Prisionera Del Sultán

Aziza entró en la habitación y, cuando lo vio, el valor la abandonó y se detuvo en seco. Con casi un metro noventa, Akram era un hombre impactantemente tenía los ojos del color del chocolate, enmarcados por unas espesas pestañas negras y bajo unas rectas cejas color ébano. Una arrogante nariz fina separaba unos pómulos altos y exóticos y sus impresionantes rasgos se veían completados por una fuerte mandíbula y una boca perfectamente moldeada.

 — Aziza… –murmuró Akram haciendo un gesto con la mano para que avanzara se había quedado petrificada.

— Su alteza… Era una belleza, con una piel de porcelana, brillantes ojos pardos y una larga melena ondulada que tenía la intensidad la refinada exuberancia de su melena dorada, que caía sobre sus hombros, captó su atención, que además se posó en el rosado color que acariciaba sus rasgos. Esbelta y de estatura media, tenía unas curvas sorprendentemente exuberantes para lo delgada que era, y se movía con la misma elegancia de una bailarina. — ¿Vas a quedarte parada ahí?, pregunto él.

— Disculpe Su Alteza dijo ella acercándose con pasos temblorosos.

— Akram dijo él corrigiéndola mientras caminaba a su alrededor observándola.

Aziza estaba asustada, motivos le sobraban no quería ese matrimonio, no lo conocía se dijo y para completar Akram había estado de malhumor.

Temía ser devuelta con su padre, y lo irónico de la situación era que deseaba volver con su padre.

Akram la miró — Eres muy bonita.

Ella tuvo deseos de reírse, no se consideraba bonita.—Gracias dijo ella.

— Pasa y toma asiento, no debes temer no soy un monstruo dijo él haciendo un gesto con la mano para qué se sentará.

Ella sonrió con timidez— Sé que no lo es, pero...

— ¿Pero?, dijo Akram levantando una ceja algo divertido.

— No lo conozco – susurró Aziza evitando mirarlo.

— Debo disculparme por no haberme presentado antes, tenía algunas reuniones importantes que atender en el extranjero.Nos conoceremos durante el viaje de bodas.

— ¿Haremos un viaje?, pregunto ella sorprendida abriendo sus enormes ojos.

— Por supuesto te llevaré a Londres y París anunció Akram.

Aziza lo miró anonadada— ¿Me llevará a Londres?, siempre lo quise conocer. ¡Mi madre era de Londres!, exclamó con una enorme sonrisa.

—Lo sé, la enfermera Prudence era muy conocida incluso aquí, por eso elegí Londres supuse que te gustaría dijo Akram.

— Mucho le agradezco por su gesto.

Akram sonrió estiró su mano y le ofreció una bandeja que había sobre la mesa con chocolates, deliciosas trufas. Aziza tomó una trufa de chocolate.— No te vuelvas a maquillar no me gusta.

— Pensé que era lo que esperaba, porque enviaron a la maquilladora a mi habitación.

Akram negó con la cabeza — Una belleza como la tuya no necesita artificios y no me gustan.

—No volverá a pasar dijo ella.

— ¿Quieres complacerme?, pregunto Akram.

— En realidad a mí tampoco me gusta el maquillaje, pero si quiero ser la esposa que espera que sea.

— Y lo serás, exclamó él mirándola comer el chocolate mientras una mirada de deleite iba iluminando lentamente su encantador rostro.

Akram sintio una cierta admiración. Su boca, ancha y sensual, esbozo una sonrisa tan poderosamente varonil que ella no pudo evitar sonreírle. Akram agachó la cabeza y poso su boca sensual sobre la suya y, con un suave ronroneo, entreabrió sus labios cerrados con la punta de la lengua y exploro el interior de su interior y le mostró a Aziza como besar.

Deslizó la lengua sobre la suya— Te deseo… –susurró. Ella se quedó paralizada como un gatito acorralado y abriendo los ojos de par en par mientras lo miraba atónita y con el pulso acelerado.

La volvió a besar. Un fuerte brazo sujetó su esbelto cuerpo y la levantó con una sobrecogedora facilidad para llevarla hacia la cama.

