Ella es acusa injustamente por un delito que no cometió y al darse cuenta que el ser que aseguraron que ella asesino esta vivo, hará lo que sea para vengarse y hacerlo pagar por todo lo que ella tuvo que vivir.
Y en el camino hacia su objetivo encontrará a un fuerte aliado que sin darse cuenta los dos caerán rendidos ante las garras del amor.
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Soledad.
—El primer mes de haber llegado a Grecia, fueron muy difíciles llenos de mucha soledad, donde tuve que aprender a ser mi terapeuta para no volverme loca en esa casa, recuerdo que solo llegamos, me mostró la habitación en total silencio y solo desapareció sin decir una sola palabra— Lula asintió mientras seguía sosteniendo mi mano.
...Pasado...
Zazil
Era tan difícil comunicarme con las personas que trabajaban en esta casa, yo solo hablaba español, pasaron dos semanas donde en ocasiones no comía, toda esta situación me abrumaba provocando que el apetito se me esfumara.
A la tercer semana de haber llegado a este lugar, él apareció y fue la primera vez que me enteré como se llamaba.
— soy Claus Demou y esta será la única vez que te diré todo sobre mí, pero también hay reglas en casa las cuales tú, como todos mis empleados las tienen que respetar— lo observaba con total terror, ya que sus palabras eran órdenes dándolas en un tono demasiado elevado— ¿entiendes lo que te digo?.
Y solo asentí, agarro mi mano llevándome hasta lo que por su propia voz era su despacho, entramos sentándome frente a él, sacó de un cajón de su escritorio, un sobre color amarillo, al entregármelo con su voz autoritaria, me dio la orden de que lo abriera.
Y mientras lo hacía me hablo de su empresa, de sus gustos, lo que le molestaba y que le gustaba el orden exesivo a su alrededor.
Del sobre saque dos fotografías donde en una podía apreciar a una pareja de adultos no muy viejos, en otra venía un hombre un poco más joven, que él que ahora era mi esposo.
Agarro las fotos de entre mis manos y puso sobre el escritorio la primera fotografía— ellos, son mis padres, tus suegros— señaló con su dedo índice a la mujer— ella es mi madre Cristel y él, es mi padre Ezio.
Asentí mientras ponía la siguiente imagen sobre la anterior— y él, es mi hermano Deo, no quiero que cruces palabras con él, es demasiado astuto y no dudará en usarte.
Me sorprendí por la forma en la que se refería a su hermano; me quedé viendo la fotografía hasta que hizo un chasquido con sus dedos, al verlo su rosto estaba serio.
— Zazil, espero que no olvides los nombres de mi familia, pronto los conocerás.
Suspire sin hacer el mínimo de movimiento, y solo continuo con su larga lista de reglas que había en su casa.
la hora de levantarse es a las ocho de la mañana y yo me encargaría de limpiar la habitación donde me estaba quedando.
respetar los horarios de cada comida, ya que no era restaurante y si llegaba diez minutos tarde ya no me servirían, por lo tanto, me saltaría ese alimento.
no hacer ruido cuando él esté en la casa, ya que el silencio es fundamental para su desempeño laboral en su despacho.
no deambular por los pasillos después de las nueve de la noche.
Esas solo eran las primeras reglas absurdas del listado de casi treinta y la verdad después de la octava regla ya no puse atención.
Al terminar solo me vio de arriba abajo, se levantó para abrir la puerta— es todo por ahora, te puedes retirar.
Volví a asentir y salí de su despacho, subí aprisa las escaleras, encerrándome en la habitación...
Las semanas habían pasado donde de nuevo Claus había desaparecido y mi mala comunicación con los empleados iba de mal en peor, yo por más que les hablaba ellos optaban por ignorarme por la gran barrera del idioma.
Dos días pasaron donde ya estaba al borde del colapso de una crisis nerviosa, estar sola día y noche, donde solo hablaba conmigo misma, esto era para volverse locos.
Salí al jardín y caminé por los amplios pasillos hasta sentarme en una pequeña banca que estaba en dirección hacia unos hermosos rosales.
Mientras contemplaba la belleza de las rosas blancas, mi mente recordó a mis dos hermanitos haciéndome miles de preguntas; ¿estarán bien?, ¿estarán estudiando?, ojalá que las carencias se hayan quedado en el pasado, suspire sintiendo un dolor punzante en mi corazón, trate de calmarme un poco.
Pero no lo lograba, mis ojos cada vez se llenaban de lágrimas, suspire subiendo mis piernas a la banca y solo me abracé a ellas escondiendo mi rostro.
Y fueron segundos para que mis lágrimas salieran a caudales, extrañaba a mis hermanos, ellos lo eran todo para mí y me dolía no haberme despedido y decirles que no podría cumplir mi promesa de cuidarlos siempre.
Hasta que sentí un pequeño toque en mi hombro, al levantar mi rostro vi a un chico castaño viéndome con preocupación.
Cuando me hablo en verdad no sabía lo que él me decía—Δεσποινίς, είστε καλά.
