La historia de Zander y Yoriko continúa en esta segunda parte llena de misterios, acción y mucho romance
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Capítulo VI
Zander había quedado perplejo con toda la información que recibió en ese momento, como su vida había visto influenciada por aquel hombre, que hasta hace unos días, era un total desconocido. El mundo que él conocía se había desmoronado en un instante, sus conceptos de justicia, de bondad y de verdad habían sido puestos en cuestión. La ira y la impotencia lo consumían por dentro, como un fuego incontrolable que amenazaba con devorarlo.
Lord Van, ese ser de sombra que se había introducido en su vida como un fantasma, era un enemigo terrible, un monstruo que había arruinado su familia y que ahora lo obligaba a ser parte de sus juegos siniestros.
La conversación con Lord Van lo había dejado atrapado en un laberinto de emociones contradictorias. La rabia, el miedo, la desesperación, la sed de venganza y la incertidumbre se agolpaban en su mente, creando un torbellino de pensamientos que lo hacía sentir perdido e indefenso.
Luego de la charla privada, Lord Van volvió a juntarlos a todos en el gran salón para comentarles acerca de la tarea que se les acercaba. El salón era un lugar imponente, con techos altos y paredes tapizadas con tapices de colores intensos que representaban escenas de batallas y triunfos. En el centro de la habitación, se encontraba una mesa de roble macizo, rodeada de sillas tapizadas en terciopelo rojo.
Lord Van se sentó en la cabeza de la mesa, su mirada fría y penetrante se posó sobre Zander y Kendo, como si los estuviera analizando con un ojo experto.
Lord Van se sentó nuevamente en la cabeza de la mesa, su mirada fijándose en cada uno de ellos. El silencio se apoderó de la habitación, la única interrupción era el crepitar del fuego en la chimenea.
Presten mucha atención a lo que voy a decir, porque no se los repetiré! - Lord Van había adoptado un tono grave, su voz era como un trueno que retumbaba en el salón.
- No hará falta repetir nada, solo dígalo de una vez y basta rodeos. - Zander, impaciente por naturaleza, no podía soportar la suspensión, su mirada era una mezcla de ansiedad y rebeldía.
Lord Van sonrió con desprecio, como si la impaciencia de Zander le causara diversión.
Eres demasiado impaciente, eso no es bueno... pero en fin, en aproximadamente 15 días pasará por la ciudad un convoy de mercaderes chinos que se dirigen a la capital, bueno, su trabajo es sencillo, deben interceptar la caravana, escabullirse entre los guardias y hacerse de un cofre dorado con símbolos nórdicos en la tapa, lo reconocerán solo al verlo. - Lord Van había adoptado un tono más amable, como si estuviera hablando con un niño pequeño.
- ¿Qué contiene el cofre? - Kendo, más cauto que Zander, mostraba una curiosidad ingenua.
- La curiosidad podría llegar a matarte, hijo, lo mejor es que no lo sepas. - Lord Van respondió con una sonrisa enigmática.
- Si voy a arriesgar mi vida, al menos quisiera saber que es. - Zander insistió, la desconfianza y la curiosidad se apoderaban de él.
- Lo único que te diré es que es algo muy valioso y que si les sale bien, serán muy bien recompensados. - Lord Van se limitó a dar una respuesta evasiva.
- ¿Y la seguridad? - Kendo planteó una pregunta más práctica.
- De eso no se preocupen, es un grupo pequeño para pasar desapercibidos, Ajax, mi fiel servidor, les dará todo lo que necesiten, pero es muy importante que no fallen. -
Lord Van se incorporó de su asiento, su mirada intensa y penetrante se posó sobre ellos, como si estuviera leyendo sus pensamientos.
No les diré más. - Lord Van habló con un tono imperativo. - La tarea es clara. El cofre es el objetivo. Y no hay margen de error.
Zander y Kendo se quedaron en silencio, cada uno pensando en las consecuencias de su decisión.
Espero que sean dignos de la confianza que he depositado en ustedes. - Lord Van se volvió hacia un rincón del salón, donde un hombre corpulento y de aspecto rudo los observaba con una mirada fría.
- Ajax, preséntate a estos hombres y dale todas las instrucciones necesarias. - Lord Van ordenó con un tono implacable.
El hombre, Ajax, se acercó a ellos, su rostro era un mapa de cicatrices y su mirada era como un rayo que los atravesaba hasta el alma.
Soy Ajax. Su guía. - Ajax habló con una voz ronca y amenazante.
- A partir de hoy, trabajarán para Lord Van. Y deberán cumplir con cada una de sus órdenes.
Ajax les extendió un sobre a cada uno.
