una mirada una obsesión o amor a primera vista? su ángel misterioso o su demonio personal? que será de la vida de Mariana y Mauricio viconti.
NovelToon tiene autorización de sil Deco para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo Tres: *Desde las sombras*
**[Punto de vista de Mauricio]**
No era un hombre paciente.
No necesitaba serlo.
Tenía el poder, los recursos y la voluntad para obtener lo que quería… cuando lo quería.
Pero con *ella*, todo era distinto.
Habían pasado meses desde aquel día frente a la escuela. Y desde entonces, no había dejado de verla.
Desde las sombras. Siempre desde las sombras.
A través de las cámaras que Lucio instaló en puntos clave —la entrada de la panadería, la esquina de la escuela, incluso una frente al techo de su casa, donde Mariana solía escabullirse por las noches—, él había armado un mapa.
Una rutina.
Un rompecabezas de ella.
Y se había vuelto adicto.
—Ahí va, jefe —dijo Lucio una tarde, apoyando una tablet frente a él—. Dos medialunas, una remera manchada de harina, y una risa que se escucha hasta en el video. Mismo de siempre.
Mauricio dejó el café a un lado y presionó “play”.
Mariana, con el cabello hecho un desorden dulce, estaba acomodando bandejas en el mostrador de la panadería. Se reía de algo que uno de sus hermanos, el del tatuaje en la muñeca —Damián, si no recordaba mal— le decía mientras sostenía un bollo de masa como si fuera una bomba.
—¡Si me lo tirás, te prendo fuego las medias cuando dormís! —amenazó ella.
—¿Cuáles medias? ¡Si dormís descalza, sucia! —le contestó su hermano entre carcajadas.
Mauricio sonrió. No podía evitarlo.
La dinámica con sus hermanos lo entretenía. A veces la trataban como a una reina, otras como a uno más del grupo. La cargaban, la defendían, la controlaban. Mariana era una mezcla de chispa y dulzura, y en ese mundo de harina y ruido, ella brillaba.
Pero había un lugar donde nadie la alcanzaba:
**el techo**.
Lo había descubierto una noche de lluvia. Ella subió con una manta, unos auriculares, su cuaderno de dibujo y una linterna.
Durante dos horas, no habló con nadie.
Solo dibujó.
Concentrada. Hermosa.
Desde entonces, él había ordenado vigilar ese lugar en particular.
Porque ahí, sin la mirada de su familia, sin la presión de la casa ni la panadería, Mariana era ella misma.
Libre.
Intensa.
Creativa.
**[Punto de vista de Mariana]**
—¡Mariana, bajá de ese techo o te vas a caer un día, te juro! —le gritó su hermano Franco desde la cocina.
—¡Solo si me caigo me van a poder bajar, dejame vivir! —gritó de vuelta ella, con el lápiz entre los dientes y los auriculares puestos.
Estaba dibujando un vestido hecho con capas de tela que imitaban pétalos de amapolas. Imposible de usar, tal vez, pero hermoso. Como un sueño.
Le encantaba ese rincón. Desde ahí, podía ver todo: la plaza, la panadería, las luces tenues del pueblo. Su mamá decía que el techo era “su santuario secreto”.
Aunque ya no era tan secreto.
—¡Maru, bajá que Miguel te vino a buscar para ir al cole! —gritó su mamá desde abajo.
—¡Voy!
Bajó como una acróbata amateur, se limpió las manos con la remera, y salió. Miguel la esperaba afuera, mochila al hombro y sonrisa tímida.
—Hola, Maru.
—¡Hola! ¿Listo para otra dosis de tortura escolar?
—Siempre, si es con vos —dijo él con una sonrisa que no le gustaba nada a sus hermanos. Ni a Mauricio.
**[Punto de vista de Mauricio]**
—¿Quién es ese? —preguntó con los dientes apretados, mirando la pantalla.
Miguel.
Caminaba con Mariana, reía con ella, le sostenía los libros.
Muy cómodo.
Lucio suspiró, con tono cansado.
—Vecino nuevo. Van juntos al colegio. Mismo curso. No es gran cosa.
—Quiero su nombre completo, historial, quiénes son los padres, si alguna vez la tocó. Todo.
Lucio lo miró de reojo.
—¿Y si solo es un amigo?
—Nadie es solo un amigo —gruñó Mauricio—. No con ella.
**[Punto de vista de Mariana]**
—¡¿Estabas con Miguel?! —gritó Elías cuando Mariana volvió del colegio.
—¡Sí! ¿Y?
—¡¿Y?! ¡Ese chico no me da buena espina! ¡Tiene cara de que no le gusta el lemon pie!
—¡¿Qué tiene que ver eso?!
—¡Todo! ¡Es un psicópata!
—¡Dios mío, Elías, estás enfermo!
Su mamá, riéndose desde el fondo, intervino:
—Dejalo, m'hija, que mientras peleen, no se matan. ¿Hiciste la torta que prometiste o nos mentiste como con el flan?
—¡Está en la heladera! Pero si siguen molestándome… me la llevo al techo.
Y todos gritaron “¡NO!” al unísono, corriendo a revisar que no se escapara con el postre.
Mariana se reía. Con la boca, con el pecho, con los ojos.
No sabía que desde lejos, un hombre de ceño fruncido y corazón en guerra, la miraba…
**y la deseaba como si fuera lo único que alguna vez quiso tener**.
---