Deslizando los dedos sobre la melena de color miel que se extendía por las almohadas–.

—Eres tan preciosa… Aziza, con el cabello revuelto, los labios hinchados y rosados y los ojos brillantes era pura sensualidad resultaba muy tentadora, pero un hombre de su experiencia sabia que debía controlarse.

Akram se quito la tunica y quedo desnudo a excepción de por los boxers, le resultaba intimidante. Aziza Recorrió con la mirada su formidable torso hasta el suave vello oscuro que desaparecía bajo la cinturilla de su ropa interior y ahí se detuvo en seco apartando la mirada.

El bulto de su tensa masculinidad era más grande de lo que había esperado y se puso nerviosa diciéndose que no fuera cobarde, que no se pusiera así por algo que otras mujeres asumían bien. Tal vez no hubiera tenido relaciones antes, pero era adulta y las mujeres ya le habían advertido que no se sentiria en el paraíso la primera vez.

Después, ya podría saber de qué se trataba y podría ver un acto tan íntimo como algo normal.

Aziza lo observó mientras se quitaba el boxer era bonito, en la medida en que puede ser bonito un hombre erecto. Akram le sonrió mientras se arrodillaba sobre el colchón y se inclinaba a besarla.

Aziza cerró los ojos y dejó que le quitara el camisón.

Sus ojos se oscurecieron y de repente la agarró del cuello y acercó sus labios para hundirse en un largo beso lleno de pasión que, conducido por el deseo, recorrió el interior de la boca de Aziza.

Realmente iba a suceder... Su cuerpo estaba caliente y húmedo, pero también estaba nerviosa. Tenía miedo de que le hiciera daño, tenía miedo de que su ignorancia en la cama le molestara.

Con una mezcla de shock y vergüenza por estar desnuda delante de un hombre por primera vez, y con un placer tan aterrador que apenas podía respirar, Aziza se reprimió un gemido de resistencia. Akram se opuso a la reacción instintiva de Aziza de cerrar las piernas, y la sujetó firmemente.

—Tócame... -le dijo con apremio. A Aziza le gustó la invitación, aunque se puso un poco nerviosa. Su piel estaba curtida, pero era suave... Era tan grande, que no podría tocarlo todo.

De repente sintió su temblor y se animó a seguir. Akram gimió de placer; le estaba gustando, estaba haciéndolo bien. Antes de atreverse a explorar más íntimamente su cuerpo, Akram la empujó suavemente contra la almohada y le dio un beso largo y fogoso.

—Ahora mismo; cualquier cosa que hagas por pequeña que sea me vuelve loco, jamila ...

Se irguió y la miró con satisfacción. —

—Definitivamente, no eres fría —murmuró, agarrándole la muñeca cuando ella quiso taparse con la sábana—. No… De ninguna manera. No te vas a cubrir hasta que te lo diga… Y no he terminado de mirarte. Su mirada le dio más calor. No seas tan reservada. ¿Dime lo que quieres?, —le ordenó.

Ella estaba a su merced. El corazón se le salía de deseo.

—A ti —gimió ella suavemente, moviéndose debajo de él para sentirlo más—. Te deseo a ti. Por favor… Con un gruñido de satisfacción masculina, Akram deslizó el brazo por debajo de sus caderas, la levantó levemente y entró en ella refrenando levemente su fuerza. Sorprendida por el poder de aquel asalto, Aziza gimió, y sus ojos se agrandaron mirándolo...

Envuelta en el placer que se negaba a aplacarse, Aziza puso la mano en la espalda de Akram, y sintió su masculinidad vital, mientras trataba de serenar su respiración.

Él aún tenía su cuerpo encima del de ella, en íntima comunión. Y ella pensó que nunca había estado tan cerca de alguien. Durante un rato, Aziza se quedó inmóvil, impresionada por lo que había sucedido. En lo maravilloso que había sido todo desde que había empezado a tocarla.Sabía cuándo sujetarla y cuándo soltarla. Había sabido manejar su fuerza hasta conseguir que ella se sintiera segura.