Rosas Y Margaritas

13/10/1992

Han sido unos de días ajetreados, todas estamos preparándonos para el evento de “Día de muertos” de la ciudad, según la directora, eso da mayor prestigio a la escuela. Me parece algo bueno, no por la fama que espera tener la Directora Georgina, o por presumir mis habilidades, ¡es que saldremos de esta enorme cárcel religiosa!

Quiero salir a tomar aire fresco, tampoco es como si nos tuvieran encerradas en una cúpula o algo así; es bueno ver el mundo afuera, las calles empedradas, las casas llenas vida y color. En el evento del año pasado Fer y yo nos escapamos del club por un par de horas para explorar las tiendas de dulces. Unas calles más adelante de donde estaban las exposiciones del colegio encontramos un callejón con una fuente rodeada de flores de distintos colores, había enredaderas cruzando de un muro a otro formando un pecho verde. La gente había adornado cada calle con flores de cempasúchil de papel, estaban tan bien hechas que por un momento creí que eran de verdad. 

Fernanda se subió a la fuente para alcanzar el techo de enredaderas y cortó un par de flores de papel. Me puso una sobre la oreja y la otra la amarró a su muñeca.

—Tú tienes las orejas más grandes, a mí se me caen estas cosas —dijo riéndose al punto de mostrar su adorable par de hoyuelos.

—Qué mala, me dijiste orejona.

—¿Y qué me vas a hacer? ¿Castigarme? — se acomodó en la banca metálica que se encontraba al fondo. Ya sabía lo que quería.

—Buena idea. 

Me acerqué a ella sonriendo con picardía, primero nos dimos unos picos con miedo de que alguien nos viera; poco a poco se me olvidó dónde estábamos y nos sumergimos en besos más prolongados y caricias apresuradas.

De pronto escuchamos un silbido y nos separamos asustadas, en seguida pasó corriendo un desnutrido perro callejero. Ambas nos reímos y decidimos regresar a nuestro pabellón. Ni la directora ni la maestra Romina, encargada del club, se dieron cuenta de nuestra ausencia, solo un par de compañeras nos apresuraron para hacer nuestra presentación a dueto, Fer tocó el violín y yo la flauta. Recibimos una felicitación de parte de la directora, aunque la profesora Romina dijo que desafiné un par de notas. No me importaron mucho sus opiniones, para mí, lo mejor era compartir escenario con Fernanda.

El lunes en el receso, Anna me comentó la idea de hacer un dueto. Mientras me hundía en los recuerdos de Fer, Elena y Karina interrumpieron.

—Hola, ¿podemos sentarnos con ustedes? —preguntó Elena.

—Ah, claro, siéntense.

En ese momento sentí que me estaban salvando la vida. 

—¿Quieren almendras? —susurró Karina —, nuestra compañera Cinthia nos invitó un poco, sus padres la visitaron el fin de semana y le trajeron muchas frutas secas de contrabando.

Karina metió la mano a su saco y nos mostró una bolsa pequeña con almendras y una ciruela pasa.

—Ay, qué asco, Karina, saca eso de ahí —dijo Elena señalando la pasa.

—¿Qué? ¿Por qué? a mí me gustan, se la cambié a Elisa.

Tomamos unas cuantas almendras y antes de que pudiera empezar a comerlas, Karina hizo una señal con la mano y de pronto nos vimos rodeadas de casi todo el “Salón de las Margaritas”.

—Ya ven, chicas, no muerde, parece un bicho  raro, pero es una linda persona.

—¿Bicho raro? —dije confundida y Anna soltó una risotada.

Las chicas se sentaron y comenzaron a presentarse conmigo. Muchas de ellas habían estado en el otro grupo y pronto sacaron al tema de conversación el cómo se estaban comportando Fernanda, su prima y las demás.

—Yo fui una rosa, cómo se atreven a mirarme por encima del hombro, como si no las fueran a volver a cambiar de equipo en tercer año —reprochó Elena.

—Ay, sí, ahora son insoportables, se les subió el ego, ni siquiera nuestras excompañeras nos hablan —secundó Karina.

—Lo que pasa es que ahora tienen una reina abeja —comentó la chica de las coletas que me había advertido del chicle en el cabello y quien le regaló la bolsa de almendras a Karina —, Daniela es, quizás, la más adinerada de toda la escuela, sus padres son millonarios, no me dijeron qué compañía es, pero es una de las más poderosas de México. 

Todas quedamos sorprendidas.

—Pero no hablen mucho de eso, si las profesoras se dan cuenta podrían castigarnos por chismosas.

—¿Entonces es verdad o mentira? —preguntó Elena.

