Alonzo es confundido con un agente de la Interpol por Alessandro Bernocchi, uno de los líderes de la mafia más temidos de Italia. Después de ser secuestrado y recibir una noticia que lo hace desmayarse, su vida cambia radicalmente.
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Saga: Amor, poder y venganza.
Libro I
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Capítulo 05. Sin escapatoria.
—Bien, comencemos —dijo el hombre, poniéndose de pie con calma calculada.
Se había quitado el saco negro y sus mangas estaban dobladas hasta los codos, revelando una piel trigueña surcada de venas marcadas y varios tatuajes en los brazos. Avanzó con pasos firmes hasta el escritorio y se recargó en él, apoyando sus poderosos brazos en el borde. Sus ojos, fríos y penetrantes, se clavaron en Alonzo, quien, pese a su mejor esfuerzo por mantenerse sereno, sentía el impulso creciente de salir corriendo.
—Alonzo, ¿cuál es tu verdadero nombre? —preguntó con una voz que no admitía dudas.
—No tengo otro nombre —respondió Alonzo sin titubear—. Soy Alonzo Santini.
El hombre frunció el ceño, apretando las manos contra el escritorio, su rostro visiblemente irritado.
—¿Quieres morir? —gruñó, tomando el arma de la mesa y cargándola con un movimiento que hizo eco en la habitación. El cañón del arma se alineó con la frente de Alonzo, quien luchó por contener el pánico que sentía subirle por la garganta.
—¡No, por favor! —suplicó Alonzo, intentando moverse, pero las ataduras en sus muñecas y tobillos se lo impidieron. Sus esfuerzos eran inútiles—. Están cometiendo un error. Yo no pertenezco a la Interpol, ni a ninguna organización. Soy solo una persona común, trabajo en una agencia inmobiliaria.
El hombre entrecerró los ojos, evaluando cada palabra de Alonzo. La palidez de su rostro y los labios casi sin color revelaban su miedo. Sus ojos enrojecidos intentaban contener las lágrimas, y aunque el ceño del hombre se relajó ligeramente, la tensión en la habitación seguía siendo palpable.
—¿Sabes quién soy? —preguntó con voz grave.
—Solo sé que es el señor Vega —respondió Alonzo—. Usted iba a comprar la mansión.
Vega asintió lentamente, dirigiendo una mirada fugaz a los hombres que estaban detrás de Alonzo. Sin decir una palabra, uno de ellos salió de la habitación, cerrando la puerta con un suave clic.
—Dime, Alonzo —dijo Vega inclinándose hacia él, su voz casi en un susurro—, ¿de verdad no sabes nada sobre mí?
El perfume del hombre era tan fuerte que provocó que Alonzo sintiera náuseas. Intentó tragar el amargo sabor que comenzaba a formarse en su boca, pero sus esfuerzos fueron en vano.
—No, no sé nada... —intentó decir, pero el intenso aroma lo abrumó. El sabor amargo y las ganas de vomitar se volvieron imposibles de controlar. Cerró la boca, tratando desesperadamente de no vomitar, pero el malestar creció rápidamente. Giró la cabeza justo a tiempo para no ensuciar a Vega.
—¡Maldita sea! —exclamó Vega, dando un paso atrás, con una mueca de repugnancia. Se apartó del escritorio, mirando a Alonzo con disgusto.
Alonzo lo observó con consternación después de haber vomitado—. Lo siento, señor Vega, no era mi intención. Su perfume es demasiado fuerte.
—¿Me estás diciendo que te doy asco? —Vega frunció el ceño, y Alonzo negó rápidamente con la cabeza, temiendo empeorar aún más la situación.
—No, no... Solo estoy un poco enfermo. He estado muy sensible a los olores últimamente —intentó justificarse, con voz temblorosa.
—Cállate —interrumpió Vega con frialdad, dejando la pistola sobre el escritorio—. No me interesa escuchar tus problemas de salud.
Justo en ese momento, la puerta se abrió y uno de los hombres entró con un iPad en la mano. Se lo entregó a Vega.
—¿Es esto correcto? —preguntó Vega sin mirarlo, mientras revisaba la pantalla.
—Lo hemos verificado dos veces —respondió el hombre—. Incluso nuestro informante ha corroborado la información.