— lo siento, pero no te entiendo— le decía mientras limpiaba mis lágrimas, él ladeo su comisura y solo asintió.
— pero yo a usted si, ¿está bien?— me sorprendí porque era el primero que me hablaba y en el idioma que yo toda mi vida he manejado.
— sí, estoy bien gracias— él asintió extendiendo su mano hacia mi para estrecharla con la mia...
Y así fue que conocí a Yeshua, un chico colombiano, de ojos claros y cabello rizado, él era el encargado de darle mantenimiento a los jardines y a diferentes áreas de esta casa, él ya tenía tiempo viviendo en Grecia, así que mis días ya no eran tan horribles porque ya tenía con quien hablar, hasta que Yeshua se ofreció a enseñarme.
Fue muy complicado, pero lo logré poco a poco y mis prácticas no nada más eran con él, también con las de servicio entablando conversaciones cortas, pero muy satisfactorias para mí...
Hasta que el dos de noviembre, era la fecha en que conocería por primera vez a la familia de Claus, él había llegado un día antes de un tal viaje; al salir del baño había tres chicas descolgando la ropa, me quedé sorprendida de donde solo iban y venían, pero sin nada en las manos.
— ¿qué sucede?, ¿a dónde llevan mi ropa?— una de las chicas se detuvo, volteó a verme con una sonrisa.
— son órdenes del señor Demou— frunci mi entrecejo sin volver a responder.
Seguí a una de las chicas, iba tras de ella, salimos al pasillo y hasta el fondo estaba una puerta doble abierta de par en par.
Al entrar me sorprendí de lo inmensa que era la habitación, recorrí con mi vista cada rincón sin perder cada detalle de esta.
Sus paredes tenían un tono grisáceo, los muebles color chocolate que estaban en la habitación hacían una buena combinación con las paredes; había una gran ventana y a sus costados unas largas cortinas en tono azul marino.
Y en la lateral de esta, estaba la enorme cama pegada a una de las paredes, sus sabanas eran del mismo color que las cortinas, pero lo que en verdad la hacía más maravillosa era su estructura de madera, se podía notar que era tallada a mano, su gran cabecera era muy bonita, de ella salían dos barrotes en forma de caramelo y tenía dos más en la parte final de la cama.
Y de esa majestuosa estructura colgaban cortinas blancas sujetadas de cada barrote, al girar de nuevo hacia la gran ventana, a través de ella se podía ver una pequeña sala y al acercarme me di cuenta de que era una puerta corrediza.
Al abrirla caminé hasta la barandilla sujetándome de ella, sonreí porque el paisaje era muy bonito, el extenso paisaje verde y de fondo un atardecer único junto a un sutil viento fresco que acariciaba mis mejillas.
Estaba aún perdida con lo que mis ojos observaban hasta que sentí una mano sobre la mía y de inmediato reaccioné, al levantar mi vista era Claus con una sonrisa.
— hola— al escuchar su voz gruesa e intimidante me hizo quedarme paralizada y no pude contestar — desde ahora estarás en mi habitación, mañana llega mi familia y se quedarán por algunos meses.
Solo asentí retirando mi mano de la de él, me giré para irme de su lado, pero me detuvo— necesitamos hablar Zazil.
— ¿qué necesita?— conteste con voz temerosa, él tomó mi mano sentándonos en la pequeña salita que había.
— te pediré de la manera más amable que puedo, no te comportes así, al menos frente a mi familia, sé cómo cualquier esposa con su esposo.
Volví a asentir y solo lo vi pasar sus manos por su cabello, se levantó yéndose hacia la barandilla, me di cuenta de que sus manos sujetaban con fuerza el barrote, hasta que giro y me vio nuevamente con esa mirada penetrante.
— ¿es difícil?— abrí mis ojos por su pregunta, mientras mis manos no paraban de frotarse una con la otra.
— no entiendo, ¿a que se refiere, con difícil?— giro sus ojos poniéndolos en blanco y se volvió a sentar a mi lado.
— si, ¿porque siempre que hablamos te comportas así?, como si me tuvieras miedo— me acomode en el asiento alejándome un poco de él.
— porque así lo siento, desde que usted me trajo aquí, solo son órdenes las que me ha dado y tomando en cuenta sus reglas, es por...— me interrumpió con el chistar de sus labios.
— olvida por estos meses mis reglas, necesito que hagas el papel de lo que eres, mi esposa— solo asentí bajando la mirada.
— no se preocupe, le prometo que me esforzaré— él asintió volviendo a sonreír, extendió su mano llevándome de nuevo a la habitación.
Me mostró toda la habitación, su gran armario que para mí era otra habitación más, el hermoso y gigantesco baño.
Y antes de irse, Claus me dio un beso en los labios tomándome por sorpresa tanto que me quedé parada por un largo rato en medio de la habitación.
Cuando reaccione fue gracias a la voz de una de las domésticas anunciando la hora de la cena y mientras bajaba las escaleras mi mente seguía buscando una razón viable para todo esto, pero al final seguía siendo algo sin sentido y tan absurdo para mí.
Claus Demou.
Deo Demou.