Eh muerto, pero, abri mis ojos, y me eh convertido en una princesa.
Eh reencarnado en Meredith Hockey, la hija maldita de el duque, a la cual NUNCA le prestó atención. Cuando por fin, en la novela, parecía todo ir por el lado correcto, Meredith muere, no solo una vez, también en los 27 especiales que contiene la novela.
Quiero sobrevivir, pero no quiero desperdiciar mi corto lapso de vida en un plan que salve mi pellejo, si moriré, al menos, está vez, disfrutaré mi vida para irme sin arrepentimientos, ¡Esta Vez No Temo A La Muerte!
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Capítulo 4
“Un pequeño Bebé a la deriva, ¿Qué es lo peor que puede pasar”
Odela continuamente lavaba el trapo que pasaba por la boquita de la princesa, que seguía salivando, estaba estresada y mayormente preocupada. Ninguna de las mujeres que había mandado a cumplir con sus deberes había vuelto y la desesperación la estaba consumiendo.
Esperaba por primera vez después de seis meses que el Duque se aparecía por primera vez en la puerta del lugar y preguntara por la salud de su hija, y que de igual manera el doctor tratara a la pequeña que estaba hirviendo en sus brazos.
— Oh mi pequeña princesa, la ayuda no tardará, estarás mejor en algunos minutos.
Seguidamente Stephanie se abrió paso y Cristine apareció con una bandeja de agua limpia.
— Eh enviado la carta al Duque con Eylen, espero no tarde en llegar.
— ¿Aisha aún no vuelve?
— No.
— Tal vez es porque es un poco tarde, el lugar debe estar saturado.
Trato de calmar la situación Cristine, observándolo la mirada perdida de Odela y el rostro lleno de lágrimas de Odela.
— Debemos calmarnos, no puede ser tan malo, quizás es una gripita de verano Odela.
Ahora Stephanie intervino, lavándo el trapo nuevamente y depositándolo en la frente de la princesa.
— ¿Deberíamos solo esperar a que sucede?
Les pregunto una Odela con la mirada perdida.
— Lo eh estado esperando desde que el Duque no hecho y nos olvido aquí con un bebé.
— No es tan malo Odela, somos más libres desde eso y la princesa es como nuestra niña.
— No solo lo digo por mi Cristine. Meredith es una bebé, necesita más cuidados de los que podemos ofrecerle, ¿Debo esperar a que le suceda algo a la princesa para que ese idiota aparezca?
— Odela por favor cuida tus palabras.
— ¡No Stephanie! Lo eh soportado por seis meses, esta niña puede morir eh incluso ese hombre no aparecerá, ni siquiera responde a nuestras cartas y mucho menos al cuidado de su hija.
>> No esperaré a que la bebé muera para hacer algo, Cristine ve al pueblo y llama a un médico, toma un caballo del establo, recibiré el castigo por tus acciones.
— ¡Odela!, El Doctor del Duque vendrá, solo debemos ser paciente.
—¡No!, no vendrá, lo sé, ve Cristine.
— ¡No Cristine! ¡Esperarás hasta que Aisha vuelva y de no ser buena la situación iras al pueblo!
— Stephanie, yo asumiré las consecuencias, no te pasará nada.
Y simplemente estalló el llanto de la mujer y Cristine se marchó hacia el pueblo.
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Por otro lado, Eylen estaba en la posada del Duque, buscando personalmente al mayordomo y mano derecha del señor, con un sobre arrugado en su mano, por más que buscaba no encontraba a tal hombre y sentía que si seguía en aquel lugar iba a morir.
Fue una sorpresa la llegada de una de las doncellas asignadas a la princesa Meredith, La niña maldita y la desgracia de los Hockey y para la mujer no era sorpresa que no la querían en ese lugar.
Seis meses habían pasado desde su partida de ese lugar con vibras espeluznantes, y las miradas de las que solían ser sus compañeras le clavaban una estaca en todo lugar que miraban, o la grosera manera en que respondían a sus preguntas por el mayordomo.
Nadie allí estaba dispuesta a ayudarla a conseguir al Duque.
— Dios, por favor…
Y tomando el atrevimiento que Eylen no poseía, decidió subir y recorrer el lugar por completo sin importar las consecuencias que aquellas acciones le trajeran, su bebé estaba muriendo y el Duque no conocía tal situación, debía hacer algo al respecto.