Vega asintió, lanzando una mirada breve a Alonzo. Este sintió cómo los músculos de su cuerpo se tensaban de inmediato, temiendo lo peor.
—Sin embargo... —el hombre se inclinó y le susurró algo al oído. Alonzo no pudo escuchar nada, pero la sensación de peligro se intensificó. El vello de su piel se erizó ante la expectativa de lo que fuera que le estuvieran diciendo.
—Entendido. Haz los preparativos, nos reunimos en unos minutos —ordenó Vega, quien asintió antes de que el hombre saliera de la habitación.
Vega se puso de pie nuevamente, dirigiendo una mirada penetrante hacia Alonzo. Su rostro aún mostraba rastros de vómito, algo que Vega encontraba repulsivo. No podía creer que este mismo hombre, que ahora parecía tan vulnerable, fuera el mismo que, aquella noche, gemía de placer en la oscuridad.
Aún recordaba su voz suplicando por más. Sus jadeos, el movimiento de su cuerpo mientras se arqueaba, montado en su regazo, impulsando sus caderas para hacer más profundas las embestidas. Desde entonces, no había dejado de pensar en él, en la manera en que su cuerpo se movía de arriba abajo, y cómo esa noche había quedado grabada en su memoria. Sin embargo, ahora la sospecha de que todo había sido una trampa, posiblemente orquestada por la Interpol o algún enemigo, lo atormentaba.
—Te quedarás aquí —dijo Vega con tono firme—. No te irás hasta que hayamos despejado todas las dudas sobre ti.
Alonzo asintió, sintiendo una mezcla de alivio y temor. Por un lado, estaba agradecido de no haber sido asesinado en ese momento. Pero por otro lado, seguía siendo un prisionero, y dudaba que alguien se molestara en rescatar a alguien tan insignificante como él.
Vega se acercó y desató las cuerdas que mantenían los pies y las manos de Alonzo atadas. Lo ayudó a ponerse de pie, pero después de tanto tiempo inmovilizado, sus piernas no respondieron. Su cuerpo se tambaleó y estuvo a punto de caer sobre su propio vómito, pero Vega lo sostuvo firmemente por la cintura.
—Ten más cuidado —dijo, con un tono que apenas ocultaba su impaciencia.
Alonzo asintió débilmente, y, aún nervioso, empezó a caminar con dificultad. Ambos salieron de la habitación, encontrándose con un pasillo largo, húmedo y sin ventanas. Vega miró a uno de sus hombres, que estaba apostado junto a la puerta.
—Limpien ese desastre —ordenó con frialdad.
Alonzo fue conducido por el pasillo y luego subió unas escaleras de metal cuyo eco resonaba por toda la estructura, como un recordatorio constante de que no había escapatoria posible. Al llegar a la parte superior, Vega introdujo una clave en el panel de seguridad y la puerta se abrió con un suave clic.
El contraste era abrumador. Habían pasado de un lúgubre sótano a una impresionante mansión, inundada por luz natural, con enormes ventanales y una vista nocturna espectacular. Alonzo quedó maravillado ante la arquitectura del lugar, sin poder evitar pensar en cuántos de sus clientes se habrían peleado por una propiedad como esa.
—¿Qué miras? —la voz fría de Vega lo trajo de vuelta a la realidad. Recordó con un sobresalto que no estaba allí para vender la casa, sino como un secuestrado.
—Nada —respondió con rapidez, tratando de no parecer demasiado impresionado.
Vega entrecerró los ojos, notando la incomodidad de Alonzo, y lo empujó con fuerza por la espalda.
—Ni se te ocurra pensar en escapar —le advirtió—. Cada ventana está sellada y el vidrio es a prueba de balas. No tienes escapatoria, Alonzo.
Alonzo tragó saliva, sintiendo cómo el miedo le helaba la sangre. Dio unos pasos más, pero pronto un mareo lo invadió. La visión comenzó a nublarse, sus piernas se aflojaron y, antes de que pudiera evitarlo, se desmayó, cayendo por segunda vez en la noche.
PD: es mi humilde opinión
Yo creo que el agente utiliza tanto Chris como a Alonzo y llegar a Alessandro