La Venganza Del Sigma

POV Oliver

Los días se volvieron cada vez más oscuros y pesados, y mis pensamientos se volvieron cada vez más sombrío. La constante presión de Allen y la abrumadora sensación de desesperanza me estaban consumiendo lentamente, dejándome atrapado en un abismo de angustia y desesperación. A medida que el peso de mi sufrimiento se hacía más insoportable, los pensamientos suicidas comenzaron a asomarse en las profundidades de mi mente, ofreciéndome una vía de escape tentadora de la agonía que me rodeaba, pues hasta ese momento e había conformado con liberarme del dolor emocional, causándome daño físico.

Me resistí a esos pensamientos con todas mis fuerzas, tratando de aferrarme a cualquier atisbo de esperanza que pudiera encontrar, pero la oscuridad parecía envolverme por completo, y cada día se volvía más difícil luchar contra ella. Finalmente, llegó un punto en el que me di cuenta de que no podía seguir luchando solo, que necesitaba ayuda desesperadamente si quería sobrevivir.

Con el corazón lleno de temor y vergüenza, tomé la decisión de buscar ayuda profesional. Sin dinero para pagar un terapeuta privado, me dirigí a un hospital público en busca de atención psiquiátrica. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras esperaba en la sala de espera, sintiendo la mirada de los demás pacientes sobre mí, preguntándome qué pensarían de alguien como yo, que buscaba ayuda en un lugar como este.

Cuando finalmente llegó mi turno, entré en la consulta del psiquiatra con un nudo en la garganta y las manos temblando, pero mi esperanza se desvaneció rápidamente cuando me di cuenta de que el psiquiatra apenas me prestaba atención. Mis palabras caían en oídos sordos mientras él me recetaba antidepresivos sin siquiera tomarse la molestia de escuchar mi historia o entender mis problemas.

Me sentí desamparado y abandonado, como si mis problemas no fueran lo suficientemente importantes como para ser tomados en serio. Salí del hospital con una receta en la mano y un vacío en el corazón, preguntándome si alguna vez encontraría la ayuda que necesitaba para superar mis demonios internos.

Sin dinero para pagar medicamentos, me conformé con los antidepresivos gratuitos que proporcionaba el estado, sintiendo una mezcla de gratitud y amargura por la ayuda que recibía. Sabía que los medicamentos no resolverían todos mis problemas, pero eran todo lo que tenía en ese momento para mantenerme a flote en un mar de desesperación y desesperanza.

Una vez en mi habitación, la oscuridad de la noche me envolvía mientras me sentaba en mi habitación, sintiendo el frío del metal de la cuchilla en mi mano temblorosa. Los efectos de los antidepresivos comenzaban a hacer efecto, pero en lugar de traerme calma, solo alimentaban la furia que crecía dentro de mí.

En medio de la niebla de mi mente, una revelación comenzó a tomar forma. Si Allen pensaba que podía seguir torturándome impunemente, estaba equivocado. Si él quería hundirme, entonces yo lo hundiría conmigo. No permitiría que siguiera teniendo el control sobre mí, no permitiría que siguiera dictando el curso de mi vida.

Con determinación renovada, me levanté de la cama y me acerqué a mi escritorio, donde había dejado mi computadora portátil. Encendí la pantalla y comencé a teclear con manos temblorosas, planeando mi venganza contra Allen. Sabía que tenía que ser algo que él nunca pudiera olvidar, algo que le recordara que no podía jugar conmigo impunemente.

La ideas comenzaron a fluir a través de mi mente, cada una más retorcida y siniestra que la anterior. Sabía que lo que estaba planeando era peligroso y probablemente ilegal, pero en ese momento, no me importaba. Todo lo que quería era hacerle pagar a Allen por todo el dolor y la humillación que me había causado.

Mientras continuaba escribiendo en la oscuridad de la noche, una sensación de poder y control comenzó a crecer en mi pecho. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que tenía el poder de cambiar mi destino, de tomar las riendas de mi propia vida.

Cuando terminé de escribir e investigar, una sonrisa retorcida se curvó en mis labios. Sabía que lo que estaba a punto de hacer cambiaría todo para siempre, pero ya no me importaba. Si iba a hundirme, entonces Allen se hundiría conmigo, y esta vez, no habría escapatoria para ninguno de nosotros.