Yo antes era una espía y asesina respetada por todos, temida por todos, la más importante y reconocida por todos aquellos que oían mi nombre temblaban del terror y la desesperación que sentían al oír de mí. Creía que lo tenía todo, incluso creía que tenía a mi lado a un hombre que me amaba y respetaba como mujer y compañera de equipo. Desgraciadamente estaba muy equivocada y terminé por ser traicionada por él y por la gente que creía que me era leal, pero ni siquiera eso.
Ese día perdí todo y terminé por ser arrestada, humillada, maltratada, casi violada por uno de los custodios que me llevaba a ser finalmente encarcelada, sin juicio alguno en cual pudiera defenderme; era frustrante dado que yo fui una de las personas que propuso que todo criminal, sin importar su rango no tendría un juicio sino que en cambio iría directamente a "Azgaard" la más cruel y sanguinaria cárcel clandestina que el mismo maldito Hitler autorizó sin haber consultado a sus generales y consejeros.
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Capítulo 6.
SOFÍA
Entonces el doctor con una voz neutra le dijo a alguien con un iPad en mano, en donde supuse que estaban tomando notas para mi nuevo expediente médico.
-La paciente número setenta y cinco, es vírgen. No ha sido víctima de un ataque sexual, pese a las cicatrices que tiene en el cuerpo.
Siendo una paciente con su virginidad intacta, es más que perfecta para ser uno de los conejillos de indias, dado que no hay posibilidad de que ella esté embarazada luego de una violación por parte de esos salvajes que pasaron por alto las órdenes de sus Oficiales superiores de la SS de no tocar y arruinar nuestro medio de estudio científico.
La mayoría de las reas que fueron traídas. Deben pasar por una segunda revisión y actuar con diligencia sí es que están embarazadas. Vaya pérdida de tiempo...
Nuestro trabajo de investigación y de experimentación de anticonceptivos orales no tendrá avance alguno sí las reas fueron o son violadas antes de recibir el tratamiento.
Esperemos que el Alcaide Fürstenberg tome las medidas respectivas para que esto no se repita dentro de esta cárcel. Son unos bárbaros los de la SS-. Dio un largo suspiro y luego me miró.
-Bueno... muchacha. Puedes sentarte y vestirte.
Estás muy sana, además de ser una dama muy hermosa, tu complexión física es perfecta, pese a las cicatrices de tu cuerpo, que no son más que algo estético, pero no tiene importancia. No afectará el experimento.
La elegancia y pureza se te sales por cada poro, además es obvio que no creciste en un barrio alejado, sin duda alguna eras alguien que tenía una fuerte necesidad de búsqueda de emociones fuertes, un sentimiento de superioridad o un deseo de poder y control, además de fuiste alguien que es capaz de adaptarse a cualquier ambiente y situación.
Apostaría sin lugar a dudas que los de alto mando pelearán y matarán por elegirte como amante exclusiva. Si eres lista podrás tomar provecho de tu apariencia-. Me senté en la camilla y me vestí con rapidez.
Mientras lo hacía, sentí un poco de esperanza al oír que esperaban que los Celadores no fueran a violar a las reas para no dificultar sus experimentos.
Pero por otra parte, sentía ganas de vomitar al haber sido elegida como conejillo de indias, no tenía ni idea de qué clase de medicamentos experimentales eran con exactitud.
Desde luego pensé que se trataba de que hubiese un control en la población de judíos y de otras razas que no eran puras.
Sí era así, entonces...
¿Por qué no simplemente nos mataban y ya?
Pero por supuesto que no lo harían porque de lo contrario... sus experimentos se irían al diablo y no tendrían forma de hacer posible que los no alemanes se reprodujeran de algún modo.
Era una posibilidad real y dentro de los estándares y objetivos de los Nazis. Exterminar a los judíos...
Que ese siempre fue una de las tantas ambiciones de los Nazis y de Hitler, desde el inicio de la segunda guerra mundial.
Además, el quedar embarazada... era algo irreal para mí. Pese a que fui una Nazi, el hecho de llevar una vida dentro de mí me pondría no solo en un mayor problema, sino que también daría un último motivo que sería más que suficiente para ejecutarme.
Además de que lo que se buscaba era que crear una raza aria pura, sin mezclas, sin nada que contaminase la pureza de la raza aria. No querían que nosotras las reas diéramos a luz a mestizos. Solo esperaba no terminar enferma o envenenada por esos mata-sanos.
Porque de lo contrario tendría que matarlos con mis propias manos y nadie lo sabría. Ni siquiera ese Alcaide arrogante...
De pronto en la sala del hospital entró de improviso el Alcaide de Azgaard en persona...
Lo que me faltaba...
Entonces los médicos se pusieron en guardia y en fila mirando hacia el frente como si fueran meros soldados ante un superior.
Comprendí que Maxwell Fürstenberg era una figura con mucho poder y peso en esta cárcel. Nadie en el lugar estaba por encima de él. El que mandaba era él y nadie más.
Así como había dicho el Alcaide en el patio. En Azgaard era amo y señor del lugar. Y claro que con tal arrogancia.
Me tensaba el hecho de que Maxwell Fürstenberg tenía su mirada puesta en mí. Era una mirada intensa, posesiva e inquietante. Sus ojos parecían devorar mi imagen.
Mi piel se erizaba de excitación cuando él observó con lascividad mi escote. No había terminado de abotonar mi blusa cuando lo vi llegar, me cubrí con rapidez. Sus ojos brillaban con una oscura diversión ante mi actitud pudorosa.