—Son rumores de esos que te cuentan y nunca se confirman, al menos que alguien se anime a preguntarle a la rubia esa.

También me preguntaron qué tan amiga era de Fernanda como para que me abandonara sin dudar al cambiar de salón. Solo les conté que eso mismo me preguntaba, pues durante el primer año estuvimos bien y no tenía idea de que le importara tanto la rivalidad entre “Rosas” y “Margaritas”. Hicieron tal escándalo que la prefecta que rondaba el comedor nos pidió bajar la voz.

—¿Qué tal si armamos una pijamada para conocernos mejor, chicas? tengo una idea que quiero contarles, sin “espinosas” cerca —propuso Elena en voz baja.

Todas aceptaron y se me quedaron viendo, dijeron que como yo era la que menos había convivido con ellas, me tocaba ser la anfitriona. Cinthia quiso llevar frutos secos para la reunión y Anna se ofreció a preparar un chocolate caliente para acompañar.

Ya en la noche, sin nadie alrededor, Cinthia entró con un tazón amplio que no sé cómo consiguió de la cocina y Anna llegó cargando con Karina una olla llena de chocolate y un paquete de vasos desechables en la mano

—¿Dónde consiguieron los vasos? —preguntó Elena al verlos sobre mi buró.

—Tengo contactos afuera —dijo Karina, orgullosa.

Pronto llegaron el resto de las chicas que acordaron venir, estábamos unas encima de otras, pues la habitación solo mide dos por tres metros y éramos alrededor de veinte.

—¿Deberíamos ir a otro lado? —señaló, Karina.

—No, ya estamos aquí, terminemos con el asunto importante —dijo Elena con firmeza —. Primero, tenemos el evento del día de muertos a unos días, se me ocurre que formemos una alianza para hacer una presentación más memorable en la ciudad. El salón de las rosas ha estado muy hostil desde el inicio de clases, se han burlado de nosotras y lo más seguro es que nos hayan acusado con la dirección cuando estábamos vendiendo maquillaje — las chicas cuchichearon sorprendidas —, y lo peor es que, incluso, Alicia se vio involucrada y todas sabemos que ella nunca ha vendido nada porque no era cercana a nosotras. Ninguna clienta nos había echado de cabeza desde el año pasado, es raro que hasta ahora lo hagan, ¿no les parece?

Las chicas afirmaron casi al unísono con coraje.

—Lo que pido es que unamos fuerzas como salón de las Margaritas, más allá de sus clubes, así podremos mejorar la reputación del salón —continuó Elena.

—Disculpen —levanté la mano para hablar.

—Habla, Ali.

—¿No se están tomando esto demasiado en serio? 

Todas se asombraron de mi pregunta y cuchichearon entre sí.

—Ali, se nota que no estás muy pendiente de esto. Discúlpenla, chicas, por favor —respondió Elena —, Ali, siempre hemos estado compitiendo, en exámenes, concursos regulares, etcétera, como toda escuela. Sin embargo, ahora que entró Daniela, las profesoras andan más estresadas por demostrar que el colegio es digno para educar a la señorita. Ella hace lo propio, pero tampoco podemos quedarnos atrás, debemos demostrar que Daniela no es la única importante, es más, es una guerra entre padres allá afuera. Lo que nos queda es dar pelea aquí también. Académicamente hablando, claro. Solo pido que nos unamos para hacer un buen espectáculo en el día de muertos. 

—También podemos ayudarnos en los próximos eventos externos, me gusta tu idea, Elena —respondió Cinthia que estaba cruzada de brazos. A pesar de su baja estatura y su lindo par de coletas, aquella posición la hacía ver imponente.  Allí me enteré que ella había sido elegida como jefa de grupo.

Pronto comimos, bebimos y compartimos ideas para el evento, varias estaban en dos o tres clubes, así que me propusieron que hiciera lo mismo. Una de ellas también estuvo en el club de instrumentos musicales y me dijo que me animara a volver, pues de alguna forma, ahora el club estaba lleno de rosas. Karina dijo que iría si alguien más de las margaritas entraba para que no estuvieran solas, así que Anna prometió anotarse. Yo todavía lo estaba pensando, aunque, después de ver que ya no estaría sola me animé a decirles que me uniría; y así lo hice hace unas horas después de la práctica, todavía tengo miedo de encontrarme con Fer.

Volviendo a esa noche, cuando todas se fueron a sus recámaras, Anna volvió, se le había olvidado algo en mi cuarto, no me dijo qué, solo entró y tardó en salir, parecía querer decirme algo. Lo único que hizo fue darme un beso en la mejilla y desearme dulces sueños.

Aunque había agotado toda mi energía, esa noche dormí tranquila y feliz por primera vez en bastante tiempo.