Bajo la lluvia es una historia de romance y pasión que surge de un encuentro inesperado. Mariana, marcada por un pasado complicado, conoce a Samuel, un hombre enigmático que despierta en ella emociones olvidadas. Sin embargo, cuando su exnovio reaparece, el amor se ve amenazado por los fantasmas del pasado. Entre secretos, deseo y decisiones, ambos deberán enfrentar lo que realmente significa arriesgarse por amor.
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cap:7
Los días que siguieron al encuentro entre Samuel y Pablo estuvieron marcados por un aire de tensión y distancia. Aunque Samuel no había terminado de procesar lo que Pablo le había dicho, tampoco quería perder a Mariana. Sin embargo, algo seguía carcomiéndolo por dentro, y eso estaba afectando su relación.
Por su parte, Mariana intentaba mantener la calma, pero sabía que el peso de las palabras de Pablo seguía influyendo en Samuel. Decidió que ya no podía seguir permitiendo que su ex interfiera en su vida. Tomó el teléfono y le envió un mensaje:
"Necesitamos hablar. Esto tiene que parar."
La respuesta de Pablo no tardó en llegar.
"De acuerdo. Dime dónde y cuándo."
Mariana eligió un café concurrido, un lugar donde se sintiera segura y pudiera mantener el control de la conversación. No le dijo nada a Samuel; quería resolver esto sola.
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El café estaba lleno de murmullos y el aroma de café recién hecho. Mariana llegó temprano, se sentó cerca de la ventana y esperó. Cuando Pablo llegó, con su sonrisa confiada y su aire despreocupado, ella lo recibió con una mirada fría.
—No estoy aquí para jugar, Pablo. Quiero que dejes de interferir en mi vida.
Pablo levantó las manos en un gesto de aparente inocencia.
—No estoy interfiriendo, Mariana. Solo estoy preocupado.
—¿Preocupado? —replicó ella, incrédula—. ¿Por qué escribiste a Samuel? ¿Por qué estás intentando sembrar dudas entre nosotros?
Pablo suspiró, como si estuviera cargando con un gran peso.
—Porque no quiero que pases por lo mismo que yo pasé contigo. Él necesita saber en qué se está metiendo.
—¡Eso no es tu asunto! —espetó Mariana, atrayendo la atención de algunas personas en el café. Bajó la voz y continuó—: Samuel sabe lo que siente por mí, y yo sé lo que siento por él. No tienes ningún derecho a meter tus mentiras entre nosotros.
Pablo se inclinó hacia adelante, su expresión cambiando de despreocupada a algo más serio.
—¿Mentiras? Mariana, ¿realmente crees que puedes ocultarle todo?
Mariana frunció el ceño, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿De qué estás hablando?
—De tu pequeño secreto. El que nunca te atreviste a contarme.
Ella lo miró con desconcierto, pero antes de que pudiera responder, Pablo sacó su teléfono y deslizó la pantalla para mostrarle algo. Era una foto de Mariana, tomada hace varios años, abrazando a un hombre que no era Pablo ni Samuel.
—¿Lo recuerdas? —preguntó él, con una sonrisa triunfante.
Mariana sintió cómo se le helaba la sangre. Recordaba ese momento, pero había enterrado esos recuerdos tan profundamente que ni siquiera pensaba en ellos.
—¿Por qué tienes esa foto? —murmuró, incapaz de ocultar su sorpresa.
Pablo se encogió de hombros.
—Digamos que tengo mis recursos.
Ella apretó los labios, furiosa.
—Eso no significa nada. Esa foto no tiene nada que ver con mi vida ahora.
—Tal vez no —respondió Pablo, inclinándose hacia atrás en su silla—, pero ¿qué crees que pensará Samuel si la ve?
Mariana sintió que el pánico se apoderaba de ella. Sabía que Pablo estaba intentando manipularla, pero también sabía que esa imagen, fuera de contexto, podría causar estragos en su relación.
—No te atrevas —dijo en voz baja, sus ojos llenos de advertencia.
Pablo solo sonrió, como si ya hubiera ganado la partida.
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Esa noche, Samuel llegó al apartamento más tarde de lo habitual. Estaba cansado, pero determinado a hablar con Mariana y aclarar las cosas. Sin embargo, cuando entró, la encontró sentada en el sofá, con la mirada perdida y el teléfono en las manos.
—¿Todo bien? —preguntó, cerrando la puerta detrás de él.
Mariana levantó la mirada, y él notó de inmediato que algo no estaba bien.
—Tenemos que hablar —dijo ella, su voz apenas un susurro.
—¿Sobre qué?
Ella se levantó y se acercó a él, sosteniendo el teléfono como si pesara toneladas.
—Pablo apareció de nuevo. Me mostró algo… algo que podría cambiarlo todo si tú no confías en mí.
Samuel frunció el ceño, su preocupación aumentando.
—¿Qué cosa?
Mariana le mostró la foto en la pantalla. Samuel la tomó y la examinó, su rostro pasando de la confusión a algo más difícil de leer.
—¿Quién es él?
Mariana respiró profundamente, reuniendo valor.
—Es alguien con quien salí antes de conocer a Pablo. Fue una relación breve, pero él me marcó de muchas maneras. Cuando terminé con él, fue… complicado. Y pensé que había dejado todo eso atrás.
Samuel no dijo nada por un momento, pero sus ojos se alzaron hacia los de Mariana, buscando algo.
—¿Por qué no me contaste antes?
—Porque no pensé que fuera relevante. Y porque tenía miedo. Miedo de que esto pasara, de que alguien usara mi pasado para hacernos daño.
Samuel dejó la foto sobre la mesa y suspiró.
—No es tu pasado lo que me molesta, Mariana. Es que no me lo contaste.
Ella lo miró con lágrimas acumulándose en sus ojos.
—¿Me crees?
Él tomó su rostro entre sus manos, mirándola fijamente.
—Quiero hacerlo. Pero Pablo está jugando un juego peligroso, y necesitamos estar preparados para enfrentarlo juntos.
Mariana asintió, aunque el miedo seguía presente en su corazón. No sabía qué haría Pablo a continuación, pero estaba segura de una cosa: no dejaría que destruyera lo que tenía con Samuel.
Y en algún lugar de la ciudad, Pablo sonreía para sí mismo, seguro de que había sembrado la semilla de la duda que necesitaba para separar a la pareja. Pero lo que no sabía era que Mariana no iba a rendirse tan fácilmente.