No soy una mujer que siga reglas o estereotipos, odio que pretendan gobernarme.
A mis cuarenta y tres años soy la soltera más feliz que existe, no tuve hijos por elección propia. No consideré que para sentirme mujer debería ser madre.
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La Innombrable
René Anderson.
Conocí a Flor Inés en la universidad de Bellas Artes de Madrid, estaba cursando su tercer año en diseño de Joyas. Yo, me encontraba en mi primer año de fotografía. Estaba retrasado, ya que antes de poder estudiar lo que realmente deseaba, debí cumplir con mi padre y entregarle el título en leyes.
Ella no ha cambiado mucho. Siempre ha sido solitaria, obstinada y fanática del deporte. Sus ojos cafés miel, que cuando se enoja suelen pasar a verde acaramelado, su cabello un poco ondulado y castaño. Su 1.73 de estatura, su cuerpo bien formado y ese trasero de infarto que siempre me hace delirar.
Su carácter del demonio. Fui su primer hombre, su primer esposo, ella era mi todo, llevábamos 5 años de casados, pero 9 juntos.
Solo le pedí una cosa, un hijo no era para ya, pero sí para un futuro próximo le ofrecí mil opciones y su respuesta fue enviarme los papeles de divorcio.
Ese día mi mundo terminó. La mujer que amaba, a la que llevé al altar, a la que juré amar durante toda la vida y con la que soñaba formar una familia. Me hería de la peor manera sin derecho a una explicación
Me sentí tan decepcionado. El ser más infeliz sobre la faz de la tierra. ¿Qué de malo tiene querer tener hijos? ¿Para quién estamos trabajando? ¿A dónde irán nuestras luchas? Eran las preguntas que rondaban mi mente.
Flor Inés, ni siquiera tuvo la gentileza de hablar, envió a su hermana con los papeles de separación.
Inicio del Flash
—¡Me estás jodiendo Lena! ¡Esto no puede ser verdad! —sostengo los documentos de divorcio en mis manos y solo falta mi firma. Observo que Flor Inés, ya firmo. Los leo una y otra vez con incredulidad. Siento mis piernas temblar, mi cuerpo sudar, que la ropa me asfixia.
—Lo siento René —dice ella. Mientras me regala una mirada de lástima. Tomé mi teléfono y le marqué innumerables veces, siempre lo mismo se iba a buzón. «¡Quiero una aclaración! No me considero un mal hombre para que me haga esta bajeza. ¡Me desecha como un perro! ¡Como un pedazo de mierda! O quizás es otra de sus
estúpidas formas de manipularme» Pienso.
«Pero esta vez juro qué ¡ODIO A ESA MUJER! Y ¡SU MALDITA ARROGANCIA!»
—¿Qué está pidiendo en el acuerdo? —Pregunto a Lena, quien es mi cuñada y además la considero mi amiga. Sé que la situación en la que la coloco la innombrable es incómoda para ella estar en medio.
—Solo quiere que le permitas permanecer con tu apellido, ya que su marca lo posee. Del resto dijo que lo que tú decidieras está bien. —Ella lleva mi apellido Villamizar es el de mi padre, pocas veces lo uso siempre me presento con el de mi madre Anderson.
–¿Qué tenemos en común además de la casa y las cuentas del banco? –Indago. Siento que estoy a punto de quebrarme, pero no le daré ese gusto, ella me botó, debo aceptarlo.
–Esto, –observo el documento, respiro hondo y frustrado.
–Asumo que no lo quiere, así que cámbialo por mi parte de la casa y las cuentas a la mitad, ya que ha sido un trabajo equitativo de ambos. Ella asiente.
—Dame unos minutos y lo modificó para que lo firmes. La testaruda de mi hermana me entregó una hoja en blanco con su firma. Así que solo basta que tú lo apruebes y radico —asiento.
Tomo el folder lo leo, lo firmó y digo adiós a 9 años de mi vida.
Llego al apartamento y recojo mis cosas. Observo fotos de los dos y las depósito en el cesto de la basura.
Lloro por qué me han roto el corazón y no quiero volverla a ver. Hace unos días me ofrecieron un excelente trabajo y sociedad en Australia. Tomo el teléfono, compro el tiquete en línea y me largo sin dejar huellas.
Esa fue su mayor prueba de desamor.
Fin Flash
Regrese a reencontrarme con la única mujer que he amado. Además, que es el momento, ya no puedo seguir postergando este encuentro.
René Anderson