El Mago Que Quemó Todo

Cedric, después de dar un paseo por la calle con una sensación de incertidumbre en su estómago, llegó a la antigua vivienda de Sofia. Cuando tocó la campanilla, se escucharon pasos desde adentro y, finalmente, la puerta se abrió lentamente. Allí estaba Sofía, una mujer con cabellera rubia recortada a los hombros, que miraba hacia él con una expresión tranquila y un poco intrigada.

—Buen día, Cedric—, dijo Sofía con su voz dulce y cálida. —Veo que por fin te has decidido aparecer—.

Ella parecía haberse esforzado por mantener la decoración lo más idílica posible, pero al mismo tiempo, las paredes estaban llenas de artilugios mágicos que emanaban una especie de poder vivo. Era como si la casa tuviera vida propia.

Cedric no podía evitar mirar enredadamente la magia que rodeaba a Sofía y su hogar, recordando tiempos felices pasados juntos. Sin embargo, esta visita tenía un propósito muy concreto: averiguar más acerca del origen de Lysander.

Mientras Cedric seguía observando cómo los objetos mágicos dentro de la casa realizaban sus funciones, Sofía le mostró su atención a Lysander, el bebé que había traído consigo. Al observar al pequeño, Sofía se acercó y pidió permiso para tomarlo en sus brazos.

—Puedo llevarlo por un momento—, dijo Sofía con una sonrisa tierna. —Nunca he estado tan encantada con un bebe antes—.

Y así, la mujer recogió a Lysander y le acarició su cabeza, alentándole cuando empezó a llorar.

—Está bien, pequeño—, decia Sofía mientras intentaba consolarlo. —Todavía estás aprendiendo a controlar tus emociones—.

En ese momento, Cedric pudo observar como la mujer poseía una calidez y una naturaleza materna inconfundibles que le hacían sentir confianza en ella.

—Espero que no salga como un mujeriego como tú—, dijo Sofía con un tinte de sonrisa en su voz, sin esconder la ironía de su comentario.

Sofía le acercó a Lysander a una estatuilla de un buho hecha enteramente con bronce mágico, que emanaba un resplandor verdoso y se movía como si estuviera vivo, moviendo su maquinaria a través de la magia.

Lysander miró curiosamente al animal y pronto comenzó a reírse y jugar con las plumas del buho, dejando momentáneamente de llorar. Sofía observó el efecto positivo que tenía la figura en el bebé y sonrió de regocijo.

Cedric comenzó a explicar su razón para haber visitado a Sofía. Le dijo cómo Adriana, , le había dicho que podría proporcionar información sobre la verdadera madre de Lysander y que, como era sabido, su búsqueda por la ciudad había traído consecuencias inesperadas.

—Venía aquí porque Adriana me dijo que podrías ayudarme con Lysander—, recordó Cedric mientras miraba a Sofía con un tono de esperanza en su voz. —Tal vez tú magia pueda ayudarme—.

En ese momento, Sofía intervino con una sorpresa evidente en su expresión.

—Yo también sé por qué has venido aquí—, dijo con calma y sin revelar cómo había obtenido la información. —Adriana me dijo de tu visita, Cedric, además me he enterado de tus aventuras por la ciudad en busca de la madre de Lysander—.

—Sabía que, mientras buscabas respuestas por toda la ciudad—, comenzó a relatar Sofía con una sonrisa ironizada, —en un momento, saliste semi-desnudo del bar de Camila, eres un desvergonzado y poco hombre—.

Las puertas se abrieron y entró Elena Kesington, otra antigua novia de Cedric que parecía estar de visita en aquella casa. Cedric reconoció inmediatamente a la mujer con el cabello negro y cuerpo pequeño, quien había sido en su momento fácil de llevar.

—Elena—, saludó Sofía al verla. — Cedric acaba de llegar—. En ese momento, Cedric se recordó que Elena era conocida por ser una mujer determinada y con voz fuerte, que en ocasiones hacía que su voz pudiera escucharse por toda la ciudad, incluso si sus aventuras eran de carácter personal.

Elena apenas observó al mago, dijo a Cedric: —No me sorprende que vengas aquí tú siempre has sido un mujeriego—.

La voz de Elena se escuchó con fuerza. De alguna forma, los antiguos papeles mágicos de Sofía usaba como protección del hogar, se derrumbaron sobre Elena, como cientos de pájaros volando con la intención de silenciarla al mismo tiempo que ella intentaba expresar su opinión en voz alta y criticar a Cedric.

Elena gritó y se agitó para tratar de deshacerse de los papeles mágicos, pero estos parecían tener una voluntad propia y actuar contra ella. Sofía observó lo sucedido con preocupación, mientras que Lysander seguía llorando en brazos de Cedric.

En un esfuerzo por calmar la situación, Sofia trató de atender a Lysander para apartarle de lo que parecía ser una pelea mágica inesperada.

—Tranquilo, Lysander—, le dijo con voz suave mientras intentaba controlar a los papeles en su poder.

Pero Cedric no quedó impasible ante la situación y decidió usar su magia de fuego para tratar de poner fin al problema inesperado. En un solo segundo, concentró toda su energía mágica y redujo a cenizas los papeles que atormentaban a Elena, restableciendo el silencio en la habitación.

Después del incidente con los papeles mágicos, Sofía decidió enfocarse en el asunto principal que había traído a Cedric a su casa: encontrar a la verdadera madre de Lysander. Le preguntó a Cedric que le contara a Elena sobre sus recientes acciones en la ciudad y lo que conocía sobre la localización de la mama desconocida.

Mientras tanto, Elena se acercó lentamente a los otros dos con una mirada inclemente dirigida a Cedric. Su rostro expresaba su indignación por las acciones de su antiguo amante y su preocupación por la situación en la que se encontraban todos.

Elena al llegar frente a Cedric, sin mincionar palabras, le golpeó con una fuerza sorprendente en la mejilla derecha. El mago se sintonizó un instante y sentía cómo su cabeza comenzaba a marearse por el golpe recibido.

—eres un hombre irresponsable, no sabes quién es la madre de tu bebé y, aún peor, has caminado semidesnudo a través de toda la ciudad—

Cedric, atontado por el golpe que le había dado Elena y por lo que acaban de escuchar, se dirigió a la fija y enfurecida de Elena mientras se arremolinaba en el suelo.

—Quiero saber quién es su madre, pero no sé dónde encontrarla—.