La Reina Sucia

En total había 6 Reinos, nombrados por colores el Reino Blanco era el más grande y próspero, sus caballeros reales y guerreros eran los mejores, hasta el momento el Reino azul era el único que se había atrevido a declararle la guerra.

Los demás Reinos eran Verde, Amarillo, Naranja, Rojo, todos odiaban al Rey Verchiel, simplemente por el hecho de negarse a explotar a su gente, a su pueblo.

Después del Reino Blanco el de Verchiel era el que seguía en cuanto a tamaño y prosperidad, su pueblo lo adoraban y respetaban.

—Si es por las tierras puedo darte las hectáreas que quieras—Quiso negociar Ofelia.

Esmeralda entro al salón para llenar la copa de la reina y ofrecer al Rey, del mejor vino del Reino.

—Enserio ¿crees que me hacen falta tierras?—para hacer una tregua debes darme algo más valioso.

—¿Algo más valioso?, ¿a que se refiere?.

—¡La princesa!.

En este momento Ofelia se puso pálida, Esmeralda que seguía a su lado notó la palidez de la Reina y se acercó para ayudarla.

—Su majestad, mantenga la compostura— le susurró Esmeralda al oído, mientras la ayudaba.

—Su majestad, no le veo buen semblante—Dijo Verchiel acercándose—Tal vez el vino no le sienta bien.

—Estoy bien, la princesa aún no está preparada para ser su esposa.

—En mi palacio tengo las mejores institutrices, que le enseñaran lo que le haga falta.

—Está bien, su majestad, le daré a la princesa como tregua, la boda puede realizarse en una semana.

—¡Hoy!, exclamó Verchiel con voz autoritaria.

—¿Pero por qué la prisa su majestad?—respondió nerviosa.

—Estaré de viaje los próximos meses.

Verchiel mentía, quería saber la verdad sobre la princesa. Los pobladores le habían dicho que ella la había asesinado, él quería corroborar eso.

Esmeralda miró a la Reina y le hizo una seña, la cuál entendió, ella se entendía muy bien con Esmeralda.

—Su majestad puede disfrutar de vuestro palacio,mientras preparamos a la princesa y se realiza todo el protocolo para la ceremonia.

Se despidieron con una reverencia y la Reina se dirigió con Esmeralda a su habitación.

—¿Ahora que voy hacer?—exclamaba con preocupación.

—Su majestad, tengo una solución —le informó Esmeralda.

—Mas te vale que sea buena.

—Hay una plebeya, llegó a estás tierras hace como 5 años, es muy tímida y no tiene familia, la podemos usar como la princesa.

—¡Una plebeya, que asco!— exclamó Ofelia.

—Él no lo sabrá y así más adelante la puede usar a su favor—Esmeralda sabía cómo converserla.

—Debo reconocer que me has salido muy inteligente. Hazlo, búscala y arregla todo, haz que se vea como una princesa.

Esmeralda no lo pensó dos veces, estaba feliz, era la oportunidad que necesitaba para sacar de ahí a la princesa Alba.

Corrió por el palacio y fue llevada en el carruaje real, para buscar a la princesa. La consiguió cosechando algunas frutas y hortalizas.

—Llegó la hora mi niña, llegó nuestro momento—gritaba Esmeralda.

—Madre Esme, ¿qué ocurre?.

—Hoy te casaras con el Rey, te reclamo y le sugerí a la maldita una plebeya, pero lo que no sabe es que tú eres la princesa real,vamos, vamos.

La montó en el carruaje y la llevó al palacio, al llegar a la habitación ya le tenían una bañera con algunas esencias la sumergió varias veces en la bañera para lavar muy bien su cuerpo. Cuando noto las cicatrices, no pudo evitar sentirse llena de gloria, sabiendo que pronto se vengaría.

—Listo ya cambiamos cinco veces el agua, creo que no hay más sucio en tu cuerpo.

Alba parecía un pollito mojado, temblaba y su cabello estaba pegado a su cuerpo, esto causó risa en Esmeralda.

—Mi niña parece un pollito mojado y tus cabellos parecen la paja seca de la pradera.

Alaba sonreía mientras trataba de controlar su cuerpo para que no temblara.

— Creo que hoy me diste todos los baños que no me había dado en 18 años.

Ambas reían, las demás doncellas entraron y comenzaron a vestirla, era un vestido sencillo, pero muy apropiado y elegante para la boda.

Esmeralda se encargó del cabello, siempre le gustó peinarla, colocó algunos aceites y definió uno a uno sus hermosos rizos.

Al terminar de arreglarla, las doncellas entraron nuevamente para darle algo de comer y una de ellas dejó caer la bandeja al ver a Alba.

—¿Qué te pasa? Recoge eso rápido

—Es muy hermosa, parece un ángel—exclamó la mujer.

—No se que le ven de especial, es una mujer común y plebeya, que con unos arreglos se ve fina—Dijo Esme.

Para evitar que fueran con el chisme a la Reina y está se diera cuenta de quién era en realidad.Al salir las doncellas, Esme la abraza, y le dice

—Tenía razón, pareces de otro mundo, eres muy hermosa, usa tu belleza para conquistar al rey, míralo siempre a los ojos, y sonríe levemente, a ellos les gusta eso.

—Tengo miedo madre Esme.

—Él será tu esposo así que te podrá ayudar, cuéntale toda la verdad.

—Si madre, lo haré.

—Y por favor usa los cubiertos, de ahora en adelante debes ser muy fina y delicada y nada de andar sucia.

Alba asintió la abrazó y luego esperaron el aviso para bajar a la sala de baile del palacio donde se celebraría la boda.

Las doncellas llegaron a buscar a la princesa ellas iban encantadas por lo hermosa que había quedado Alba, no podían creer que fuera real.

En el gran salón se encontraba, el Rey Verchiel, y los demás Nobles de los otros Reinos, La reina Ofelia como siempre vestida con un exagerado y ostentoso vestido.

La música comenzó a sonar indicando la entrada de la princesa, el Rey se quedó inmóvil esperando a su futura esposa, todos estaban a la expectativa de ver cómo era la princesa, nadie nunca la había visto, y los poco que la conocieron, recordaban que era la pequeña consentida del Rey.

La princesa caminó sola por el salón, se movía muy despacio, todas las miradas estaban sobre ella, la música dejó de sonar y un silencio ensordecedor invadió el salón.

Ella siguió caminando hasta que llegó frente a Rey y este un tanto nervioso se acercó a ella y levantó delicadamente el velo, quedando tan maravillado como el resto de las personas en ese salón.

Alba nunca había tenido a un hombre tan hermoso y limpio frente a ella, todos los que conoció siempre andaban sucios igual que ella, ya que eran trabajadores del palacio, inclusive su querido Amadeo, siempre estaba sucio, y cuando se aseaban era la única forma de verlo limpio pero el era mayor y de cabellos blancos.

Ella quedó impactada casi ni parpadeaban, por su parte el Rey tragó grueso varias veces, estaba tan impresionado, que no podía pronunciar palabra, la belleza de Alba rebasó sus expectativas. Una deforme era lo que más decían en los Reinos sobre Alba.

Estaban equivocados, su belleza era única, que hasta el Rey se dió por bien servido, en seguida la música comenzó a sonar y el Rey sonrió.