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LA DUQUESA SIN CORAZON

LA DUQUESA SIN CORAZON

Status: Terminada
Genre:Matrimonio contratado / Amor tras matrimonio / Traiciones y engaños / Venganza de la protagonista / Completas
Popularitas:110.3k
Nilai: 5
nombre de autor: CINTHIA VANESSA BARROS

En esta historia, se encontrarán con Ángel, una niña que fue abandonada al nacer y creció en una abadía, donde un grupo de religiosas le ofreció amor y cuidado. Sin embargo, a medida que Ángel va creciendo, comienza a sentir un vacío en su interior: el anhelo de tener un padre, como los demás niños que la rodean. A pesar de su deseo, no se atreve a manifestar sus sentimientos por miedo a lastimar a quienes la han criado, y su vida tomará un giro inesperado una noche fatídica.

Una enigmática mujer aparece y le revela a Ángel un oscuro secreto: es una heredera y debe buscar venganza por la muerte de su madre. Así inicia su transformación en la Duquesa Sin Corazón, una niña destinada a cumplir con un legado de venganza que no es suyo. ¿Qué elecciones hará Ángel en su camino? ¿Podrá encontrar su verdadera identidad en medio de la oscuridad que la rodea?

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CAPÍTULO 5. RECUERDOS DEL PASADO

CAPÍTULO 5. RECUERDOS DEL PASADO

La noche era fría y oscura. Un manto de nubes cubría la luna, y las luces de los candelabros apenas alcanzaban a iluminar las sombras en los extensos pasillos de la mansión. Los pasos de Ángela resonaban en el mármol, pero su corazón latía aún con más fuerza.

Cuando llegó a la oficina de su madre, se detuvo ante la imponente puerta de madera. Tomó aire, reuniendo valor, y giró el pomo.

La duquesa Ágata la esperaba sentada detrás del escritorio, siempre erguida y con porte elegante. Llevaba puesto un vestido de terciopelo negro, sobrio pero majestuoso, y sostenía una copa de vino tinto que contrastaba con la superficie de mármol blanco. No levantó la vista al entrar Ángela, como si ya supiera que esta charla era inevitable.

—Cierra la puerta —dijo, sin apartar la mirada del vaso.

Ángela cumplió con la orden. El silencio del cuarto y la fría mirada de su madre pesaban más que las palabras.

—Madre. . . debemos hablar. No puedo vivir más con estas incertidumbres y estos silencios. Necesito respuestas.

La duquesa suspiró profundamente, dejó la copa en la mesa y se levantó con la misma gracia que la caracterizaba. Caminó despacio hacia la ventana, donde las cortinas pesadas cubrían el jardín. Durante un momento, pareció buscar lo que quería decir en la oscuridad.

—Ángela. . . creo que es el momento de revelarte la verdad.

Ángela frunció el ceño. Esperaba evasivas o reproches, pero no una confesión.

—¿De qué estás hablando?

Ágata se dio la vuelta lentamente. Su rostro no mostraba cambios, pero sus ojos delataban un dolor que había estado oculto por mucho tiempo.

—Tu hija. . . no murió aquella noche. Ella sigue viva.

Las palabras atravesaron a Ángela como un cuchillo. El aire pareció esfumarse. Sus piernas fallaron, y se sentó en una silla cercana, incapaz de entender lo que acababa de escuchar.

—¿Qué. . . qué estás diciendo? —murmuró, con la voz quebrada por la incredulidad.

—Te engañé —reconoció Ágata sin apartar la mirada—. Lo hice para protegerte. Y para protegerla a ella.

Un silencio pesado se hizo presente. Ángela se levantó de golpe, como si tuviera que moverse para no desmoronarse.

—¿Protegerme? —repitió, con lágrimas deslizándose por sus mejillas—. ¡Me hiciste creer que estaba muerta! ¡Me quitaste a mi hija!

Ágata apretó los labios. Su expresión se mantenía inalterada, pero sus manos temblaron ligeramente.

—Eras muy joven, Ángela. Estabas sola. Te enamoraste de un hombre sin título ni riqueza, un trabajador de nuestra finca. Cuando te dejó en estado, solo tenía dos caminos: sacrificar tu futuro. . .  o sacrificar tu realidad.

Ángela se llevó las manos a la cabeza, recordando aquellos días en que solo tenía quince años, atrapada entre el miedo, la vergüenza y los rumores que circulaban entre los sirvientes.

—Y en vez de ayudarme… me forzaste a casarme con Douglas solo días después de dar a luz. Nunca me amó. Solo actuó por… conveniencia —su voz vibraba con ira y tristeza.

