Sinopsis:
Ana hija de una familia de mafiosos muere y renace en el cuerpo de Luna la hija de un poderoso duque que fue engañada para casarse con el principe heredero de su imperio. Pero al renacer decide cumplir el ultimo deceo de la dueña del cuerpo.... Venganza.
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Capitulo 8
Luna, completamente enojada con la sirvienta, caminó hasta tenerla en frente.
Con una cara fría, desprovista de alguna expresión, le dijo...
-Más te vale que vayas por mi desayuno en este momento, si no quieres que te corte la lengua por ser tan altanera conmigo. O es que no te has dado cuenta de que yo soy una princesa y tu una mera sirvienta.
Mientras soltaba sus palabras, la sirvienta había perdido el color en su expresión. No podía creer que la princesa Luna en realidad tuviera esa personalidad. Siempre cuando alguien le hablaba mal, ella solo agachaba la mirada, pero ahora no solo no miraba al piso con timidez, sino que respondía con voz elevada y segura.
-Dis..., disculpe princesa- la sirvienta ya temblaba del miedo por la mirada tan terrorífica de Luna.
-Traeré su desayuno de inmediato.- se fue corriendo apurada por traérselo, ya no volvería a tratar de faltarle el respeto.
Luna ni bien la vio salir, se empezó a reír, la sirvienta casi se orinaba encima, ja ja ja. Si bien cuando esta llegó si se enojó por su falta de educación al entrar a una habitación sin llamar, al pasar de la conversación se quería reír. La muchacha al estar muy asustada hacía unas caras raras, lo que causó sus ganas de reír. Pero afortunadamente su cara no se distorsionó y se mantuvo firme mientras la enfrentaba.
Al rato llegó la misma sirvienta con su desayuno. Este era un verdadero desayuno, no como los que Luna ya estaba acostumbrada a comer desde que se casó con Max. Había té, tostadas con diferentes mermeladas y frutas cortadas en un plato. Un verdadero manjar.
La sirvienta dejó la bandeja sobre la mesa que estaba en un rincón cerca de la ventana y se marchó como si su vida dependiera de ello. Ja ja ja. Estas reacciones eran tan chistosas para la nueva Luna.
Hoy era un día hermoso, había sol y una suave brisa.
Una vez terminado el desayuno, Luna quería salir a explorar este nuevo mundo, así que se arregló un poco y se calzó. Ya lista salió por la puerta y bajo las escaleras y caminando llegó hasta un bello jardín. Era el jardín donde Carolina inventó la primera vez que ella la había insultado para que su esposo al verla la regañara.
En el camino hacia allí se encontró con varios sirvientes y guardias que no podían creer el descaro que tenía aquella mujer. Atreverse a salir de la habitación luego de haber matado al hijo no nato del príncipe y caminar por allí como si nada.
A lo lejos se podía ver una tienda y en ella se distinguía a dos personas sentadas en una mesa pequeña.
(la tienda, es algo así. También podría ser llamado kiosco, toldo o carpa para eventos)
Estaban bien acaramelados mientras se tomaban de las manos y se sonreían, hasta que miraron hacia donde estaba Luna. Las sonrisas se borraron de pronto y solo mostraron expresiones de asco y enfado.
Y si, la parejita eran el idiota, más conocido como el príncipe heredero Max y la zorra ponzoñosa de la concubina Carolina. Ambos destilaban unas ganas tremendas de matar a Luna, aunque sorpresa también de verla parada y con una sonrisa en los labios, cuando se supone que después de ese castigo, tendría que estar semanas tirada en una cama rogando que no se infecten sus heridas.
Luna decidió ignorarlos y dejarlos con las ganas de decirle algo, pero el estúpido, pensando que ella se iba a ir porque les tenía miedo, la llamó.
-¡Luna! ¿A dónde vas? ¡Ven aquí y muestra respeto a mí y a Carolina insolente!
El grito de él molestó a Luna. El pobre tonto se cree que estaba todavía hablando con la vieja Luna que aguantaba todos sus malos tratos. Pobre tonto, lo que le espera.