La muerte llega para darte una segunda oportunidad
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Enfrentamiento
Después de que la pareja se marchó del lugar, los padres de Alicia se acercaron a Óscar.
—Óscar, quiero que salgas de la casa de mi hija —declaró Adelina, la madre de Alicia.
—¿Qué? Esa casa es mía, no puedes quitármela.
—Esa casa era de mi hija. Fue nuestro regalo de bodas. Lo correcto es que la devuelvas.
Selene, la madre de Óscar, escuchó la petición y, totalmente indignada, se acercó.
—¿Adelina? Esto es humillante. ¿No puedes esperar a que mi hijo supere el luto por haber perdido a su esposa?
—¿Él perdió a su esposa? ¡Yo perdí a mi hija! —gritó—. ¿Cuándo fue que él la trató como esposa? ¿Cuando metió a su amante en la casa que compartía con mi hija?
Selene se sorprendió. Sabía que Estela vivía con su hijo, pero no imaginaba que los padres de Alicia estuvieran al tanto del asunto.
—Adelina, debemos calmarnos. Debe haber una explicación para esto, debe ser un malentendido.
—¿Un malentendido, dices? —Adelina sacó unas fotografías. En ellas, Estela entraba y salía de la casa como si fuera la dueña y señora del lugar—. ¿Dónde está el malentendido?
—Esto es inaudito. Te tratamos como a un hijo y así le pagas a mi hija —gritó Jorge, el padre de Alicia.
Óscar le arrebató las fotos a Adelina. Sí, allí estaba Estela. También había una donde él la llevaba en brazos al interior de la mansión.
—¿Y qué si así fue? ¡Ella fue la primera en usar trucos baratos para forzarme a casarme! —No pensaba seguir negando las cosas. Ya había soportado demasiado.
—¡Óscar! —exclamó Selene, horrorizada.
—¡Es suficiente! Esto no es culpa mía, sino de todos ustedes. Querían que ella fuera mi esposa, pues ahí tienen el resultado. ¡Nunca la amé! ¡Jamás lo hice! Solo era un estorbo para mí. Estar cerca de ella era asfixiante.
Había soportado mucho en ese matrimonio: la persecución constante de Alicia, sus llamadas incesantes. Para un hombre cuyo corazón pertenece a otra, convivir con una mujer a la que no ama es agotador. Fingir cariño frente al mundo había sido un verdadero infierno.
Los padres de Alicia no pudieron refutar. Sabían que, en el fondo, lo que hicieron no estuvo bien, pero el dolor por haber perdido a su hija era tan fuerte que se negaban a aceptar su responsabilidad.
—Solo queremos la mansión. No quiero que la intrusa de Estela siga adueñándose de lo que le pertenecía a mi hija —dijo Adelina, firme.
—Esa propiedad es tanto mía como de Alicia. Ambos nombres aparecen en las escrituras. Por lo tanto, ahora que ella ya no está, es completamente mía.
—Eres un desvergonzado —habló Jorge, lleno de furia.
Óscar no quiso seguir discutiendo. Tras negarse a dejar la mansión, se marchó. No pensaba entregar la casa que ya le había prometido a Estela como recompensa por lo "sufrido" anteriormente.
—Selene, es mejor que hables con él. Con estas fotos puedo probar que ha sido infiel. Si no logras que entre en razón, iré a juicio y haré públicas estas pruebas.
Selene también estaba furiosa. No podía creer que Adelina la estuviera amenazando de esa forma.
—Adelina, recuerda tu lugar. Los Marino no son tan fuertes como la familia Carrasco —dijo, intentando imponer su posición para hacerla retroceder.
—Mi hija y mi nieto murieron. No tengo nada más que perder. Dinero, poder... nada de eso me importa. Además, sé que tu hijo no ha logrado consolidarse como líder de los Carrasco. No tienes más poder que yo —respondió, burlándose de Óscar, que a pesar del respaldo de sus padres, no podía superar a Manuel.
—Adelina, Selene, ¡basta! Jorge, espero que no te tomes esto tan personal. Somos adultos… y familia —intervino Noé, el padre de Óscar, al ver que su esposa no podía controlar la situación.
—¿Ahora somos familia? También lo éramos cuando permitieron que su hijito humillara a mi única hija. No tienen la moral para pedir que dejemos todo así —sentenció Jorge, antes de marcharse con su esposa.
La indignación en sus rostros era evidente. Todos los presentes se dieron cuenta del conflicto familiar. Entre la multitud, había reporteros camuflados, esperando captar el momento y conseguir la primicia de la mañana siguiente.
…
Regina fue dejada en la residencia de los Tobón. Fue recibida por sus padres, Celia y Andrés, quienes esperaban que no hubiera sido maltratada por la familia Carrasco.
—He vuelto —anunció ella.
—¿Estás bien? ¿No te trataron mal, verdad? —preguntó su madre, ansiosa.
—Tranquilos. Manuel estuvo a mi lado todo el tiempo. Él prometió no dejar que me intimiden.
Sonrió al matrimonio frente a ella. Estaba feliz de haber renacido en una familia que también la quería.
—Él es un buen muchacho. Ojalá no sea como su sobrino. Qué pena lo que pasó con su esposa —comentó Celia, afectada por lo que había ocurrido con Alicia. Como muchos, estaba al tanto de los problemas en ese matrimonio.
Regina se puso rígida. Todo el mundo sentía lástima por ella. Y cómo no... era difícil no compadecerse de una mujer que se aferraba a un hombre que no sentía nada por ella. Un hombre incapaz de hacer el más mínimo esfuerzo por salvar el matrimonio. Ella lo sabía bien. Al menos esta vez no pensaba enamorarse de Manuel. Después de cumplir su venganza, planeaba terminar el matrimonio, aunque Manuel dijera que no estuvo de acuerdo desde el inicio.