Emma creyó en aquellos que juraron amarla y protegerla.
Sus compañeros, los príncipes alfas, Marcus y Sebastián, con sonrisas falsas y promesas rotas, la arrastraron a su mundo, convirtiéndola en su amuleto.
Hija de la Luna y el Sol, destinada a ser algo más que una simple peón, fue atrapada en un vínculo que… ¿la condena? Traicionada por aquellos en quienes debía confiar, Emma aguarda su momento para brillar.
Las mentiras que la rodean están a punto de desmoronarse, y con cada traición, su momento se acerca, porque Emma no está dispuesta a ser una prisionera.
Su destino está escrito en las estrellas y, cuando llegue el momento, reclamará lo que le pertenece. Y cuando lo haga, nada será lo mismo. Los poderosos caerán y los verdaderos líderes surgirán.
NovelToon tiene autorización de Kathy Tallarico para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
4. No Los Necesitas
...Retrospectiva: Cinco meses atrás...
...(Después del primer encuentro con los príncipes.)...
POV Omnisciente
Refugiada en la soledad de su habitación, el eco de las preguntas, que martillaban la mente de Emma, resonaba en el silencio.
— ¿Por qué no me quieren? ¿Qué he hecho mal para merecer su despreció? — se preguntaba constantemente.
Los príncipes, sus compañeros, con quienes debería compartir un vínculo sagrado, la habían despreciado sin piedad. En su crueldad, abrieron una herida, una que Emma creía curada y borrada. No era su rechazo lo que realmente la hería. Emma nunca había esperado nada de ellos.
El verdadero dolor que la consumía nacía de un sentimiento que había intentado enterrar toda su vida: la convicción de que no era digna, de que no era suficiente. Esa herida había comenzado a abrirse desde que descubrió que no era hija biológica de quienes la criaron. El abandono de sus padres biológicos, que deberían haberla amado y protegido, dejó en su interior un vacío opresivo, un grito silencioso de rechazo.
Donna y Edward, sus padres, aquellos que la habían elegido, dedicaron sus vidas a desterrar ese dolor, a mostrarle que era amada y valiosa. Pero ahora, sus compañeros habían conseguido desenterrar ese tormento con furia. Al mantenerla en ese limbo cruel, donde no la aceptaban pero tampoco la rechazaban del todo, reavivaron sus peores miedos.
Aquellos que por naturaleza deberían amarla y elegirla, una vez más la relegaban al olvido. La hacían sentir como un estorbo, alguien insignificante, prescindible. Para ellos, parecía no ser más que una presencia indeseada en sus vidas.
La angustia la envolvía como un manto opresivo, golpeándola sin tregua, hasta que la puerta se abrió. Al otro lado estaban sus padres, Donna y Edward, quienes que no necesitaron lazos de sangre para amarla como si fuera su propia hija. Su presencia, lejos de aliviarla, hizo que su corazón se sintiera aún más pesado. Eran todo lo que tenía, la única familia que siempre la había elegido y protegido.
Donna fue la primera en acercarse, su rostro compasivo apenas ocultaba el dolor que también cargaba.
— Emma — dijo con voz temblorosa, casi quebrada, abrazándola fuertemente — hija, llora. Deja salir ese dolor. Hazlo, mi niña
Esas palabras rompieron lo poco que quedaba de su resistencia. Emma se derrumbó, incapaz de contener el torrente de emociones. No entendía por qué dolía tanto, por qué las personas que la Diosa Luna había destinado para cuidarla eran las mismas que la despreciaban con tanta frialdad. Su loba, su otra mitad, aullaba de dolor dentro de ella, como si cada fibra de su ser se desgarrara en un sufrimiento compartido.
— ¿Por qué no me quieren? — sollozó, sus palabras apenas eran un susurro roto. — ¿Qué es lo que no merezco de ellos? ¿Qué hay de malo en mí?
La desesperación se extendía como una sombra interminable, oscureciendo cualquier esperanza. Entonces, Donna tomó suavemente su rostro entre las manos, obligándola a mirarla. Los ojos de Emma estaban empañados de lágrimas, apenas capaces de sostener la mirada de su madre.
— Vales más de lo que ellos jamás podran merecer — afirmó Donna, con una firmeza que contrastaba con el dolor en sus ojos. — Llora, mi niña, pero será la única vez que lo hagas por ellos. No permitirás que te rompan, Emma. No los necesitas.
Edward, su padre, su cable a tierra, se arrodilló a su lado, con el peso de la tristeza e impotencia reflejado en su postura, aunque intentaba no dejarse vencer.
— Pequeña, que ellos no puedan ver lo que vales es su pérdida, no la tuya. — Su voz era baja pero firme, un refugio en medio de la tormenta. — Tienes que saber que no estás sola. Siempre nos tendrás a nosotros.
