Hacía ocho años que Valentina Rossi se había visto obligada a casarse con Leonardo Bianchi. Ambos provenían de familias influyentes , pero siempre habían vivido separados y ni siquiera habían consumado el matrimonio.
Sin embargo, ahora Valentina deseaba buscar su propia felicidad, por lo que decidió pedirle el divorcio a Leonardo. Su respuesta fue clara: él era su marido y sería también quien le proporcionaría esa felicidad.
Al principio, Valeria se negó a intentarlo siquiera; al fin y al cabo, Leonardo un conocido donjuán. Pero las circunstancias, incluyendo la crisis de salud de su padre, lo empujaron a reconsiderar su decisión y la hicieron cambiar de opinión.
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Capítulo 6 : Reencuentro y Revelaciones
El sol estaba en su punto más alto sobre el viñedo cuando Valentina decidió tomarse un breve descanso. Había estado trabajando sin parar desde temprano en la mañana, inspeccionando las uvas que pronto estarían listas para la cosecha. A medida que avanzaba la tarde, el aire se llenaba del aroma dulce y fresco de las vides. Valentina sentía un profundo orgullo por lo que había logrado en esos años de arduo trabajo.
Sin embargo, su paz se vio interrumpida por el sonido de un coche acercándose por el camino de tierra que llevaba al viñedo. Valentina frunció el ceño, preguntándose quién podría ser a esa hora del día. Dejó sus herramientas y caminó hacia la entrada principal.
El coche se detuvo y de él salió Leonardo Bianchi. Su presencia era inconfundible, con su porte seguro y su mirada intensa. Valentina sintió un nudo en el estómago; hacía mucho tiempo que no lo veía, y su aparición inesperada la descolocó.
—Leonardo —dijo Valentina, intentando mantener la calma—. ¿Qué haces aquí?
Leonardo se acercó, su expresión era seria. —Necesitaba verte, Valentina.
Valentina asintió lentamente y lo guió hacia una pequeña caseta al lado del viñedo, donde solía descansar y organizar su trabajo. Al llegar, ambos se sentaron en sillas opuestas, una frente a la otra.
—¿De qué quieres hablar? —preguntó ella, intentando sonar casual.
Leonardo la miró fijamente. —De nosotros. De lo que pasó y lo que no pasó entre nosotros.
Valentina sintió que su corazón latía más rápido. —¿A qué te refieres?
—Han pasado ocho años desde que nos casamos y luego nos divorciamos —dijo Leonardo—. Ambos hemos cambiado. He venido porque necesito aclarar algunas cosas.
Valentina lo miró, sintiendo una mezcla de ira y confusión. —¿Aclarar qué? Siempre me has dejado claro que solo tenía tu apellido y la seguridad que eso implicaba. ¿Qué más hay que hablar?
Leonardo respiró profundamente. —Quiero que intentemos de nuevo. No puedo seguir ignorando lo que siento.
Valentina se sorprendió por su declaración. —¿Ignorar qué, Leonardo? ¿Tus responsabilidades? ¿Tu indiferencia?
—Sé que he sido indiferente —admitió Leonardo—. Pero eso va a cambiar. Quiero intentarlo de nuevo.
Valentina se levantó, furiosa. —¿Después de ocho años vienes a decirme esto? No soy la niña desabrida que dejaste. Soy una mujer de 24 años que sabe lo que quiere, y lo que quiero es mi libertad. Quiero encontrar un hombre que me ame y que yo lo ame .
Leonardo se levantó también, su expresión se endureció. —No puedo darte eso.
—¿Por qué no? —preguntó Valentina, con frustración—. ¿Qué te importa ahora?
—Porque no puedo permitir que alguien más te tenga —dijo Leonardo con intensidad.
Antes de que Valentina pudiera reaccionar, Leonardo la tomó por los hombros y la besó. Fue un beso cargado de emociones reprimidas, de años de resentimiento y deseo. Valentina intentó resistirse, pero pronto se encontró respondiendo con igual intensidad.
Cuando finalmente se separaron, ambos estaban respirando con dificultad. Valentina lo miró, confundida y enojada.
—No puedes hacer esto —dijo con voz temblorosa—. No puedes besarme y esperar que todo esté bien.
—Sé que esto es confuso —dijo Leonardo—. Pero no puedo dejarte. Te necesito en mi vida.
Valentina suspiró, sintiendo una mezcla de alivio y temor. No sabía qué esperar del futuro, pero una cosa era segura: su vida había cambiado para siempre.
Descubrimiento Inesperado
Durante las siguientes semanas, Valentina continuó trabajando en el viñedo, tratando de olvidar lo sucedido con Leonardo. Sin embargo, algo no estaba bien. Comenzó a sentirse más cansada de lo habitual y con frecuentes mareos. Una mañana, mientras inspeccionaba las vides, se desmayó.
Cuando despertó, se encontraba en la cama de su habitación, con el médico del pueblo a su lado. Leonardo estaba allí también, mirándola con preocupación.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Valentina, débilmente.
El médico sonrió tranquilizadoramente. —Valentina, estás embarazada. Aproximadamente de dos meses.
Valentina se quedó helada. La última vez que había estado con Leonardo fue hace exactamente dos meses.
—¿Estás segura? —preguntó, su voz temblando ligeramente.
El médico asintió. —Completamente seguro. La fatiga y los mareos son síntomas comunes en las primeras etapas del embarazo.
Leonardo se acercó y tomó su mano. —Vamos a ser padres, Valentina.
Valentina miró a Leonardo, tratando de leer sus emociones. Había tantas cosas sin resolver entre ellos, tantas heridas del pasado.
—¿Qué significa esto para nosotros? —preguntó finalmente, con voz temblorosa.
—Significa que tenemos una oportunidad para empezar de nuevo —dijo Leonardo con sinceridad—. Quiero estar aquí para ti y para nuestro hijo. Quiero hacer esto bien.
Valentina suspiró, sintiendo una mezcla de alivio y temor. No sabía qué esperar del futuro, pero una cosa era segura: su vida había cambiado para siempre.
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Agradezco profundamente cada comentario y crítica que recibo sobre mis obras, ya que todas aportan a mi crecimiento como escritora. Sin embargo, me gustaría tomar un momento para reflexionar juntos sobre algunas críticas que pueden ser percibidas como ofensivas.
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Los invito a que sigamos compartiendo nuestras impresiones con respeto y empatía, recordando siempre que detrás de cada obra hay una persona que ha puesto su corazón y esfuerzo en ella. Sus opiniones son importantes, y cuando se expresan de manera constructiva, tienen el poder de contribuir positivamente al proceso creativo.
Gracias por su comprensión y apoyo continuo.
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Araceli Settecase