En un mundo muy distinto al nuestro, en el que los seres humanos se han expandido por toda la galaxia y criaturas extrañas conviven con nosotros, vive Olivia Temple.
Su vida es perfecta, tiene un novio maravilloso y el trabajo que siempre quiso.
Pero una noche todo cambia para ella.
Alberto la deja y Olivia, despechada, se emborracha y pasa la noche con un desconocido.
Unos días después empieza a sentirse mal y, siguiendo un presentimiento, se hace una prueba de embarazo que resulta positiva.
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05
Procuré vestirme lo más informal posible. No quería que Alberto pensara que intentaba volver con él.
Un pantalón vaquero amplio y una blusa negra fueron los escogidos.
Mi cabello caía suelto en una cascada de rizos hasta la cintura, pero no me gustaba llevarlo recogido.
Decidí no maquillarme.
Cuando sentí que estaba lista, bajé al parking, cogí mi coche y conduje hasta la casa de Alberto.
Bueno, mansión más bien.
La familia de Alberto era una de las más ricas de la ciudad. En realidad no necesitaba trabajar, pero decía que no le gustaba pedir limosna a sus padres.
Esto a Micaela no le gustaba. Supongo que eso era un motivo más por el que no le gustaba Rebecca.
Aparqué en la acera de enfrente y me acerqué a la verja. Alcé el dedo para tocar el timbre. Dudé un segundo, me llamé estúpida y pulsé el botón.
—¿Quién es? — contestó una voz masculina que reconocí como Anthony, uno de los sirvientes de la familia.
—Soy Olivia Temple. ¿Está la señora Sanders? — no me atreví a preguntar por Alberto directamente.
—Un momento.
Esperé unos minutos hasta que la voz de Anthony se volvió a oír.
—Puede pasar.
La verja se abrió sin hacer apenas ruido alguno.
Anduve por el pequeño camino asfaltado que llegaba hasta la puerta principal, donde Anthony me esperaba.
—Bienvenida de nuevo, señorita Temple. La señora Sanders le espera en la salita.
Seguí a Anthony hasta donde me esperaba Micaela. Ésta no pudo ocultar su alegría al verme.
—¡Olivia, que alegría verte aquí! — se acercó a mí y me dio un fuerte abrazo —. Gracias Anthony. Puedes retirarte.
Cuando el hombre se marchó, Micaela me agarró de la mano e hizo que me sentara en un sofá junto a ella.
—¿Te has pensado mi propuesta? — preguntó con los ojos brillantes. Suspiré.
—En realidad, he venido a verle. ¿Está aquí?
—Ha salido a correr. No debe de tardar mucho en llegar. ¿Te apetece algo de beber?
—Whi... — carraspeé incómoda —. Un vaso de agua estará bien. No debo de beber alcohol.
Sarah, otra de las criadas, apareció con las bebidas: un vaso de agua fría para mí y un vaso de whisky para Micaela.
—¿Y de qué quieres hablar con Alberto? — preguntó Micaela cuando estuvimos a solas.
—Solo necesito algunas respuestas, Mica. Un cierre, por así decirlo. Micaela agarró mis manos.
—Olivia, piénsatelo bien, por favor. Mi hijo ha cometido errores, dejarte el mayor de ellos. Esa odiosa de Rebecca no es la adecuada para él. Habéis estado juntos durante nueve años. ¿Seguro que ya no sientes nada por él?
No pude responder a su pregunta. Tomé un sorbo de agua y desvié la mirada.
Claro que aún sentía cosas por Alberto. Nueve años de sentimientos no desaparecen de golpe, al menos no para mí. Pero no quiero humillarme rogándole que vuelva conmigo.
—Por favor Micaela...
—Él aún te quiere, estoy segura de eso. Solo está idiotizado por esa zorra.
Olivia, no interpongas tu orgullo a tu felicidad.
—¡Micaela, déjalo ya! ¡He tenido una semana horrible, no necesito esto!
Me sorprendí a mi misma gritando. No suelo alzar la voz, pero estaba nerviosa y agotada.
Por lo menos Micaela tuvo la decencia de parecer culpable.
—Lo siento, Olivia, solo quiero lo mejor para ambos. No te atosigaré más.
¿Quieres hablar de esta semana horrible que dices que has tenido?
No, contigo no. Si acaso con esa loca de Rebecca. De repente me sentí fatal.
—¿Puedo ir al baño, por favor?
Micaela asintió y yo me apresuré a ir al baño más cercano.
Una vez dentro me dirigí al retrete y vacié mi estómago.
Cuando terminé tiré de la cadena y me quedé sentada en el suelo de azulejos unos minutos.
¿Qué demonios, Liv? Tienes que aprender a controlarte. Como dice Daniel, esto no es bueno ni para ti ni para el bebé.
Me reí de mí misma.
¿Controlarme? Una loca está amenazándome e intentando matarme, ¿y soy yo la que necesita controlarse? A la mierda, no pienso morderme la lengua cuando enfrente a Rebecca.
Me levanté y me puse de pie frente al espejo.
Estaba más pálida de lo normal, pero por lo demás todo bien. Cogí un caramelo de menta de uno de los bolsillos del pantalón y, dándome ánimos para no volver a explotar frente a Micaela, volví a la salita.
Me quedé confundida al no verla allí.
Esperé unos segundos y, bufando irritada, caminé hacia la cocina, donde estaban Sarah y Anthony.
—¿Y Micaela? — les pregunté sin ocultar mi irritación.
—La señora está atendiendo una llamada privada en su despacho. ¿Le apetece algo, señorita Temple? — contestó Sarah.
Negué con la cabeza y volví a la salita.
Micaela no tardó mucho en aparecer.
—Discúlpame Olivia, tengo que salir. ¿No te importa esperar a Alberto sola?
Sí, me importaba.
—No, por supuesto — contesté forzando una sonrisa que ella devolvió. Cuando Micaela se fue casi me echo a llorar.
¿Qué estoy haciendo? No quiero ver a Alberto, pero tampoco quiero que siga todo este acoso y no sé dónde encontrar a Rebecca.
Estaba a punto de salir y regresar a mi casa cuando escuché la voz de Anthony desde la entrada.
—Bienvenido, señorito Sanders. Tiene una visita esperándole en la salita.
—¿Una visita, Anthony? ¿Y quién es? Da igual, iré a ver que quiere.
No.
Vete Olivia, corre.
Miré frenética a mi alrededor buscando una salida.
Me había decidido por abrir el ventanal y saltar por el cuando escucho una voz que hace que mi corazón salte.
—¿Olivia?
Me di la vuelta, todo mi cuerpo en posición de alerta.
—Hola Alberto — susurré.