En el bullicio del siglo XXI, Ana, una joven de 25 años, se siente como un extraño en su propia época. Con una fascinación por las épocas antiguas, especialmente los períodos históricos de esplendor y elegancia, Ana se sumerge en sus fantasías de ser una mujer de otra era.
Lo que ella no se espera, es que su deseo se hará realidad después de un accidente.
Tendrá que enfrentar desafíos y papeles en los cuales todavía no estaba preparada, lo lograra.
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Capitulo 8
Después del percance de la guerra que enfrentaron juntos para proteger a los suyos, Ana y Eduardo finalmente decidieron declarar su amor el uno al otro. Con el corazón lleno de valentía y determinación, se reunieron en un lugar tranquilo lejos de las miradas curiosas para compartir sus sentimientos más profundos y sinceros.
"Ana", comenzó Eduardo con voz suave pero llena de emoción, "desde el momento en que te vi nuevamente, supe que eras el único para mí. Eres la luz que ilumina mi vida, la fuerza que me impulsa a ser mejor cada día. No puedo imaginar un futuro sin ti a mi lado."
Las palabras de Eduardo hicieron que el corazón de Ana se acelerara con emoción y alegría. Durante tanto tiempo había esperado escuchar esas palabras de los labios del hombre que amaba, y ahora que finalmente las había escuchado, se sentía como si estuviera flotando en una nube de felicidad y éxtasis.
"Eduardo", respondió Ana con voz temblorosa pero llena de amor, "desde el momento en que te vi nuevamente, supe que mi corazón te pertenecía. Eres el héroe de mi cuento de hadas, el príncipe que siempre he soñado encontrar. No puedo imaginar un futuro sin ti a mi lado."
Con lágrimas de alegría en los ojos, Ana y Eduardo se abrazaron con fuerza, sellando su amor con un gesto lleno de ternura y pasión. En ese momento, el mundo parecía desvanecerse a su alrededor, dejándolos solos en su propio pequeño universo donde solo existían el uno para el otro.
Después de su emotiva declaración de amor, Eduardo decidió tomar medidas para formalizar su relación y enfrentar las circunstancias que los separaban para después hablar con sus suegros y pedirles la mano de Ana. Decidió solicitar una audiencia con el emperador para plantear la situación y buscar su bendición para su unión con Ana.
Sin embargo, antes de partir hacia la capital para su audiencia con el emperador, Eduardo se aseguró de dejar a Ana con sus padres, prometiéndole que regresaría pronto para estar juntos una vez más.
"Ana, mi amor", le dijo Eduardo con ternura, sosteniendo sus manos con firmeza, "sé que tengo que irme por un tiempo para enfrentar los desafíos que se nos presentan. Pero quiero que sepas que no importa lo que pase, siempre estaré contigo en espíritu. Regresaré por ti, lo prometo."
Ana asintió con comprensión, sabiendo que Eduardo tenía que cumplir con sus responsabilidades como noble y caballero. Aunque se sentía triste por separarse de él, sabía que su amor era lo suficientemente fuerte como para superar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.
"Te esperaré, Eduardo", respondió Ana con voz suave pero llena de determinación, "porque sé en lo más profundo de mi corazón que nuestro amor es verdadero y duradero. Regresa pronto, mi amor, y estaremos juntos una vez más."
Con un último beso lleno de promesas y esperanzas, Eduardo se despidió de Ana y partió hacia la capital para su audiencia con el emperador. Mientras viajaba por los caminos polvorientos hacia la ciudad, su mente estaba llena de pensamientos de Ana y del futuro que esperaba construir juntos. Pero también en ese beso que compartieron era el primer beso de los dos y fue tan real para los sentimientos que compartían.
Mientras tanto, Ana esperaba pacientemente en casa con sus padres, rezando por el regreso seguro de Eduardo y por el éxito de su misión ante el emperador. Su mente Estaba contrariada con la experiencia de su primer amor, llenaba su mente con anhelo y esperanza. Cada pensamiento era un susurro de su corazón, anhelando el toque y la presencia de Eduardo. En su mundo, él era la luz que iluminaba cada rincón oscuro, el aliento que le daba vida. A medida que pasaban los días, su corazón estaba lleno de esperanza y anticipación, sabiendo que pronto estarían juntos una vez más y que nada podría separarlos nunca más.
Finalmente, después de semanas de espera ansiosa, llegó la noticia que Ana había estado esperando con impaciencia. Eduardo había tenido éxito en su audiencia con el emperador y había obtenido su bendición para su unión con Ana.
Con el corazón lleno de alegría y emoción, Ana corrió a los brazos de Eduardo cuando lo vio llegar a casa. Los dos se abrazaron con fuerza, sabiendo que finalmente estaban juntos para siempre y que nada podría separarlos nunca más.
"Eduardo, mi amor", dijo Ana con lágrimas de felicidad en los ojos, "nunca pensé que este día llegaría. Pero aquí estamos, juntos y más fuertes que nunca. Te amo con todo mi corazón."
"Eres mi luz en la oscuridad, Ana", respondió Eduardo con voz emocionada, "y no puedo imaginar mi vida sin ti. Estamos destinados el uno para el otro, y nada ni nadie nos separará jamás."
Con el amor y la bendición del emperador, Ana y Eduardo comenzaron sus planes de una nueva vida juntos.