— Mira Ethan, cada día es una bebé más grande.
— Ten cuidado Riverent, podrás lastimarla, también quiero cargarla.
Escuchando las voces masculinas provenientes a los dos jóvenes herederos del Ducado, Eylen no pudo evitar asomarse por la ranura de la puerta y observar a los dos hombres adolescentes cargar a su hermana menor con mucho amor y cuidado.
Aquella escena tan afectiva y llena de lindas acciones rompió el corazón de la mujer e hizo que su corazón hirviera en ira. ¿Los jóvenes maestros no sabían que tenían otra hermana?
— Eylen, ¿Qué haces aquí?
La voz masculina interrumpió sus pensamientos y provocó que todo sentimiento que antes se guardaba en ella se esfumara. El mayordomo no estaba frente a ella.
— Oh Señor, realmente necesitamos ayuda en el palacio cerca al cam-
— Toda persona que tenga contacto con la princesa Meredith tiene prohibido el ingreso a la casa principal.
— ¿Qué?, Oh señor no quería hacer eso per-
— Vete de aquí.
— No, No no por favor espere un segundo.
— Cada segundo que estás aquí es más daño infringido a la princesa Melody, Eylen fuera de aquí o ordenare que te saquen.
— Me iré, pero primero necesito hablar con el Duque, de lo contrario no me iré de aquí incluso si quieres hecharme.
— Su alteza no se encuentra en este momento, ¿Qué quieres decirle?
— Maldita sea — Suspiró — Entrégale esta carta urgentemente, la señorita Meredith no se encuéntra bien por favor cada segundo es más riesgoso para ella.
— Se lo daré, Eylen, así que vete ya.
Ante el grosero trato de todos allí no le quedó alternativa a la mujer que salir de ese lugar y volver con Odela, esperando por Aisha en el palacio.
El mayordomo, Federick al notar que Eylen huía de la casa rápidamente, rompió la carta que le había entregado la mujer y ordenó que la quemaran.
Las maldiciones no caerían sobre el Ducado en el que se había esforzado gratamente para proteger con el Duque, si la pequeña niña fallecía, le haría un favor a su familia.
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Aisha quien estaba atareada se vio envuelta en una larga fila junto a demás caballeros para recibir la atención del médico Ducal.
A diferencia de Eylen, Aisha no se sentía incómoda en el entorno pero sí afanada, ya que ninguno de esos caballeros era conscientemente de que ella era una de las doncellas personales de la princesa, o su trato sería el mismo.
El sol se había escondió por completo y la luna relucía en el cielo cuando finalmente Aisha fue atendida por el doctor.
— Doctor, necesito su ayuda urgentemente.
— ¿Qué te duele?
— No, no soy yo, la princesa, la princesa Meredith se encuentra en muy mal estado, por favor acompáñeme al palacio, no le tomará mucho tiempo.
Un suspiro se escapó del hombre canoso que se acariciaba la cabeza con las palmas de su mano.
— Lo siento pero no puedo.
— ¡¿Qué?! ¿A qué se refiere con que no puede?
— El señor Federick me dio la orden de no atender a la señorita Meredith.
— ¿Qué quiere decir con eso? ¿Es usted un doctor o no? ¿No puede atender a una bebé que está muriendo de fiebre?
— Soy el doctor personal de la Princesa Melody, si me acerco a la segunda princesa e despedirán.
— Oh santo, ¿Me está hablando enserio?
— Disculpe, si tiene quejas o reclamos debería hablarlas con el Duque, rezaré esta noche por la princesa.
— Oye mujer, necesitamos pasar, ¿Cuánto más planeas tardar?
Escuchando el abucheo de los muchachos, Aisha se sintió rodeada por una vibra pesada con la que no estaba acostumbrada.
— Entonces… La princesa, ¿Morirá?
Susurró para sí misma, antes de salir de aquel lugar corriendo para llegar al palacio y comentar la situación a Odela, no entendía la situación en aquel lugar espeluznante, ni el cómo las personas parecían perder la humanidad ante un ser que apenas estaba comenzando a vivir.
A todos en ese lugar Dios los castigaría, y Aisha estaba segura de eso.
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Editado
**Atte: **Amelie Ross.