Sin decir nada el Alcaide pidió el informe médico, al estirar la mano derecha hacia los doctores al recibir mi expediente en el iPad, la empezó a leer con mucha atención.
Una sonrisa de triunfo iluminó su rostro. Tenía el presentimiento de que no era nada bueno.
El Alcaide devolvió el informe a quien lo tenía antes, sin dirigir la mirada a ninguno de los médicos. Su mirada estaba puesta en mí, sus voraces y siniestros ojos azules hacían que se cortase el hilo de mis pensamientos. Retuve la respiración en un intento de calmar frenético latido de mi corazón. Mi vientre que revoloteaba era un completo lío.
Con voz gruesa y con una postura segura y prepotente, anunciaba poniendo a todos dentro de la sala, nerviosos, incrédulos y asombrados.
-Vine aquí personalmente a buscar a la señorita. Envié a mi segundo al mando a avisarme cuando la trajeran a la sala médica. Tengo que hablar a solas con ella-. Pronunció con voz segura y arrogante-. Tengo prisa-. Mencionó con poca paciencia.
-S-Sólo hace falta que tome el medicamento de prueba y podrá irse, mi Superior-. Contestó el médico con algo de pánico en su voz.
Vi cómo la poca paciencia del Alcaide se desvanecía de su rostro.
-¡¿Entonces qué espera?!-Gritó-¡No tengo todo la madrugada para esto! ¡Dese prisa! ¡Dele el medicamento! Como ya dije tengo prisa.
Y otra cosa... quiten su nombre de la lista de amiguitas para los altos mandos.
Tengo otras tareas que asignarle a Sofía Klein. Desde este instante ella es cosa mía y solamente mía.
En el futuro Sofía Klein..., sólo vendrá a la sala médica por su dosis del medicamento experimental, siempre y cuando vea que tiene efectos adversos en su salud y cordura. La necesito sana y cuerda.
Mis estimados doctores científicos..., ustedes son lo últimos en escuchar la nueva orden que acabo de dar a todos los hombres que están desempeñando algún oficio para el mando de Azgaard.
Nadie, absolutamente nadie, a excepción de mí le pondrá un sólo dedo encima a esta mujer. Su vida y su cuerpo me pertenecen, sólo yo puedo tocarla.
Quien ose tocarla será un compañero de fosa junto a los cadáveres de las reas, poco me importa de quién se trate y tampoco me interesa el grado militar de ese individuo-.
Maxwell Fürstenberg había terminado de hablar y rápidamente me dieron el medicamento que era pildora blanca, la tragué con un poco de agua y de mal sabor la píldora.
Después de eso Maxwell se acercó a mí y me tomó del codo izquierdo y me jaló de la cama haciendo que me pusiera de pie, hizo que apresurara al no soltarme del brazo.
Salimos al pasillo y me llevó rumbo al sexto piso, que posiblemente era su oficina. Caminé a su lado de forma torpe, sin quitarle la mirada de encima, era muy alto y fuerte.
Estaba absorta en él, apenas mis piernas eran capaces de sostenerme en pie y eso era debido al impacto de sus palabras. Me miraba caminar y terminé por perderme en sus ojos, pronto un golpe de calor me tiñó las mejillas, mi corazón se disparó.
Su cercanía e imagen en general, me provocaba vértigo, sentía una plena sensación que me estaba invadiendo era una mezcla de anticipación y de curiosidad, no de miedo sino más bien de... duda. Él provocaba en mí una sensación de desesperación e intriga.
El Alcaide de Azgaard despertaba en mí cosas que ningún otro hombre y mucho menos el que me traicionó, cosas que antes no había sentido o creía que las había sentido. Pero no era así, en absoluto.
Era diferente, su presencia física despertaba en mí algo primitivo, salvaje e intrigante. Era muy consciente de su masculinidad e implacable carácter dominante y posesivo. Mi sangre circulaba por mis venas a toda velocidad, estaba eufórica.
Jamás creí o más bien nunca pensé que pudiese utilizar a un hombre con poder como él, usarlo como escudo y ventaja para protegerme fuera el mismo Alcaide...
Qué ironía...
El tacto del Alcaide, a diferencia al del doctor tocó la zona más íntima de mi cuerpo, no me repugnaba en absoluto, pese a que todo de él me provocaba odio y furia en mi corazón, por haber hecho de mí y de las mujeres esclavas y prisioneras, era denigrante.
Aunque siendo sincera era menos traumatizante la idea de tener sexo con hombre guapo, imponente y sensual como el Alcaide, y no un viejo asqueroso poco agraciado o nada agraciado y del bando mismo al que pertenecía antes bueno... ahora ese bando era mi enemigo.
Odiaba a Maxwell Fürstenberg, pero la verdad era que lo deseaba. Me atraía sexualmente.
Sin embargo. Sí él quería saciar su lujuria conmigo, no sería para menos. Él me usaría y yo también lo usaría a él de igual forma.
En dicha situación no me sentía en desventaja, igual podía usar a mi favor el interés sexual que este hombre sentía por mí.
No me sería difícil permitir y soportar que el Alcaide me tocara, y si su toque me encendía y mucho.
Tenía que actuar con astucia y como me había aconsejado el doctor, debía hacerme desear aún más por el Alcaide, ya que de lo contrario me cambiaría de amante por otra rea.
Para sobrevivir y poder escapar de la cárcel y vengarme necesitaba tener a un protector con poder en el ejército enemigo y mejor prospecto para ejercer ese rol era nada más y nada menos que el mismo Alcaide.