Simoné es una chica de 25 años que lucha por obtener siempre lo que le gusta. Nada la detendrá por lograr sus objetivos, aunque tenga que luchar con su propia... ¡madre!
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Deseo y amor
Nancy se topó con Charly justo cuando iba a su oficina, ¿qué, te cortó la princesa?
¿Por qué no te dedicas a lo tuyo?, le contestó Charly un poco molesto de que se metieran en su vida.
¿Por qué no aceptas que ella no es para ti?, a ella no le importa nadie, solamente satisfacer sus caprichos.
Nancy, ¿no tienes otra cosa mejor que hacer?
Si yo necesito una opinión, júralo que no te la voy a preguntar a ti.
Yo solo quiero hacerte un favor, ¿por qué te portas así conmigo?
Es que a mí no me gusta que se metan en mi vida, ni me digan lo que tengo que hacer. Estoy lo suficientemente mayorcito para saber lo que voy a hacer con mi vida y tomar mis propias decisiones.
Está bien, pero eso no quiere decir que aceptes a Simoné solo porque es bonita.
Adiós, tengo mucho trabajo como para estar aquí perdiendo mi tiempo contigo.
Charly se fue a su oficina porque era verdad que tenía mucho trabajo. Tenía una pila de papeles en su escritorio.
Con toda la paciencia del mundo se puso a checar papel por papel.
Simoné estaba pensando en su madre y en Iván.
Simoné, ¿puedes venir a mi oficina, por favor?, le llamó por el interfono.
Dígame, jefe.
Simone hay algunos errores aquí, que son muy importantes, no sé lo que te pasa, pero es obvio que no estás poniendo atención a lo que haces.
Esta firma es muy importante, los clientes son los mejores que hemos tenido y, sin embargo, tú firmaste un contrato que no era apropiado, ¿qué está pasando?
Perdón, jefe, he estado un poco distraída, se disculpó, Simoné.
Con esta firma perderemos muchos millones de pesos, ¿qué vamos a hacer ahora?
No se preocupe, Señor, yo lo arreglaré.
Te advierto que si esto vuelve a ocurrir tendré que despedirte, yo necesito a una persona que esté 100% en su trabajo. Los problemas que tengas en tu casa, por favor, déjalos allá. Tú eres la gerente general de producción y, por lo tanto, te exijo que hagas bien tu trabajo. Y ahora trata de arreglar este problema y, por favor, quiero una respuesta lo antes posible.
Simoné salió de ahí, sabía que la había regado, pero no pensaba que hasta ese punto.
Inmediatamente, se comunicó con los proveedores... Por favor, es urgente. Necesitamos hablar.
Los proveedores aceptaron e hicieron una cita para las 4 de la tarde.
Como a Nancy ya la había cambiado de puesto tuvo que contratar a otra asistente.
Sasha, por favor, necesito que me canceles las próximas citas de hoy y me las pongas para dentro de dos días. Necesito salir urgentemente, en cuanto hagas eso puedes retirarte a tu casa.
Sí, señorita.
En cuanto Simoné se reunió con los proveedores se puso a hablar inmediatamente.
Antes que nada les ruego que me disculpen, creo que les di un contrato equivocado y es necesario que lo cambiemos.
No se preocupe, señorita, nosotros estamos en la mejor disposición, pero esto conlleva a una pequeña multa por error.
Lo sé, estamos dispuestos a pagar, pero, por favor, hay que cambiar el contrato.
Después de un rato de estar discutiendo por fin llegaron a un acuerdo.
Es un placer compartir con gente como ustedes, son muy eficientes.
Al contrario, para nosotros es un placer tratar con una señorita tan distinguida como usted.
Con permiso. Muchas gracias.
Propio, dijeron los dos hombres.
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Teresa ya se había comprado su vestido de novia. Estaba completamente ilusionada con esa boda.
Su propia boda, ni siquiera con Martín había vivido esos momentos maravillosos, ya que con él nunca se casó por la iglesia, solo por el civil.
Era un vestido sencillo, pero hermoso.
Había sido confeccionado especialmente al gusto de ella. Iván le había dado luz verde para que comprara todo su ajuar como ella quisiera, le había dado el dinero suficiente para eso.
Teresa parecía una adolescente ilusionada por su próxima boda, iba de tienda en tienda buscando lo mejor para ese día tan especial.
No le importaba dejar sola su pequeña empresa, porque tenía un personal altamente capacitado y además, Sonia, que era su mano derecha, ocupaba su lugar cuando ella no estaba.
Ella era muy eficiente y resolvía todos los problemas que se le presentaban. Tal y como si estuviera Teresa presente.
Simoné nunca quiso trabajar con ella porque quería ser independiente. No quería estar bajo el yugo de sus padres.
Sus padres muchas veces la habían invitado a participar con ellos, pero ella se negó tantas veces como se lo pidieron.
Una llamada sacó a Teresa de sus pensamientos.
¿Hola?
Mi amor, soy yo, ¿cómo vas con tus compras?
Estoy en lo último, amor. Ya me estoy probando los zapatos.
Ya terminé mi trabajo de hoy, ¿quieres que pase por ti?, le preguntó Iván con todo el amor del mundo.
Ay, sí, por favor, ya me duelen mucho los pies de tanto estar caminando. Pero vente en taxi, porque dejé mi carro en el estacionamiento.
Está bien, mi amor. Pásame tu ubicación y enseguida voy.
15 minutos después, Iván ya se encontraba en el lugar donde estaba Teresa.
Amor, ¿qué te parece si vamos al cine?, hay una película nueva que van a estrenar y dicen que está muy buena.
Sabes que nada me gusta más que estar contigo, dijo Teresa, dándole un gran beso en los labios.
Mismo que él correspondió con todo el amor de que era posible.
A última hora, decidieron ir a un hotel en lugar del cine.
En cuanto estuvieron solos en el cuarto, él hizo acopio de toda su hombría para complacer a esa mujer tan fogosa y hermosa.
Ella se quitó la ropa, mientras el hombre se recostaba en la cama.
La observaba con ojos repletos de deseo y amor.
Una vez que ella se quitó toda la ropa se acercó a él y empezó a desvestirlo poco a poco.
Decidieron meterse en la ducha, ella quería saborear todas las mieles del amor con un baño de agua fría.
Y así bajo el agua se besaban y acariciaban llenos de pasión. Teresa no sabía hasta qué punto su deseo se hiciera evidente, pero de lo que sí estaba segura es que le gustaba mucho ese hombre, estaba perdidamente enamorada de él.
Y así entre besos y caricias ella se entregó a él. Fue un momento mágico, algo que para ella parecía la primera vez, ya que Martín no la había hecho tan feliz como Iván.
Cuando explotaron esas partículas en su cuerpo ella sintió que un escalofrío le recorría todo el cuerpo y él siguió besándola. Parecía que el deseo no se terminaba nunca.
Sus manos recorrían todo su cuerpo, al mismo tiempo que sus labios besaban y besaban y no se cansaban.
Un cúmulo de pasiones se habían apoderado de los dos personajes.
¡Oh, Iván!, ¡cómo te amo!
Y yo a ti mi princesa.
La pasión siguió hasta muy entrada la noche.