Bajo La Piel

Después de pasar una tarde maravillosa en la cafetería con Marco, decidimos continuar nuestra velada con una cena en uno de mis restaurantes favoritos del pueblo. Mientras caminábamos de regreso, le dije a Marco: "Amor, vamos a cenar. Muero de hambre"."Claro que sí, mi sexy italiana", respondió él con una sonrisa, tomando mi mano y guiándome hacia el restaurante. Entramos y pedimos una mesa para dos, felices de poder disfrutar de un momento juntos. La atmósfera del lugar era acogedora, con luces tenues y música suave de fondo. Todo parecía ir perfectamente bien.Nos sentamos y empezamos a revisar el menú, comentando sobre los diferentes platos que nos llamaban la atención. Marco y yo teníamos una química especial, y nuestra conversación fluía con naturalidad, entre risas y miradas cómplices. Pedimos una botella de vino para acompañar nuestra cena y brindamos por el éxito de la exposición y por nuestro reencuentro.Mientras esperábamos nuestra comida, la tranquilidad de nuestra noche fue interrumpida por las risas estridentes de dos mujeres sentadas en una mesa cercana. Al principio, intentamos ignorarlas, pero sus comentarios empezaron a ser cada vez más claros y dirigidos hacia nosotros. "Mira a esa gorda", dijo una de ellas en voz alta, sin molestarse en disimular su desprecio. "¿Qué hace con ese hombre tan guapo?"Sentí un nudo en el estómago y traté de concentrarme en mi conversación con Marco, pero era imposible no escuchar las crueles palabras que lanzaban. "Debería avergonzarse de salir así en público", continuó la otra mujer, riendo con desdén. "¿No se da cuenta de cómo se ve?"Marco, que hasta ese momento había intentado mantener la calma, no pudo soportar más. Se levantó de su silla y se dirigió a la mesa de las mujeres con una firmeza en su voz que nunca antes había visto en él. "Perdón, ¿podrían disculparse con mi pareja?", les pidió amablemente pero con determinación.Las mujeres se rieron aún más fuerte, claramente disfrutando de su crueldad. "¿Qué le ves a la gorda esa?", dijo una de ellas con burla en su tono.Marco no titubeó. "Esa 'gorda' es mi mujer, y tiene carne en los lugares adecuados. Sabe cómo acompañar a su hombre y me hace muy feliz. No tienen derecho a hablar de ella de esa manera".Las mujeres parecieron sorprendidas por la respuesta de Marco, pero en lugar de disculparse, una de ellas simplemente dijo: "Es tu problema si te gusta la carne de sobra". Y estallaron en carcajadas.En ese momento, sentí que el mundo se desmoronaba a mi alrededor. Todo lo que había logrado, todo el trabajo en mi exposición, todos los momentos felices de ese día parecían insignificantes frente a la crueldad gratuita de esas mujeres. Quería desaparecer, pero antes de que pudiera reaccionar, la situación dio un giro inesperado.Escuchamos una voz conocida que llamaba: "Mía, Marco, ¿qué está pasando aquí?". Era Cris, que acababa de entrar al restaurante y había visto la escena. Se acercó rápidamente a nuestra mesa y miró a las mujeres con desaprobación."¿Por qué le están hablando así a Mía?", preguntó, su voz firme y autoritaria. Las mujeres parecieron encogerse un poco bajo su mirada."Solo estábamos bromeando", dijo una de ellas, tratando de minimizar la situación."No parece una broma", respondió Cris. "Exigiré que se disculpen con ella de inmediato. Mía es una persona increíble, y no merece ser tratada así".Las mujeres finalmente se dieron cuenta de que su comportamiento no sería tolerado. Una de ellas murmuró una disculpa poco convincente antes de volver a sus platos, visiblemente incómoda.Cris se volvió hacia mí y Marco, su expresión se suavizó. "Lamento mucho que hayan tenido que pasar por esto", dijo. "Espero que puedan disfrutar del resto de su noche"."Gracias, Cris", respondí, tratando de mantener mi voz firme a pesar de la emoción que sentía. "Aprecio que hayas intervenido"."Siempre estaré aquí para ayudarte, Mía", dijo Cris antes de alejarse para unirse a sus propios amigos en otra mesa.Marco y yo regresamos a nuestra cena, tratando de recuperar el ánimo. "Gracias por defenderme, Marco", le dije, tomando su mano. "No sé qué habría hecho sin ti"."Siempre te defenderé, Mía", respondió él con ternura. "Nadie tiene el derecho de tratarte así".La comida finalmente llegó, y aunque la situación había sido incómoda, el gesto de Marco y la intervención de Cris me hicieron sentir apoyada y valorada. La conversación volvió a fluir, aunque con un tono un poco más serio. Hablamos de la importancia de enfrentar la negatividad con dignidad y de rodearnos de personas que realmente nos valoran."Sabes, Mía", dijo Marco mientras tomaba un sorbo de vino, "lo que esas mujeres dijeron no tiene nada que ver contigo y todo que ver con su propia inseguridad. Eres hermosa, talentosa y fuerte. No dejes que la opinión de personas mezquinas te afecte"."Lo sé, Marco", respondí, tratando de internalizar sus palabras. "Es solo que a veces es difícil no dejar que esas cosas te afecten"."Lo entiendo", dijo, apretando mi mano. "Pero recuerda, tienes a mucha gente que te ama y te apoya. Cris, Victoria, y por supuesto, yo. Siempre estaré a tu lado".La noche continuó y, a pesar del desagradable incidente, logramos disfrutar de nuestra cena. Marco me hizo reír con sus historias y su optimismo contagioso. Poco a poco, el mal sabor de boca que me habían dejado las palabras de esas mujeres empezó a desvanecerse, reemplazado por la calidez del amor y el apoyo de Marco.Al salir del restaurante, me sentí más fortalecida y decidida a no dejar que la negatividad de otras personas me derrumbara. Marco y yo caminamos de regreso a casa, disfrutando del aire fresco de la noche y de la compañía mutua. Sabía que, con amigos como Marco y el apoyo de mi familia, podía superar cualquier obstáculo.Esa noche, al acostarme, reflexioné sobre los eventos del día. Había sido un día lleno de altibajos, pero también había sido una lección importante sobre la resiliencia y el valor de los verdaderos amigos. Y aunque aún quedaba mucho por resolver con Cris y otras partes de mi vida, sabía que estaba en el camino correcto, rodeada de amor y apoyo.