—Douglas era la única opción. Necesitabas un esposo que tuviera un título. Alguien que garantizara nuestra posición en la corte —respondió Ágata, cruzando los brazos con una frialdad mecánica.

—¿Y mi hija? —preguntó Ángela, sin poder contener las lágrimas—. ¿Dónde está?

La duquesa bajó la vista, permitiendo que el peso de sus decisiones la impactara por primera vez.

—La entregué a una familia pobre, lejos de todo. Fue la única manera de protegerla de la codicia de la nobleza… especialmente de Isabel. Tu prima no descansaría hasta acabar con ella. Desde entonces deseaba este título, y cualquier debilidad de tu parte habría sido su ventaja.

Ángela apretó los puños.

—Quiero verla. No me importa cuánto tiempo ha pasado. Quiero abrazarla, ver su rostro… quiero saber quién es.

Ágata sacudió la cabeza.

—No es el momento. Ella no sabe quién eres, ni quién es su madre. Y, además, tu esposo no debe enterarse. Douglas no dudaría en usar esa información en tu contra.

Ángela se puso de pie nuevamente y comenzó a caminar de un lado a otro, como una fiera enjaulada.

—Douglas… —murmuró con amargura—. Ese hombre solo me tolera por el ducado. Nunca me amó.  Nunca me respetó.

—Douglas sabe cuál es su rol —dijo Ágata, con firmeza—. Y mientras tú cumplas el tuyo, no habrá problemas. Ahora, más que nunca, debes mantener la calma y actuar como la duquesa que eres.

Ángela se detuvo frente a su madre, con los ojos llenos de dolor y determinación.

—He soportado años de engaños, de manipulaciones. Pero si ella está viva… haré lo que sea necesario para traerla de vuelta.

La duquesa la observó en silencio, como si estuviera midiendo si su hija estaba lista para lo que se avecinaba. Finalmente, se acercó y colocó una mano sobre su hombro.

—No subestimes lo que está en juego. Tu hija está viva, Ángela, y te prometo que haré todo lo posible para que la recuperes. Pero ahora… debes ser paciente.

Ángela asintió, con un nudo en la garganta. Por primera vez en años, sentía que había una chispa de esperanza encendiéndose en su interior.

Esa noche, mientras regresaba a su habitación, las palabras de su madre resonaban con fuerza en su mente. En algún lugar del reino, su hija estaba viva. Y Ángela estaba dispuesta a enfrentarse a todo y a todos para encontrarla… incluso si tenía que enfrentar las sombras de su pasado para lograrlo.

1
dylan Franco
excelente histotia
Luisa Elena Leon Portillo
Excelente
Ara
Escritora, me encantó la novela, sólo al final unas pequeñas faltas de ortografía, pero su novela me envolvió tanto que continué leyendo, y lo digo no con ánimo de ofender, sino con mucho respeto, pues siempre resulta agradable encontrarse con una buena novela y que goce de una buena ortografía(válgame la redundancia)
Ara
Ay emocioné, hasta algunas lágrimas se me cayeron
Ara
Qué capítulo tan emotivo
Ara
Por fin, y la reina más que reina, madre y como tal, preocupándose por la felicidad de su hijo; gracias a dios que no la colocaste como una persona altanera, sino muy por el contrario, una persona que sus principios no se basan ni en el dinero ni en las clases sociales
Ara
Ya Juana, que obstinada, con los puntos bien puestos, debería dejarse querer
Ara
Juana también debe dejar de temer, así como Angel
Ara
Que penita ya se va acabar, pero realmente la novela estuvo buenísima de comienzo a fin
Hecate ⚡🐍🔥🗡️
que paso con Douglas que lo ubiese torturado cada día de su vida hasta que muriera 10 largo años y con clara me ubiese gustado que tuviera una casa con sus hijas eran inocentes tendrían que tener una buena vida no en la abadía y Isabel ubiese gustado que muera de tristeza sola y que todo los lujos que tenían no llenarán su vacío por ambiciósa
Ara
Me encanta el rey
Ara
Wuiiiiii
Ara
Buenísimo
Maria Consuelo Alvarez Ochoa
me encanta,me tiene atrapada,felicitaciones eres una gran escritora
Ara
Mamá es mamá, sólo ella podía animarla a que se de una oportunidad
Ara
Caray, por qué siempre los tienen que interrumpir
Ara
Desgraciado
Ara
Jijiji 🤭 beso besito besote
Ara
Pues que feo, eso de que no tengas privacidad
Ara
Son tal para cual, la lealtad vale mucho más que el amor
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