.

—Estuvo... bien— miente el CEO.

Para él es lo mejor que ha probado desde que vive en Uruguay, y aunque Soledad no es chef, supo condimentar su tostado como lo deseaba, sin necesidad de decirle.

—Supongo que debo esmerarme más —murmura con cierto tono sarcástico, mientras lava los utensilios.

No lo sabe, pero su jefe la escuchó, aunque no le dice nada porque le causa gracia. La personalidad de Soledad está luchando internamente por romperle un plato en la cabeza, no tanto por la admisión de chef nula, sino por hacer que se despierte y salga de su casa a las seis de la mañana para suplantar a su madre.

—Sandra, vamos a la empresa— la llama con otro nombre y ella no reacciona.—¡Sandra, muévete!— exige nuevamente, mientras una sonrisa se plasma en sus labios suponiendo que la hace enojar.

—¿Me lo dices a mí?— la secretaria se señala a sí misma mientras seca sus manos.

—¿Hay alguien más aquí?

—Supongo y espero que no porque si no he venido innecesariamente, pero mi nombre es Soledad.

— Vamos a la oficina— ordena, ignorando sus palabras.

Por primera vez, la rubia respira varias veces y agarra sus cosas para seguirlo silenciosamente. Suben al auto de Esteban y parten hacia su trabajo. Las cámaras del estacionamiento captan a Esteban junto a Soledad llegando y el guardia de seguridad, que está en su cabina, se sorprende por tal razón.

—Lo primero que harás esta mañana es hablar con recursos humanos y fijarte que puestos laborales todavía no han sido ocupados. —avisa caminando a su par— Organizarás tú sola una fiesta de inauguración para buscar mínimo veinte comerciantes que vendan nuestros productos, así que elige muy bien a los invitados.

—Entendido— sabiendo que la necesitó para despertar y desayunar; Soledad presiona el botón del ascensor porque supone que él no lo hará.

Esteban va directamente a su oficina, mientras que la rubia va a RRHH para hablar con la encargada. Allí revisan diferentes documentos y se aseguran de que todo esté en orden. Ya en su escritorio, empieza a verificar qué marcas son convenientes para que el negocio sea rentable, le muestra a Esteban algunas opciones y recibe una buena aceptación, así que continúa con su arduo trabajo: buscar el salón, la posible decoración con los colores correspondientes de la empresa, el diseño de las invitaciones, las bebidas, la comida, etc. Lo único favorable hasta ahora, es que no le han dado una fecha límite, pero conociendo un poquito a Esteban sabe que puede sorprenderla con lo más aproximado.

...****************...

Tres meses más tarde, un gran salón con decoraciones en plateado y verde agua abre sus puertas para los importantes invitados, socios colombianos que han sido llamados para este importante día, los empleados tanto colombianos como los uruguayos y demás.

Soledad, vistiendo un hermoso y delicado vestido verde en tono oliva, es quién recibe a los invitados en la puerta principal, corroborando junto a dos guardias de seguridad que estén en la lista, mientras que Esteban está hablando con los dueños de grandes cadenas comerciales y/o deportivas.

Luego de unas horas, las puertas se cierran porque ya están todos los presentes y el CEO da unas palabras, unas que algunos aceptan y otros no. Esos a quiénes no les agrada que una empresa extranjera avance y crezca tan rápido.

—Buenas noches, querido— saluda empalagosamente Dulce.

La pelinegra viene del brazo de un hombre robusto, conocido por Esteban como su padre.

—Arango, un gusto volver a verte— menciona el señor, también colombiano.—¿Quién es tu acompañante?— mira a la rubia a su lado. Una chica bonita y posible competencia para su única hija. Algo que no puede permitir.

—Es mi secretaria y asistente— responde fríamente.

No desea, ni tiene que ser simpático con él. El señor siempre ha querido meterse en su empresa, da su opinión aunque no se la pidan y trata de imponer su orden cuando no está presente. Aunque, por suerte, ha dejado a su mejor amigo en Colombia. El mismo que hoy no pudo asistir.

—¿Cómo se llama, señorita?— cuestiona directamente a Soledad.

Ella lo mira seriamente y no responde, haciendo que Esteban la mire con curiosidad por su silencio y le sonríe con diversión.

—Es Soledad y ahora parece muda, papi.— responde Dulce. Ella recuerda muy bien a la mujer que amenazó con golpearla. La misma que tampoco se dejó comprar.

—No le gusta hablar— miente el CEO.

Tal vez no quiere hablar ahora mismo, pero parece tener un cartel en la cabeza que dice: "Odio esta fiesta, esta gente, a mi jefe y a la plástica que tengo delante"

—Papi, ¿me dejas a solas con Esteban?— le sonríe la pelinegra al señor, este asiente y se va.

La rubia mira a su jefe para saber si debe irse, pero él ni siquiera hace un gesto, por lo que se queda en su lugar.

—Niña, vete— ordena con amargura la chica.

—Ella se queda—avisa el CEO y se dirige a su secretaria para reclamarle —¿Le enviaste invitación?

—No, usted mismo puede verlo. La lista de invitados nunca fue modificada.— le pasa la tablet para que corrobore sus palabras.

—¿Quién te ha ayudado a entrar? — cuestiona a Dulce— Ni siquiera el nombre de tu padre está incluido.

— Me dolió no recibir esa linda tarjeta— finge tristeza tocando su pecho con decepción— Creí que éramos cercanos todavía, mi amor.

—Ya no. Eso se terminó cuando me mudé.

—Como sea. Supongo que tus ojos se han fijado en alguien más para reemplazar una lamentable historia de amor, ¿no?— mira a Soledad y sonríe burlona.

—Te equivocas.— asegura Esteban, totalmente incómodo.

Por inercia observa a su secretaria y ella también lo hace. Sabe que Soledad no es su exnovia, esta rubia no es como Nora. Mientras una fingía ser una blanca paloma, inocente y fiel; la otra es aguerrida, frentera e insoportablemente sincera cuando le pides un consejo con confianza. Y sí, está última definición describe totalmente a Soledad.

—Querida, bienvenida a la vida de Esteban Arango. Hoy te necesita y mañana te aborrece porque encontró una nueva víctima sexual.

—Bienvenida a la decepción y repulsión amorosa, donde un importante y millonario hombre no quiere saber nada de ti porque le has aburrido con tu miserable personalidad, Ve a tomar una copita de champagne y traga tu amargura, el CEO invita— le responde Soledad sin hacer un mínimo gesto.

Dulce se aleja con el ceño arrugado y cara de mal humor, ya que no le ha gustado que una simple secretaria le hable de esa manera, más que nada porque sabe que tiene un poco de razón. Sin embargo, no es de las mujeres que renuncia porque existe otra mujer en la competencia.

Esteban le sonríe a Soledad, casi agradeciendo habérsela sacado de encima y ella habla en voz baja para que solamente pueda ser escuchada por él.

—Me debe un favor y ese será poder irme en este preciso momento.

—Dos horas más y te dejo ir— asegura— Debemos confirmar una reunión con quienes me han pedido producto.— Ella asiente y vuelve a usar su tablet para caminar detrás de él, en busca del primer hombre.