Luego, colocando una mano reconfortante sobre el hombro de Emma, continuó:
— Princesa, necesitamos saber todo lo que sucedió. No omitas nada.
Emma relató todo con la voz temblorosa, pero sin pausas. La noche anterior había dejado marcas profundas en su corazón, y cada palabra parecía una herida abierta al pronunciarla. Edward, el gamma de la manada WinterMoon, escuchó en silencio, con sus manos apretadas en puños, como si cada detalle aumentara su resolución.
Cuando Emma terminó, Donna se acercó a ella envolviéndola, nuevamente, en un abrazo lleno de ternura y dolor compartido. Pero Edward ya había tomado una decisión.
— Nos vamos. No podemos quedarnos ni un día más.
Donna lo miró alarmada, pero entendió al instante. El hecho de que los príncipes no la hubieran aceptado ni rechazado no auguraba nada bueno. Una Luna fortalecía a su Alfa, y para los príncipes gemelos, su pareja designada era vital, casi como un ancla. El rechazo hubiera sido doloroso, pero definitivo. Esto, en cambio, los mantenía en un limbo peligroso.
Edward sabía bien de lo que eran capaces los lobos cuando algo tan crucial como su Luna estaba en juego. Había visto atrocidades en el pasado, cometidas por otros alfas que no aceptaban sus designios o luchaban contra ellos. Sacar a Emma de allí era la única opción.
Sin embargo, el riesgo era enorme. Aunque Edward era un gamma fuerte, robusto y bien entrenado, no podía enfrentarse a la fuerza de dos príncipes alfas. Ellos podían doblegarlo solo con su aura. Pero no le importaba. Era su hija, y estaba dispuesto a darlo todo por ella.
El viaje había iniciado y el primer lugar al que irían sería Elandor, no podían quedarse definitivamente pero ahí los príncipes tardarían en encontrarlos hasta que pudieran alejarse aún más.
POV Emma
Elandor, era un paraíso oculto por la magia de la naturaleza misma. Desde el momento en que puse un pie allí, me sentí envuelta en una atmósfera distinta. El aire estaba cargado de algo más antiguo, magia pura y vibrante. La naturaleza en Elandor no era como en otros lugares: allí los árboles parecían respirar, flores brillantes flotaban en el aire, como si fueran mariposas, y criaturas que solo había leído en antiguos relatos correteaban a nuestro alrededor. Vi pequeñas hadas de alas translúcidas, y luciérnagas que iluminaban los rincones como si fueran estrellas atrapadas en la tierra. Hasta se decía que los dragones alguna vez habían habitado en esos prados sagrados.
Por un breve instante, me permití maravillarme con cada rincón de Elandor. Sentía como si algo en mi interior despertara, una conexión con esa naturaleza viva que casi me hacía olvidar el motivo por el que estaba allí.
Pero toda la magia del lugar se desvaneció de inmediato, para mí, cuando vi a Kattie.
Mi, en ese entonces, amiga estaba al borde de la muerte. Con los ojos cerrados, su piel pálida, su respiración y aroma apenas perceptible me llenaron de una angustia profunda, como si algo vital en mí también estuviera desmoronándose.
— ¿Qué le pasó? — Pregunté, impresionada, hace solo un día me había despedido de ella, y estaba radiante, llena de vida.
— La encontraron hace años en las afueras. Cuando llegó tenía un aura fuerte, pero poco a poco se fue apagando, ni con toda la magia de este lugar pudimos despertarla. Solo es cuestión de tiempo para que descanse en paz. — Me informó Rowan, desde que llegué había sido uno de los que siempre estaba cerca mío, como si no pudiera alejarse de mí.
¿Hace años? ¿Qué estaba pasando? no podía ser, esa no era Kattie ¡Imposible!. Ayer Kattie estaba bien, su abrazo curó algo que creía roto en mí, no podía ser ella; pero… su olor era el mismo, todo en ella era lo mismo.
No podía comprender lo que estaba pasando, pero eso no evitó que su sentencia me rompiera el alma. Mi loba me suplicaba que no me apartara de ella, que la cuidara.
Pese a la insistencia de mi padre por irnos, no podía hacerlo, no podía dejarla así. Pasé tres semanas a su lado, esperando, rogando, hasta que un día, un leve movimiento en su mano me hizo recuperar la esperanza. Sin pensarlo, salí corriendo a buscar a los ancianos para darles la noticia.
— Es bueno que hayas regresado, Emma, justo a tiempo para salvarla — dijo Rowan dejándome un poco descolocada.
¿regresado? las cosas se ponían cada vez más raras. Todos ellos me miraron de una forma extraña, maravillados.
— ¿Emma qué hiciste? ¿Cómo lo hiciste? — preguntaban seguros de que yo había sido la causa de su despertar. No supe cómo responder, ellos solo me aseguraron que, muy pronto, Kattie abriría los ojos.