Ahí tienen todo lo que necesitan para realizar la tarea: mapas, planos, armas, dinero y los nombres de sus contactos en la ciudad.
- Tengan cuidado. - Ajax les advirtió con una sonrisa cruel. - El convoy está fuertemente protegido.
Zander y Kendo asintieron en silencio, sintiendo un nudo en el estómago. La tarea era peligrosa, pero la recompensa también era tentadora.
¿Qué sucede si fallamos? - Zander preguntó con una voz temblorosa.
Ajax se acercó a él, su respiración era un soplo de aire frío.
Si fallan, no habrá recompensa. Solo consecuencias. - Ajax se alejó sin decir más.
Ajax, que curiosamente había tratado tan mal la primera vez a Zander, se puso inmediatamente a sus servicios y los invitó para que lo acompañaran al salón de armas. Los chicos hicieron caso a las demandas y siguieron al imponente hombre, no sin antes escuchar las últimas indicaciones...
-Les avisaré cuando esté todo preparado y de haber cambio de planes les diré-
Los jóvenes salieron del gran salón, la sombra de Lord Van y de sus palabras los perseguía como un fantasma. Volvieron a atravesar el largo pasillo hasta llegar a la sala de armas, un lugar que los hizo sentir como si hubieran ingresado a un mundo de fantasía.
Ésta era impresionante, una verdadera catedral dedicada a la guerra. Muchos maniquíes, envueltos en relucientes armaduras, parecían guardianes de un secreto antiguo. Espadas de todos los tamaños y formas, desde las clásicas espadas de doble filo hasta las espadas de un solo filo, llamaban la atención con sus filos brillantes y sus empuñaduras adornadas. Lanzas de madera y de metal, ballestas de diversos modelos, escudos de todo tipo y una gran cantidad de objetos más, inclusive algunos muy modernos, llenaban la sala de una atmósfera de poder y de peligro.
Ambos quedaron asombrados con la variedad de artículos que estaban a su disposición. Era como si Lord Van les hubiera confiado el destino del mundo.
El nerviosismo era evidente, si bien era un trabajo sencillo, o al menos eso creía el anciano, pero como bien es sabido, la teoría suele ser muy diferente a la práctica.
Esa misma tarde, ambos se encontraban en la orilla del río, analizando los planos que les habían entregado. El río era un espejo de agua cristalina que reflejaba el cielo azul y las nubes blancas que lo cruzaban. Un lugar tranquilo y sereno, un contraste con la oscuridad que se cernía sobre ellos.
¿Qué te parece? - Zander preguntó a Kendo, su mirada fija en los planos.
Kendo señaló un punto en el mapa.
Este es el camino que tomará el convoy de mercaderes. - Kendo explicó con un tono tranquilo.
- Y este es el punto donde debemos interceptarlo. - Zander señaló otro punto en el mapa.
- Es un lugar aislado, rodeado de bosques. - Kendo observó con atención los planos.
- Perfecto para un ataque sorpresa. - Zander sonrió, un brillo de malicia se reflejó en sus ojos.
- Pero también es un lugar peligroso. - Kendo advirtió con un tono preocupado.
- Siempre hay riesgos. - Zander respondió con un gesto despreocupado.
- No debemos subestimar a los guardias del convoy. - Kendo siguió analizando los planos.
- Ya lo sabemos. - Zander asintió con la cabeza.
- Pero el cofre vale la pena el riesgo. - Zander señaló el cofre en el plano con un gesto arrogante.
- Sí, pero debemos actuar con cuidado. - Kendo respondió con prudencia.
- Tranquilo, no vamos a hacer nada precipitado. - Zander le dio una palmada en el hombro. - Tenemos tiempo para planificar todo a la perfección.
Kendo se quedó en silencio, su mirada fija en el río que fluía a sus pies, como si estuviera tratando de entender el camino que se les presentaba.
El destino los había puesto en un cruce de caminos. La decisión estaba en sus manos. La recompensa era grande, pero el precio también podría ser muy alto.
Necesitamos un lugar seguro para poder planear las cosas bien, si llega a llover se arruinarán los papeles-
- Tienes razón, creo que conozco un lugar pero no sé si seré bienvenido alli-
- Podríamos intentarlo, no tenemos nada que perder-
Con un poco de duda, Zander aceptó, le daba vergüenza aparecer por aquella casa después de haberlos abandonado a su suerte. Los motivos estaban pero pensó que era mejor vivir sin ellos para no ser una carga.
El camino fue largo y lleno de dudas, ¿Estaba bien o mal regresar? Pero necesitaba el lugar y hacer las paces con su familia.